jueves, 2 de junio de 2016

"EL LOBO DE WALL STREET" (2013), IMÁGENES PARA EL RECUERDO

    
   
    El Lobo de Wall Street (2013) no es una película despreciable, tampoco, créanme, una cinta memorable. Típica historia de ascensión y caída de la que tantos ejemplos nos  ha regalado el cine estadounidense en esa manida búsqueda del sueño americano con su épica del triunfo y el proceso de redención final. Es ahí donde precisamente reside uno de sus mayores defectos: la sensación de déjà vu, de aportar muy pocos elementos novedosos más allá –como mayor aliciente- del talento de Scorsese para rodar películas y convertir historias mil veces vistas en experiencias frenéticas y espídicas que le dejan a uno sin aliento. Una radiografía estroboscópica que pone en escena a unos tipos, agentes de bolsa, con una carencia absoluta de moral y que salvo en la ausencia de derramamientos de sangre, poco se diferencian de los gánsgteres, y que igualmente roban el dinero a los pobres aprovechándose de su ignorancia.

     
     Asquea la petulancia y falta de escrúpulos de estos brokers, representantes genuinos del más voraz e insaciable capitalismo, sus fraudulentas técnicas de venta, que conscientemente les convierten en vendedores de humo inmunes a las tragedias de todos aquellos a los que estafan. Sólo les importa su avaricia que atiende a su interés personal, sus sucios tejemanejes que les procuran un insultante lujo asiático, saben que el dinero es poder, y nada mejor para celebrarlo que un explosivo cóctel de sexo y drogas. Si Scorsese pretendía un retrato fiel de las vivencias reales de Belfort, le traiciona su vena manierista e hiperbólica sin cambiar nunca de marcha, una montaña rusa que produce un efecto de incredulidad en el espectador y pone énfasis en los tics de autocomplacencia tan característicos del director en los últimos tiempos.

   
    Eso sin contar con la duración excesiva de un film que, para lo que cuenta, luciría mejor con la mitad de su metraje, pero claro, Scorsese contagiado por la retahíla de pantagruélicos excesos de los protagonistas se muestra muy reiterativo sin tener en cuenta lo que el padre de Belfort dice a su hijo “los excesos acaban pasando factura”. Tanto Leonardo DiCaprio como Jonah Hill cumple de manera delirante con las exigencias del director hasta producir en la platea un empacho importante, aunque es justo señalar esa secuencia en que las pastillas de Quaalude caducadas retardan el efecto que aparece justo cuando Belfort se encuentra en el Country Club hablando con su abogado, y se las tiene que apañar sin que se le entienda lo que dice ni le respondan las piernas para llegar hasta al coche y conducir hasta su casa. La mejor escena para mí del film y en la que se puede apreciar la maestría de Scorsese para la planificación, las florituras y recursos formales.

   
     El Lobo de Wall Street no descubre la pólvora, y hay quien ya teme la deriva del director hacia la orgia visual de Baz Luhrmann, ese barroquismo indigesto que te zarandea y te deja exhausto recabando muy poca sustancia. Se hablará del enfoque sexista que se da del modelo de mujer que nos presenta, que tiene que ser guapa como condición indispensable para tener éxito, a diferencia de esa galería de paletos que DiCaprio reúne, que les basta con tener un poco de ambición para medrar a su antojo. Claro que todo está milimétricamente calculado, y ahí reside la denuncia del film, de la abundancia de putas y cocaína como fulgurante trasfondo de Wall Street, que convierte la nueva apuesta del director en la más atrevida y desfasada de su ya larga carrera. También en la más grandilocuente, artificial e histriónica. Scorsese cae en su propia trampa, como el cazador al que devora el fuego que había iniciado para ahuyentar a los lobos.  



ESE GENIAL VIEJO VERDE LLAMADO MARTIN SCORSESE


       Está claro que al film le sobran elementos sugerentes y provocativos en un plano sensual y que algunas secuencias eróticas resultan graciosas e imaginativas, como esa escena inicial de Leo DiCaprio esnifando coca en el culo de una puta; las recomendaciones que el mismo DiCaprio recibe de su nuevo jefe cuando entra en Wall Street: masturbarse dos veces al día, un Martini cada quince minutos, cocaína, cocaína y cocaína (cocaína que era vitamina B en polvo, claro); la tremenda aparición de Margot Robbie desnuda y con el chichi rasurado o en lencería; el jueguecito del escandaloso matrimonio mientras están siendo observados por los vigilantes de la casa… y Margot con las piernas abiertas, Margot y la mamada en el coche...; el tórrido revolcón de Katarina Cas con el banquero suizo, las patinadoras strippers y esa orgía en la que vemos cómo una tía le está practicando una jugosa felación a un tipo; la masturbación pública de Jonah Hill mostrando un pene… falso, y toda una espiral compulsiva de excesos, sexo y drogas que se pudieron rodar gracias a que el film fue financiado de manera independiente después de ser rechazada por grandes estudios como Warner, y que debemos agradecer a ese viejo verde de Martin Scorsese, pues sabido es que cuanto más viejo, más libre, y cuanto más libre, más radical.

"THE WOLF OF WALL STREET", PRIMEROS MINUTOS

2 comentarios:

  1. A mí me pareció una película muy divertida y también lúcida, la representación literal o metafórica del retorno a la ley de la selva que implica en muchos sentidos el capitalismo más salvaje.

    Además, está Margot Robbie.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Claro, la película no es despreciable, por el contrario, resulta cómica, anfetamínica, desmesurada... e inverosímil. Lo comenté en mi crítica cuando se estrenó. Se trataba sólo de recordar algunos momentos y recuperar algunas imágenes que han quedado grabadas en la memoria cinéfila del aficionado. Bien sea por su carácter hiperbólico, tal vez por obscena y atrevida creatividad, o seguramente, por su corrosiva y desfasada bis cómica. De acuerdo contigo en lo Margot Robbie, aunque Katarina Cas tampoco desluce.

    Te contaré un secreto ahora que no nos lee nadie: este tipo de post le suelen gustar mucho a los seguidores y visitantes de mi blog, de ahí que deje que la cabra se explaye a menudo en el monte.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar