domingo, 5 de junio de 2016

CRÍTICA: "WARCRAFT: EL ORIGEN" (Duncan Jones, 2016)

Digna película de aventuras medievales
WARCRAFT: EL ORÍGEN êêê
Director: Duncan Jones.
Intérpretes: Dominic Cooper, Travis Fimmel, Ben Foster, Paula Patton, Robert Kazinsky, Daniel Wu, Clancy Brown.
Género: Fantástico / EEUU / 2015  Duración: 123 minutos.                 

     
    Duncan Jones (que para quien no lo sepa a estas alturas, es hijo de David Bowie) sorprendió en 2002 con un potente mediometraje titulado Whistle sobre un padre de familia que tiene una doble vida como asesino en serie. Pero fue con la magnífica Moon (2009) cuando verdaderamente consiguió llamar la atención de la crítica especializada y el público al narrar la historia de un astronauta que vive durante tres años en unas excavaciones mineras de la Luna y descubre un terrible secreto que le concierne. Ni mucho menos podemos considerar despreciable su siguiente película, Código Fuente (2011) un resultón thriller de ciencia ficción protagonizado por Jake Gyllenhaal sobre viajes en el tiempo en el que su protagonista forma parte de un programa experimental para averiguar quién fue el culpable de un atentado terrorista. Jones tiene previsto el estreno para 2017 de Mute, una cinta que reincide en el género de ciencia ficción y que está ambientada en la ciudad de Berlín en 2056.

     
      Adaptación cinematográfica del popular videojuego de estrategia online de Blizzard, Warcraft: El origen nos sitúa en el pacífico reino de Azeroth, poblado por humanos, enanos, elfos y otras criaturas míticas. La paz está a punto de ser perturbada por la llegada repentina de unos terribles invasores: orcos guerreros del mundo de Draenor que han abandonado su destruido territorio para invadirles. Al abrirse el portal que conecta ambos mundos, un ejército se enfrenta a la destrucción y otro a la extinción. Dos héroes, uno por cada bando, están a punto de chocar en un enfrentamiento que cambiará el destino de sus familias, sus pueblos y hogares. Del bando de los humanos nos encontramos con el rey Llane de Azaroth (Dominic Cooper), el comandante Lothar (Travis Fimmel), el joven mago Khadgar (Ben Schnetzer) y el hechicero Medivh (Ben Foster), así como a la medio orco y medio humana Garona (Paula Ptton). Del otro bando está el jefe del clan orco Duratan (Toby Kebbell) y el orco brujo Gul´dan (Daniel Wu), con la misión de llevar a los orcos a través del portal oscuro desde las tierras extinguidas de Draenor hasta las fértiles de Azeroth.


    Muchos ilusos fanáticos del videojuego pensaban que, partiendo del material original, Duncan Jones firmara una obra maestra sin paliativos. Pero no nos engañemos, la historia da para lo que da y no veo cómo se puede sacar más provecho de ese universo fantástico. Jones pone todo su esfuerzo y creatividad (es un fan incondicional del videojuego) al servicio de un guión que, sinceramente, no es para tirar cohetes. Aun así, Warcraft: El origen es un espectáculo digno, aseado, en donde se nota la implicación de todos sus responsables que, íntimamente, sabían que no iban a inventar la rueda. Partiendo de la premisa de que este cronista odia la Trilogía del Señor de los Anillos, tan soporífera como agotadora, la propuesta de Jones (sin que me deslumbren este tipo de artefactos), me resulta mucho más honesta, menos pretenciosa en su humilde intención  de crear una aventura repleta de magia y hechizos, y en donde las batallas, los movimientos de masa, las expresiones faciales, la textura, la captura de movimientos, las peleas cuerpo a cuerpo y la inventiva visual están elaboradas desde un concepto artístico arrollador.


     Es decir, una aventura heroica y épica como las de toda la vida (a la función le viene muy bien el calificativo neopeplum), y que heredera de la serie B sesentera, se adapta a los tiempos con miles de efectos generados por ordenador y haciendo uso del insustituible Croma. No concibo cómo, actualmente, con un presupuesto de cien millones de dólares, se pueden aceptar estos desafíos si no es de esta manera.


      Paso, igual que de la mierda, de los fundamentalistas de un videojuego que no me interesa lo más mínimo, simplemente me dedico a disfrutar de esta película palomitera sin concentrarme en buscar errores, licencias y contradicciones. Y lo paso bien sumergido durante dos horas en un mundo excéntrico y fantástico donde humanos y orcos tratan de crear una imposible alianza para hacer frente a una terrible amenaza exterior que impondrá el caos. Así, Warcraft: El origen, además de resultar entretenida sin que a uno se le caiga la baba, también es un sugerente e imaginativo fresco en donde Jones demuestra su talento para crear universos visuales potentes, porque si hay una cualidad que destaca en este cineasta es su pericia como gran creador de imágenes, aunque en esta ocasión se abuse de los efectos digitales para recrear con detalle y mimo los escenarios de la acción y las peculiaridades icónicas de las razas o tribus.


     Al parecer,  la versión que vemos en las salas dista mucho de la pergeñada por Jones, ya que se ha visto obligado a podar 40 minutos, pero dudo de que se pueda sacar más jugo al simplón material que sirve de fuente, al que supongo que, en mayor o menor medida, se rinde tributo y se ha sido fiel. En fin, buena película a la que agradecemos que no se detenga demasiado en subtextos ni profundidades psicológicas, y que engendrada bajo la influencia de series como Juego de Tronos y la mitología y cultura ancestral nórdica puede servir para pasar un par de horas de evasión. Sin más.

                                                                                           

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