domingo, 5 de noviembre de 2017

CRÍTICA: "JEEPERS CREEPERS 3: CATHEDRAL" (Víctor Salva, 2017)


JEEPERS CREEPERS 3: CATHEDRALê
    

   Víctor Salva tenía como su película más conocida Powder (1995) sobre un joven albino de extrema inteligencia que provoca el miedo y la burla en los vecinos de su localidad. Pero fue con Jeepers Creepers (2001) con la que unió su nombre a un nuevo, letal y escalofriante mito del terror, The Creeper, el terrible y alado monstruo caníbal. Debido al gran éxito de la cinta, no tarda en estrenarse Jeepers Creepers 2 (2003) en la que anulado el factor sorpresa, consigue entusiasmar a los aficionados con más acción y gore.

   
  Esta secuela muy tardía titulada Jeepers Creepers: Cathedral nos sitúa 23 primaveras después de que Trish (Gina Philips) viviera las espantosas pesadillas reales a las que tuvo que hacer frente cuando ella y su grupo de amigos se toparon  con The Creeper. Ahora se ha convertido en madre y tiene un hijo adolescente llamado Darry en memoria de su fallecido hermano. Mientras un grupo de hombres armados liderados por un comisario y el sargento Davis siguen la pista de la criatura para darle muerte de una vez por todas y salvar de sus garras a una chica, Addi (Gabrielle Haugh) que tiene secuestrada dentro de la camioneta.

  
   Detrás de la cámara y el guión se sitúa de nuevo al californiano Victor Salva (que, recordemos, en 1989 fue condenado por abusos sexuales a menores y tenencia de pornografía infantil) que abunda en las constantes de una trama que no ha cambiado, por lo que nada novedoso encontramos en un relato por el que desfilan personajes insustanciales y que a pesar de tener como eje central a una criatura demoníaca tan eficaz carece de secuencias memorables y de la más mínima emoción, debido a unos personajes estereotipados que no proyectan nada de empatía.


      
  La función rebosa lugares comunes (el sur agrícola con su monótona vida social y su extenso territorio) en donde el componente sobrenatural aporta efectos digitales muy pobres, aunque el Creeper, con buena labor de maquillaje, que se alimenta del miedo y de carne humana, se nos presenta más rápido, poderoso e inteligente que en las anteriores entregas, lo que le hace más imponente y mortal. Pero lo que más sobresale es su viejo, oxidado, inexpugnable y fantasmal camión Chevy, a prueba de balas y convertido en una trampa mortal. Manejando un exiguo presupuesto, Salva sitúa la acción poco después de la primera entrega y días antes de la segunda, aunque da igual este dato porque el guión es flojísimo y la acción carece de escabechinas gores. En realidad, la función cuenta con muy pocas set pieces de acción violenta (el ataque a la camioneta de la pareja en la granja es la mejor por la cercanía de la bestia), y sí bastantes secuencias para el sonrojo ensambladas a modo de copy-paste.

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