lunes, 19 de septiembre de 2016

CRÍTICA: "TARDE PARA LA IRA" (Raúl Arévalo, 2016)

Posiblemente el mejor debut de un director español
“TARDE PARA LA IRA” ★★★★
Director: Raúl Arévalo.
Intérpretes: Antonio de la Torre, Luis Callejo, Ruth Díaz, Manolo Solo, Alicia Rubio, Raúl Jiménez, Font García.
Género: Thriller, 2016. España Duración: 92 minutos.


     El actor Raúl Arévalo ni siquiera ha tenido que foguearse dirigiendo cortos antes de firmar su excelente ópera prima, aunque confiese que de pequeño grababa junto a su hermana algunas películas domésticas con la cámara de vídeo de su padre. Le ha bastado con su amplia cultura cinematográfica y con todo lo aprendido en su bagaje como intérprete para poder realizar su sueño. Un sueño que llevaba fermentando durante ocho años hasta que, con todas las dificultades que conlleva la empresa, por fin se ha hecho realidad. Reconozcamos que para tratarse de un debut, el proyecto era ambicioso, por lo que se ha tenido que rodear de sus amigos, de un equipo técnico y artístico elegido por él para que todo el proceso resultara satisfactorio.

  
    Tarde para la ira se inicia en Madrid en agosto de 2007 cuando Curro (Luis Callejo) el único detenido por el atraco a una joyería, cumple su condena en la cárcel. Ocho años después, su novia, Ana (Ruth Díaz) espera, junto al hijo de ambos, a que Curro salga de la cárcel tras cumplir su condena. Así, Curro abandona la prisión con la esperanza de comenzar una nueva vida junto a su familia. Pero todo ha cambiado en muy poco tiempo, y se encuentra con una mujer confundida y con un hombre que le romperá todos los esquemas, pues no sabe hasta qué punto José (Antonio de la Torre) un hombre hermético y solitario al que Ana siente como un refugio para su angustia, va a cambiarle la vida y enfrentarle con los fantasmas del pasado. Curro y José emprenden un viaje de tres días salpicado de violencia y abocado al abismo de la venganza.


     Raúl Arévalo, al que siempre se le comparado físicamente con Sean Penn, ha firmado uno de los thrillers más turbios y viscerales de la historia de nuestro cine. Y lo que es más importante, la historia te la crees a pesar de que hay momentos en que la acción parece estar demasiado medida. Es fácil adivinar que Arévalo, además de un actor competente, ha visto mucho cine, de ahí que se apoye en los estilemas y fórmulas de directores con los que ha trabajado como Alberto Rodríguez (La isla mínima) pero también en popes sagrados de nuestro cine como Carlos Saura (El séptimo día) y en la gelidez formal del cine polar francés, en donde la venganza siempre tiene su lógica interna.


      Tarde para la ira se desarrolla en espacios físicos agobiantes y pegajosos (el bar del barrio, la fría habitación de un hospital, carreteras solitarias sin apenas vida, sin calor humano) acordes con unos personajes tocados por la fatalidad, dueños de una vida atormentada, alienados y sin horizontes. Una vez más el cine español fija su mirada en las tripas de una sociedad enfangada en sus ritos costumbristas desde donde brota una violencia salvaje encarroñada durante años por la cólera de la venganza, la ira ciega que surge volcánica, incontenible, de vidas vulgares y derrotadas por su aciago destino, y siempre víctimas del contexto político-social que les ha tocado vivir.

  
    En el itinerario infernal que emprenden José y Curro (un duelo tenso y muy físico), Ana representa el contrapunto dulce y cálido al borde siempre de la más negra angustia existencial, y acaba imponiéndose como el elemento magnético y pasional que une a dos seres que jamás serán libres, acorralados por los demonios de su pasado y perseguidos por el aliento amargo de la muerte. Arévalo huye de la autocomplacencia y la cursilería poniendo banda sonora a la rutina grasienta de los barrios periféricos (Los Chunguitos, José Manuel Soto) que forma parte de nuestra memoria musical colectiva; las partidas de cartas en el bar, la celebración doméstica de una comunión, el cotilleo vecinal, trayectos por secarrales quemados por un sol de justicia, que dotan a la acción del tono de veracidad necesario y que tendrá su cénit en la mejor secuencia de la función, esa que protagoniza un superlativo Manolo Solo en el sótano de un gimnasio, que aunque comienza con acento de vodevil, finaliza con una violencia impactante y bestial.

  
    Tarde para la ira es una espléndida película sobre una venganza que como una herida infectada resulta imposible de sanar hasta que se hace uso de una cirugía drástica que corte el mal de raíz, y José, corroído por ese sentimiento tan humano sabe que no será posible mitigar la gangrena de su sufrimiento hasta que los verdugos causantes de su desgracia paguen por ello. Piensa que nunca es “tarde para la ira” cuando esto es lo único que le mantiene en pie y da sentido a su existencia. Un debut importante. 



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