lunes, 26 de septiembre de 2016

CRÍTICA: "EL HOMBRE DE LAS MIL CARAS" (Alberto Rodríguez, 2016)

Los lodos de nuestra vergüenza
“EL HOMBRE DE LAS MIL CARAS” ★★★
Director: Alberto Rodríguez.
Intérpretes: Eduard Fernández, Carlos Santos, José Coronado, Marta Etura, Emilio Gutiérrez Caba, Tomás del Estal.
Género: Thriller / España / 2016 Duración: 123 minutos.
   
    
    Alberto Rodríguez es desde hace años una de las apuestas más seguras del cine español. Si nos remontamos a los inicios de su carrera encontramos títulos reseñables como El factor Pilgrim, El traje, 7 vírgenes, After, pero fue con Grupo 7 (2002) un musculoso thriller protagonizado por Antonio de la Torre y Mario Casas sobre un grupo de policías sin escrúpulos que tienen como misión limpiar Sevilla de maleantes con vistas a la Expo´92, cuando el cine del director sevillano comienza a ser verdaderamente relevante. Así, firma en 2014 la que hasta la fecha es su mejor película, La isla mínima, un excelente y turbio thriller sobre la investigación del asesinato de unas adolescentes  rodado en las Marismas del Guadalquivir.

     
     En El hombre de las mil caras, Alberto Rodríguez sitúa la acción en los años 90 para narrarnos la historia de Francisco Paesa (Eduard Fernández) ex agente secreto del gobierno español y responsable del éxito de la operación Sokoa que está considerada la más importante en la lucha contra ETA, pero que se vio envuelto en un caso de extorsión en plena crisis de los GAL y tuvo que huir del país. Cuando regresa al cabo de unos años está arruinado y su vida sentimental atraviesa su peor momento. En estas circunstancias recibe la visita del ex Director General de la Guardia Civil, Luis Roldán (Carlos Santos) y de su mujer, Nieves (Marta Etura). Ambos le ofrecen un millón de dólares si les ayuda a salvar 1.500 millones de pesetas sustraídos de los fondos reservados que se utilizaban, entre otras cosas, para asesinar. Paesa ve así la forma de mejorar su situación económica y, de paso, vengarse del gobierno español. Así, pone en marcha un magistral plan de espionaje con la colaboración de su inseparable amigo Jesús (José Coronado). El ex agente tendrá un papel determinante en la fuga y posterior entrega de Roldán.

     
     Más allá de cumplir su objetivo de entretener al personal manejando con pulcritud el sentido del ritmo y los códigos clásicos del thriller y el cine de espías (personajes oscuros e interesantes, ambientación y luz atmosférica, continuos cambios de escenarios, diálogos inteligentes), El hombre de las mil caras es la historia de un desencanto y el relato de una forma delictiva de entender la política. Algo que con hiriente sorna el director (mejor dicho, uno de los personajes de la función) parece achacar a la genética de los españoles, a  nuestra tradición picaresca que nos hace ser unos genios de la mentira y la estafa. De lo que hablamos también es de las enormes tragaderas de una sociedad enferma capaz de asumir la corrupción institucional como un perdonable acto de debilidad ante la tentación, y no como una repugnante práctica mafiosa.

     
    El firmante de After demuestra una vez más ser un gran director de actores, lo comprobamos en el retrato realista e hipnótico de unos personajes cercados por sus defectos, debilidades, ineptitud y falta de escrúpulos (el caso de Roldán) o por la ambición y el riesgo aventurero como es el caso de ese hombre de humo llamado Francisco Paesa. Y si espléndida es la recreación que Carlos Santos hace de un Luis Roldán superado por los acontecimientos, temeroso, perseguido, arrepentido y en vías de expiar sus pecados a un precio asumible, magnífica es también la caracterización que de Paesa logra Eduard Fernández, al que da oxígeno con gran magnetismo en sus labores de agente secreto y conseguidor, pero también en las más domésticas con su distante esposa. Unos personajes que nos acercan a la caricatura de lo que ha sido, es, y siempre será España.


     Francisco Paesa es un mentiroso, cierto, tanto que hizo de la mentira su mejor refugio y sacando beneficio del engaño tuvo mil caras: diplomático, espía, traficante, playboy, estafador, empresario… pero tal vez, consciente de que su vida no debería servir como ejemplo para nadie, siente cierta compasión cuando el que fuera director de la Guardia Civil se derrumba sintiendo incluso la tentación de suicidarse al ver las fotos en Interviú de su orgía y destaparse su falso currículum. Pero Roldán es un cobarde, y la piedad que siente Paesa no le nubla hasta el punto de tener que desbaratar su plan de quedarse con los 1.500 millones de pesetas de los fondos reservados y hacer pasar por una detención lo que realmente fue una entrega protagonizada por personajes falsos (el capitán Khan era un camarero vietnamita cojo).

      
     El hombre de las mil caras nos enseña que España jamás ha visto transformada su faz por la instauración de la democracia, que seguimos siendo los mismos de siempre. Que ningún estado de derecho puede limpiar la sangre, el moho, la pringue y el óxido acumulados desde siglos, que nuestra historia se oculta tras una cortina transparente de resignación, avaricia, mentiras, fango y vómitos, una España que fabrica héroes de cartón piedra sirviendo siempre a intereses espurios. Y que sólo por eso, somos diferentes. 


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