lunes, 25 de abril de 2016

CRÍTICA: “TORO” (Kike Maíllo, 2016)

Los ojos de la virgen
TORO êêê
DIRECTOR: KIKE MAÍLLO.
INTÉRPRETES: MARIO CASAS, LUIS TOSAR, JOSÉ SACRISTÁN, CLAUDIA CANAL, INGRID GARCÍA JOHNSON, JOSÉ MANUEL POGA
GÉNERO: THRILLER / ESPAÑA / 2016  DURACIÓN: 100 MINUTOS.        


    Segunda película de Kike Maillo tras la aseada Eva (2011) uno de los pocos y más aceptables ejemplos de ciencia ficción española. Toro es un thriller de acción con un guión de Rafael Cobos (Grupo 7) y Fernando Navarro (Anacleto, agente secreto) en donde Mario Casas y Luis Tosar, protagonistas absolutos de la cinta, se ven acompañados por José Sacristán, Ingrid García Johnson, José Manuel Poga y la niña Claudia Canal. Distribuida por Universal Pictures y producida por Apaches Entertainment, Atresmedia Cine, Escándalo Films y ZircoZine.

      
     Si el pasado te persigue, de nada vale que trates de huir de él. Un trágico suceso provoca que Toro (Mario Casas) vaya a la cárcel. Allí pasará aislado cinco años de su vida. Pero, a pesar de su rebeldía, Toro intenta dejar atrás su oscuro pasado, ya que es la única manera de reinsertarse tratando, además, de no meterse en líos y tener una vida normal con su novia Estrella (Ingrid García Johnson). No obstante, con su familia las cosas se complican, y Toro se ve envuelto en una serie de sucesos provocados por viejas heridas sin cicatrizar. Al salir de la cárcel, Toro se encuentra con su desastroso hermano, López (Luis Tosar) que le meterá en un lío gordo. Y es que, López ha robado a un peligroso perista, Rafael Romano (José Sacristán) y ahora huye junto a Diana (Claudia Canal) su pequeña hija. Es entonces cuando los tres se ven inmersos en  un peligroso viaje, durante 48 horas frenéticas, por una Andalucía violenta, mítica y salvaje. Un viaje en el que los dos hermanos se verán obligados a reconciliarse para salvar sus días.


       Con clara influencia del cine norteamericano de los 70 y los cercanos ecos referenciales de Drive (Nicolas Winding Refn, 2011), Toro está lejos de ser una película redonda, pero Maíllo arriesga construyendo un thriller atípico dentro de la cinematografía patria para dibujar a un héroe prototípico trasplantado a la región más luminosa, peculiar y agreste del sur de Europa: Andalucía, territorio místico y mitológico fotografiado para que luzcan con insultante desfase las huellas de un desarrollismo descontrolado y hortera que acabó convirtiendo sus hermosas playas en un laberinto impersonal de ladrillo y cemento. Por ella se mueve Toro/Mario Casas, un delincuente en busca de redención a quien la cámara quiere y cada día que pasa es mejor actor a pesar de que progresa poco en su torpe dicción, pero si hay algo que se ajusta a su personalidad explosiva es un relato en donde tenga que demostrar su fuerte temperamento y sus dotes para la acción. Como en este thriller en donde las circunstancias le harán caer en una espiral de violencia cuando su deseo es llevar una vida anodina y tranquila junto a su novia, una Ingrid García Johnson con un papel poco sustancial. Pronto comprobará lo difícil que es dejar atrás su pasado delictivo como lugarteniente del jefe mafioso Romano, su mentor, un enorme José Sacristán que representa el horror sin el más mínimo pestañeo, y cuya codicia sólo es superada por su sed de sangre y venganza.


      Con una intro que fusiona el opening de True Detective y los title sequence de la saga James Bond, en Toro flojea el guión de una historia cosida por mil hilvanes narrativos, visuales y escénicos, con un Maíllo intentando atrapar las esencias neo-retro de films magistrales como el citado Drive, e incluso de la indonesia The Raid en el clímax final, pero que no encuentra el tono emocional y le falta valentía para hacer creíbles algunas situaciones y personajes perfilados de manera apresurada, y que en ocasiones resultan más artificiosos que las patillas postizas de Mario Casas. Aun así, el artefacto funciona aceptablemente a pesar de la sensación déjà vu y el final previsible.

       
     Y es que Kike Maíllo logra imprimir ritmo a un relato recargado de simbología católica (siempre teñida de sangre) al que le falta personalidad, consistencia para ir un poco más allá en secuencias que o bien resultan inverosímiles o carecen de fuerza. Si bien Luis Tosar (a quien también le agradeceríamos que vocalizase mejor) cumple con su rol de hermano pardillo de Toro para quien es un auténtico dolor de muelas, y cuyos oscuros trapicheos acabarán condenando los sueños del delincuente en vías de reinserción, la dirección está necesitada de una dinámica más potente e imaginativa, de una mayor frescura para que en determinados momentos los personajes sean conscientes de dónde está el límite de lo caricaturesco. Con una banda sonora atractiva que incluye canciones de India Martínez y Bambino y una espectacular iluminación, Toro, que acaba derivando en una frenética road movie con secuencias de persecuciones bien rodadas, guarda un tesoro dentro de su infernal itinerario: la niña de ojos grandes Claudia Canal dando oxígeno a la hija de López/Luis Tosar, un personaje en el que no es preciso profundizar porque todo en ella es transparente a través de sus bellos y dulces gestos y su serena mirada. 


      Puede que Toro sea una apuesta demasiado convencional en su género, puede, incluso que todo esté milimétricamente calculado para que así resulte, que como todo (anti)héroe existencialista, al desdichado protagonista sólo le quede el refugio del sueño y el amor entre el vacío y la nada, pero entre los ritos extravagantes de la Semana Santa y el filo de una navaja se encuentra nuestro destino, la desgracia de un país de malos hermanos. Y puede que la sangre derramada y las ansias de venganza ciega, seca y bestial (los ojos de la virgen) sean los signos identitarios más reconocibles de un país en donde la avaricia es la gangrena que pudre los sentimientos... y entre rezos y puñaladas vamos forjando nuestro futuro.

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