miércoles, 13 de abril de 2016

CRÍTICA "LA INVITACIÓN" (Karyn Kusama, 2015)

Un hallazgo importante
LA INVITACIÓN êêêê
(THE INVITATION)
DIRECTOR: KARYN KUSAMA.
INTÉRPRETES: LOGAN MARSHALL-GREEN, TAMMY BLANCHARD, MICHIEL HUISMAN, JOHN CARROL LYNCH, MIKE DOYLE.
GÉNERO: THRILLER / EE. UU. / 2015  DURACIÓN: 90 MINUTOS.   

       
   Puede resultar sorprendente, pero Karyn Kusama, la directora de aquella fallida aventura distópica  protagonizada por Charlize Theron, AEon Flux (2005) y de aquel pueril invento de pseudoterror titulado Jennifer´s Body (2009), con Megan Fox como principal estrella y un estridente guión escrito por Diablo Dody, ha firmado una de las películas más inquietantes, hipnóticas y espeluznantes de la última década. Y lo ha logrado con un presupuesto ajustadísimo y una galería de buenos actores prácticamente desconocidos para el gran público. La película provocó una verdadera conmoción en el pasado Festival de Sitges, alzándose con el premio a la Mejor Película. El film está producido por Gamechanger Films, productora que basa su filosofía en la igualdad de oportunidad de géneros financiando proyectos independientes dirigidos solo por mujeres, y cuenta además con un guión escrito por el marido de la directora, Phil Hay.

      
     La historia es la siguiente: Will (Logan Marshall-Green) y Eden (Tammy Blanchard) formaban un matrimonio feliz hasta que perdieron a su hijo años atrás. El trágico suceso provocó que Eden desapareciera de la noche a la mañana sin dejar rastro. Pero Eden ha vuelto a Los Ángeles, se ha casado de nuevo y algo parece haber cambiado en ella. Es algo que Will comprobará cuando recibe una invitación de Eden para celebrar los buenos tiempos junto a ella y los viejos amigos. Will acude a la cita con su pareja, Kyra (Amayatzy Corinealdi) y una vez en la casa siente como Eden se comporta de un modo extraño, como si algo turbador e irreconocible se hubiera apoderado de ella. Will está convencido de que Eden y su marido, David (Michiel Huisman) tienen unos planes siniestros para sus invitados.
     

     La acción de la cinta transcurre casi en su totalidad dentro de las paredes de una lujosa casa situada en las colinas de Hollywood, un fascinante entorno que suele albergar a familias de clase media-alta con profesiones liberales y muy bien remuneradas. No obstante, el grupo de invitados resulta tan heterogéneo en su diversidad psicosocial como los estereotipos a los que representan: parejas interraciales u homosexuales, con problemas conyugales, el gordito impertinente y simpático, el invitado que parece fuera de lugar y de oscuro pasado,  la invitada desinhibida, la puritana que se siente incómoda cuando empiezan los jueguecitos… 
   

     Kusama disemina pistas de que algo extraño pasa desde el mismo momento en que Will y su pareja ponen los pies en la casa, marcando las pautas de una tensión que va aumentando en cada escena, in crescendo de tono surrealista y paranoico dentro de una atmósfera cada vez más asfixiante que encuentra en Will (y su profunda herida emocional) el elemento distorsionador de una velada entre amigos que dista mucho de ser un reencuentro entrañable. Kusama, con buen pulso y una excelente labor de dirección de actores, dota a la función de una ambientación claustrofóbica y alucinada jugando de manera magistral con los espacios interiores, en donde se desarrolla la catarsis sentimental de un grupo de antiguos amigos que derivará en una orgía sangrienta provocada por la locura y el fanatismo de unos  torpes y enajenados visionarios.

                                                                        
      La Invitación, además de un espléndido y terrorífico thriller sobre los peligrosos artificios que buscan los seres humanos para refugiarse y despojarse de los traumas del pasado y las insatisfacciones de la propia existencia, se eleva también como un grito de alerta, tal vez de auxilio, de una generación desnortada que busca sensaciones con las que rellenar su vacío, vidas incapaces de disfrutar de las cosas sencillas y bellas e instaladas en el capricho y el confort como válvulas de escape de una realidad deprimente. De ahí el demoledor plano final.


     Dicho está, lo mejor de La Invitación no surge de las señales, giros e imprevistos de una historia que anuncia un clímax previsible, sino de su perturbadora y delirante atmósfera, que confiere al espacio una dimensión malsana, y revela un peligro inherente tan físico como cercano, tan agobiante como amenazador. Así, la función avanza con la precisión de un reloj suizo por un laberinto de engaños y trampas en donde la incomodidad se siente con la misma presión dentro como fuera de la pantalla, hasta que la tensión acumulada estalla de manera seca, cortante y brutal, algo que podíamos intuir a través de la psicología de algunos personajes, siervos devotos y demenciales de una de esas sectas del fin de los días. Un hallazgo importante. 


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