lunes, 22 de septiembre de 2014

MIS FAVORITAS DEL CINE ESPAÑOL: "SECUESTRADOS"

SECUESTRADOS êêêê
DIRECTOR: MIGUEL ÁNGEL VIVAS.
INTÉRPRETES: FERNANDO CAYO, MANUELA VELLÉS, ANA WAGENER, GUILLERMO BARRIENTOS, DRITAN BIBA, MATIJIN KUIPER.
GÉNERO: TERROR / ESPAÑA / 2010  DURACIÓN: 85 MINUTOS.    
       
   Aunque se trate de una perogrullada, voy a insistir sobre una cuestión que seguro resulta más preocupante para todos aquellos que viven en una tranquila y lujosa zona residencial rodeados de las más sofisticadas medidas de seguridad: créanme, a la hora de la verdad todas esas costosas medidas resultan dolorosamente inútiles, pregunten a José Luís Moreno. Es duro reconocerlo, pero el hogar, el lugar más sagrado que como individuos tenemos para expresar íntimamente nuestra libertad individual/emocional, puede ser en cualquier momento profanado sin que podamos hacer nada para evitarlo. Esa verdad está ahí afuera, y SECUESTRADOS demuestra que la simple rotura de un cristal basta para que se desate la peor de las pesadillas de una forma automática y brutal. El sevillano Miguel Ángel Vivas (Reflejos, 2003), se sirve de algo tan de moda como el temible secuestro exprés (que consiste en retener a los inquilinos en su propiedad y amenazarlos hasta conseguir el máximo dinero posible en pocas horas), para componer toda una sinfonía hiperrealista del horror con tan sólo doce planos-secuencia.


    La trama de este magnífico film se desarrolla más o menos así: El acomodado matrimonio formado por Jaime (Fernando Cayo) y Marta (Ana Wagener), se traslada con su hija Isabel, (Manuela Vellés), a una lujosa urbanización a las afueras de Madrid. La mudanza ha sido agotadora y celebran el traslado con una cena familiar y descorchando una botella de champán. Es entonces cuando, de repente, irrumpen en el nuevo hogar tres encapuchados albaneses que, desarrollando una violencia bestial, retienen a los miembros de la familia. Mientras el líder de los asaltantes sale con el padre y con todas las tarjetas de crédito y las claves de las del resto de la familia en busca de un cajero automático, las dos mujeres quedan secuestradas en su misma casa por los otros dos encapuchados. La tensión irá in crescendo hasta estallar en una explosión de violencia atroz.


      Miguel Ángel Vivas nos regala una obra de culto instantánea, de una violencia extasiante, seca, extrema y sin florituras, y como siempre habrá quien le acuse de desplegar una violencia gratuita, yo me seguiré preguntando ¿qué tipo de violencia no lo es? Lo importante es que derrocha verosimilitud reflejando una realidad tristemente cotidiana en nuestro país, a la cabeza de Europa en cuanto a número de asaltos violentos, y donde más allá de la incapacidad de nuestra sociedad para procesar esa tragedia mayestática tan reconocible (el escenario se convierte en un tablero infernal en el que seres racionales utilizan la palabra en un intento inútil para ganar la partida a otros seres que sólo se mueven por instintos), el film encuentra su mayor virtud en su feroz naturalismo, en los efluvios orgánicos, la fisicidad y cercanía del drama. Esa casa que actúa como un personaje más y en donde la tensión se puede cortar con un cuchillo, salpicándonos de lágrimas, sudor y sangre, electrizando nuestros tímpanos con gritos desgarradores, respirando el hálito de la desesperación y el sadismo en un hogar convertido ya en una brutal coreografía del pánico no apta para un público sensible. Lo logra gracias a las impecables actuaciones de un elenco en estado de gracia ante el complicado reto de unas secuencias extraordinariamente dilatadas.
     


      Precedida de referencias tan significativas como De repente (Lewis Allen, 1954), 37 horas desesperadas (Michael Cimino, 1990), La habitación del pánico (David Fincher, 2002), Los Extraños (Bryan Bertino, 2008), y sobre todo Funny Games (Michael Haneke, 1997), una propuesta, en todo caso, más intelectual y mucho menos visceral que esta orgía arrebatadora en que se convierte SECUESTRADOS, el cineasta andaluz otorga coherencia a la trama con un contundente prólogo sobre un hecho real que sitúa la acción en el alarmante contexto histórico en que nos encontramos. No escatima en recursos técnicos con esa cámara que a modo de ojo de cíclope no pierde detalle y sigue la acción de forma obsesiva, o esa pantalla dividida que nos muestra dos situaciones diferentes que tienen lugar al mismo tiempo y que se desarrollan en el mismo lugar. En fin, una dirección enérgica, un espléndido guión, un poderoso empaque visual, excelentes interpretaciones, una historia estremecedora narrada sin concesiones ni metáforas ni análisis sociales ni piedad con una platea que intenta combatir íntimamente el miedo repitiendo: “es sólo una película, es sólo una película, es sólo una película… ”

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