miércoles, 15 de octubre de 2014

CRÍTICA: DOS DÍAS, UNA NOCHE (DEUX JOURS, UNE NUIT)

El drama del paro en la Europa insolidaria
DOS DÍAS, UNA NOCHE êêêê
(DEUX JOURS, UNE NUIT)
DIRECTORES: JEAN-PIERRE Y LUC DARDENNE.
INTÉRPRETES: MARION COTILLARD, FABRIZIO RONGIONE, CATHERINE SALÉE, OLIVIER GOURMET, CHRISTELLE CORNILL.
GÉNERO: DRAMA SOCIAL / BÉLGICA / 2014  DURACIÓN: 95 MINUTOS.   


    Este desgarrador relato sobre la crisis económica que asola a Europa en los últimos años gira en torno a Sandra (Marion Cotillard), una mujer casada y con dos hijas que dispone de un fin de semana para ir a ver a sus compañeros de trabajo y convencerles de que renuncien a su paga extraordinaria para que ella pueda conservar su trabajo, su marido, Manu (Fabrizio Rongione), la acompaña para que se sienta apoyada. Dirigida por Jean-Pierre y Luc Dardenne (Rosetta, El Hijo, El Niño de la Bicicleta) con dos Palmas de Oro en su haber (Rosetta, 1999, y El Niño, 2005) nos vuelven a poner un nudo en la garganta narrando el triste periplo de una mujer que cuenta con dos días y una noche para convencer a sus colegas de que en la votación que se celebrará el lunes en su trabajo renuncien a su bonificación de 1000 euros para que ella pueda seguir trabajando junto a ellos, de su sueldo depende la supervivencia de su familia y que pueda seguir pagando su hipoteca.


      Y resulta verdaderamente amargo ver a la espléndida y creíble Marion Cotillard en su deprimente itinerario llamando de puerta en puerta para suplicar a cada uno de sus compañeros que renuncien a su prima y la apoyen para que pueda seguir trabajando. En el film, rodado con cámara en mano que sugiere un tono naturalista, los hermanos Dardenne nos obligan a percibir la sombra de la depresión, el miedo, el llanto, el orgullo herido de la protagonista y la miseria también al otro lado de esas puertas, en donde esperan esos mil euros para tapar algún agujero. El neorrealismo está más de moda que nunca en estos tiempos grises de crisis y tormentos, un cine social con alma pero sin melodramatismo y una estremecedora pulsión pegada a la realidad.


      DOS DÍAS, UNA NOCHE es cine para golpear conciencias, un cine que como ya hicieran en la que es para mí su mejor película, La Promesa (1996), nos abre la puerta de una Europa insolidaria en donde cada vez importan menos los sentimientos y problemas ajenos, de una clase obrera viciada que arroja a la basura su dignidad por unos pocos euros. Al mismo tiempo es una película luminosa y minimalista que nos habla de una pequeña epopeya, la de una mujer que lucha por algo tan esencial como la supervivencia, por mantener su puesto de trabajo y que se ve acechada otra vez por el monstruo de la depresión ahora que estaba abandonando sus fauces.


       Estamos, en realidad, ante un film sobre el drama íntimo, sobre los miedos y angustias que asolan a millones de obreros y su permanente humillación, reflejada en la fragilidad de una Marion Cotillard superlativa que ruega compasión sacando fuerzas de flaqueza, en su mirada y cansancio sentimos la emoción y el sufrimiento que pueden servir de antesala a la definitiva oscuridad. Vale la pena valorar el esfuerzo de todo el elenco, que aportan dosis complementarias de realismo mostrando sus reacciones y debilidades (atención a la secuencia en la que visita al colega que en sus ratos libres entrena a un equipo de fútbol de barrio) y que nos regalan momentos de una acongojante emotividad. Pero los Dardenne están empeñados en iluminar las tinieblas encendiendo una llama a la esperanza con la sonrisa de Sandra en ese final sublime y apoteósico, dejando entrever que si una puerta se cierra es posible que otra se abra, y que a veces es mejor renunciar que traicionar los principios humanistas que deben imperar en toda civilización avanzada. Un film magnífico.

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