viernes, 25 de enero de 2013

LOS 80 FUERON PLÁSTICO: NUEVE SEMANAS Y MEDIA


      
       Después de muchos años he tenido la desfachatez de volver a ver NUEVE SEMANAS Y MEDIA (Adrian Lyne, 1986) y, sinceramente, la película no ha ganado con el tiempo. Poco importa porque lo que este cronista perseguía con el nuevo visionado era rememorar algunas sensaciones que me produjo el film erótico más mítico de los 80 en el momento de su estreno, unos años en que la decadencia del cine “S”, el neoconservadurismo de la era Reagan, la irrupción del feminismo más rancio y excluyente y la terrible guadaña del sida habían impuesto un nuevo orden mojigato y reaccionario. 

   Pero ahí estaba el gran Adrian Lyne para invertir los tiempos y redefinir  un nuevo concepto de sensualidad que nos enseñó que la nata, la mermelada y el sirope de frambuesa servían para algo más que para hacer más deliciosos los postres y las tostadas. Todo un éxito debido en parte al gran atractivo de sus dos icónicos protagonistas, un Mickey Rourke y una Kim Basinger en su máximo esplendor en la hierba e inmortalizados ya en el Olimpo de los mitos eróticos.


      Desde su carácter fast-food, estética publicitaria y videoclipera e impostada elegancia, la historia de esos dos yuppies (ella, galerista de arte, él, broker en Wall Street), que inician una tórrida relación, alcanza su máximo punto de ebullición con el striptease de alto voltaje que la espectacular rubia brinda a su partenaire mientras en estéreo berrea Joe Cocker su cansino “You Can Leave Your Hat On”, reflejando así la más universal de las fantasías. 


      No obstante, me gustan más las escenas rodadas en  atestados bares de mala muerte y atmósferas irrespirables, en los callejones lluviosos de los barrios más insalubres, en húmedos subterráneos urbanos donde el agua cae en cascada sobre la pareja en el gozo de lo prohibido, y el bueno de Mickey Rourke que baja su boca al pilón buscando esencias del deseo irreprimible, tratando de respirar el aura eterna de una relación que sólo durará nueve semanas y media. Los 80 fueron plástico y yo los viví desde sus más lúdicos meandros.  


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