Los prejuicios de una sociedad hipócrita
“VOTEMOS” êêê
DIRECTOR: Santiago Requejo.
INTÉRPRETES: Raúl Fernández, Clara Lago, Tito
Valverde, Gonzalo de Castro, Neus Sanz, Christian Checa, Charo Reina, Pepe
Carrasco.
GÉNERO: Comedia negra / DURACIÓN: 88 minutos / PAÍS: España / AÑO: 2025
El tercer largometraje de ficción de Santiago Requejo se convierte en su mejor obra hasta la fecha y nos sitúa en un edificio de Madrid con una comunidad de vecinos que se reúne para votar si cambian el viejo ascensor. Sin embargo, la inesperada noticia de que un nuevo inquilino que padece una enfermedad mental va a alquilar el piso de uno de los propietarios, cae como una bomba en la reunión, que toma un improvisado rumbo.
Película basada en un cortometraje del director y su propia obra de teatro, lo fascinante de Votemos es que convierte lo más rutinario y anodino -la reunión de una comunidad de vecinos- en un campo de batalla ético-moral. A Santiago Requejo no le interesa la intriga ni la evidente denuncia apoyándose en los códigos genéricos de la comedia ligera: lo que filma es un espejo tan perturbador como identificable en donde cada personaje refleja actitudes reconocibles y repudiables, pero que pocos queremos admitir como propias.
La mayor virtud de la película, en formato de teatro filmado, no es la temática -que atraviesa toda la trama- de la salud mental en sí, sino como lo convierte en eje de un microcosmos de prejuicios cotidianos: el egoísmo del que teme las molestias que el nuevo inquilino puede causar, la hipocresía del que presume de ser tolerante hasta que la situación pide que lo demuestre, la comodidad de quien se abstiene de opinar para no complicarse la vida. Aquí no hay villanos caricaturescos; lo alarmante es descubrir lo razonables que parecen ciertos argumentos excluyentes cuando se camuflan de sentido común.
El buen reparto coral sostiene la película con interés y nadie se adueña de el escenario porque la historia necesita que todos sean piezas que forman parte de un engranajes social, y cada interpretación aporta un matiz reconocible: la vecina conciliadora abrumada por la soledad, la mujer empática que carga con sus propios problemas de salud, el profesor jubilado y desconfiado, el vecino de ideas ultraconservadoras y familia desestructurada, el joven estudiante que se mueve entre la comprensión y el recelo, o la mujer que no sabe nada de la vida de su hija. Y en medio de todos ellos, el propietario del piso, asfixiado económicamente y que necesita urgentemente alquilar el piso.
El tono tragicómico funciona como un arma de doble filo: el humor suaviza la crudeza, pero también expone la ridiculez y patetismo de algunos prejuicios. Nos reímos, sí, pero la risa pronto nos delata. Y en ese efecto espejo radica la virtud y fuerza de la película, que nunca nos sermonea, aunque sí nos inquiere para preguntarnos qué votaríamos nosotros si nos encontrásemos en ese salón.
Votemos no revoluciona el lenguaje
cinematográfico ni es una obra mayor como Doce hombres sin piedad, pero tampoco esa es la
intención de Requejo. Su apuesta está en las aristas afiladas que proyecta su
argumento y en el inquietante retrato social que, con humor corrosivo y crudeza,
nos muestra. Lo consigue porque cuando la función termina tienes la sensación de que
la auténtica locura no es la enfermedad mental, sino la ligereza con que
juzgamos desde la ignorancia y los prejuicios.
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