Se convertirá en una joya de culto
“BALA PERDIDA” êêêê
(CAUHGT STEALING)
DIRECTOR: Darren Aronofsky.
INTÉRPRETES: Justin Butler,
Zöe Kravitz, Matt Smith, Regina Smith, Liev Schreiber, Vincent D’Onofrio,
Griffin Dunne, Bad Bunny.
GÉNERO: Thriller / DURACIÓN: 109 minutos / PAÍS: EE.UU. / AÑO: 2024
La nueva película de Darren Aronofsky tras La ballena (2022) nos sitúa en la Nueva York de finales de los 90. Hank (Justin Butler) era una gran promesa del beisbol en el instituto, pero como consecuencia de un accidente ya no pudo seguir jugando. La cosa ahora no le va mal, tiene una novia estupenda Yvonne (Zöe Kravitz), trabaja de camarero en un garito de la ciudad y su equipo favorito está sorprendentemente luchando para ganar el campeonato. Cuando su vecino punki Russ (Matt Smith), le pide que cuide de su gato durante unos días, Hank se ve atrapado entre un variopinto grupo de gángsteres amenazantes. Todos quieren algo de él; el problema es que él no sabe por qué.
La elección de Hank Thompson como personaje protagonista no es casual. Aronofsky suele trabajar con figuras que, en apariencia, son personas ordinarias que terminan atrapadas en dinámicas que las superan. Aquí Hank encarna al héroe trágico, un sujeto que en el pasado pudo aspirar a algo grande (figura del beisbol como símbolo americano), pero la mala suerte condicionó su ramplón destino. En términos filosóficos, Hank es un personaje arrojado al mundo en un sentido heideggeriano: no elige las circunstancias, sino que está obligado a vivir en medio de fuerzas que lo superan. El encargo banal de cuidar un gato se convierte en el detonante de una espiral de violencia y crímenes, recordándonos cómo el azar mínimo puede alterar radicalmente la existencia.
La función también puede leerse como una alegoría del capitalismo obtuso, en el sentido de Fredric Jameson: un mundo donde la vida cotidiana está permanentemente atravesada por el crimen, lo financiero, lo mafioso, lo corrupto. Así, la violencia ya no es una excepción, sino la atmósfera que se respira. Aronofsky plasma este estado a través de una Nueva York sucia y decadente en los últimos años de la década de los 90, donde todas las fuerzas (mafias rusas, gángsteres judíos, policías corruptos), parecen reflejar la misma lógica: sobrevivir implica apropiarse de lo ajeno, robar, incluso si ese robo es del tiempo, la salud o la dignidad del otro.
El título original, Caught Stealing (Atrapado robando), no es sólo literal, todos los personajes están robando algo para mantenerse a flote. Lo robado no son únicamente objetos o dinero, sino identidades, pasados y posibles futuros. La experiencia de Hank encarna también lo que Albert Camus describiría como sensación del absurdo. La vida de Hank carece de un propósito trascendente: no es un héroe ni un villano, ni siquiera un antihéroe clásico. Es un hombre arrastrado por la vorágine de un mundo que ha perdido el norte.
Su tragedia, entonces, es la banalidad del destino: no fracasa por una gran culpa moral, lo hace por una sucesión de golpes de azar y mínimos errores. Cuidar un gato, aceptar un favor, estar en el lugar y el momento equivocado. El azar como fuerza que desarticula cualquier narrativa de sentido estable. El gato, que sirve de chispa para incendiar la trama, no es un detalle anecdótico, sino un símbolo: el componente animal, que no obedece a una racionalidad humana, es lo que desordena la vida de Hank. Aronofsky, que en otras películas ha explorado obsesiones religiosas o corporales, aquí introduce lo animal como alteridad radical: un recordatorio de que el mundo no responde a nuestra lógica ni a nuestros deseos. En este sentido, Hank es como un sujeto kafkiano atrapado en una red laberíntica, donde lo absurdo y lo violento se impone como norma.
El asesinato brutal e inútil de uno de los personajes esenciales en la vida de Hank, funciona como uno de los momentos más perturbadores de Bala perdida. No sólo por su inocencia, también porque corta de raíz el único vínculo afectivo estable de Hank y además carece de una justificación narrativa clásica. No es un sacrificio heroico ni un catalizador para que el protagonista evolucione: es un asesinato gratuito, desprovisto de un verdadero sentido, un recordatorio del carácter arbitrario y absurdo de la violencia que desvela lo frágil y aleatorio de la existencia.
Como en Réquiem por un sueño o El luchador, el cuerpo vuelve a ser el eje. Hank sufre físicamente: palizas, persecuciones, torturas. Pero el cuerpo no se entiende sin la ciudad: Nueva York se nos aparece casi como un antagonista, un organismo vivo que devora, persigue encierra y aplasta. La dialéctica cuerpo/ciudad recuerda a Focault: cuerpos disciplinados, vigilados, castigados, que sin embargo intentan resistir. Hank encarna esa resistencia mínima -no quiere ganar- sólo sobrevivir, mantener su integridad.
En última instancia, Bala perdida no es sólo un thriller de supervivencia, sino una reflexión sobre la vida contemporánea: todos robamos y somos robados, el azar revela la debilidad de nuestras narrativas de control y la violencia deja de ser una excepción y se convierte en una atmósfera vital. Aronofsky, fiel a su estilo, muestra que el ser humano está atrapado entre la búsqueda de un sentido vital y el reconocimiento de que ese sentido no existe más allá de nuestra necesidad de inventarlo.
En este sentido, Bala perdida
puede leerse como como una actualización del absurdo camusiano: Hank no elige
la violencia, pero tampoco puede escapar de ella. Su supervivencia depende de su capacidad de resistir, pude que un gesto inútil pero profundamente humano. La función,
aunque pueda parecerlo, nos aboca a un final amable pero no feliz, es posible que la huida al
paraíso de Hank no tenga fin, y aunque así fuera, por el camino se ha
dejado jirones de su vida y su alma imposible de restaurar. Se siente vacío,
mutilado en lo emocional, con poca fe en que el mundo se instale el orden natural y la justicia.
No hay catarsis, ni aprendizaje redentor. Nadie sale indemne de un mundo
gobernado por la fatalidad y la violencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario