martes, 16 de mayo de 2017

EVA MENDES EN "THE SPIRIT" (Frank Miller, 2008)


¿Film de culto o bufonada?
       
      En el verano de 1940 vio la luz uno de los personajes más peculiares, simbólicos e influyentes de la historia del cómic, "Spirit". Su creador, Will Eisner –un auténtico genio con el lápiz- había recibido una oferta de Busy Arnold, dueño de Quality Comics, para coordinar una revista de tiras cómicas que aparecería como encarte en los principales periódicos de Estados Unidos. Esa fue la génesis de un personaje que va camino de cumplir los 70 años como protagonista de unas historias con las que Eisner revolucionó el panorama del 9º Arte con sus múltiples aportaciones, hasta el punto de que corre la leyenda –probablemente falsa- de que Orson Welles se inspiró en sus encuadres para la creación de Ciudadano Kane. Spirit, con su traje azul añil, impactante corbata roja, sombrero Fedora de ala ancha, guantes e insustituible antifaz, vivía en la piel de Denny Colt, un abnegado detective criminalista que combatía el crimen en Central City, antes de que el destino le convirtiera en un héroe sin atributos, o mejor, sin superpoderes. Ocurrió el día en que el chiflado Dr. Cobra decidió inmovilizar a toda la ciudad utilizando una sustancia química, con tan mala suerte que, al tratar Colt de impedirlo, fue el primero en quedar inmovilizado, pasando a partir de entonces a vivir en un estado especial como Spirit.    

     
    Seguramente, las constantes y la atmósfera de cine negro de la obra del ya fallecido  Eisner (luces de neón en la noche asfixiante y eterna, callejones oscuros y amenazadores, garitos infectos y mal iluminados, muelles gélidos y abandonados, las idas y venidas de los tranvías, puentes y alcantarillas que sirven de refugio a mendigos y maleantes, huellas en la nieve, sombras en las desoladas avenidas… ), cautivaron tanto a su amigo, el gran Frank Miller, como para atreverse a dirigir su primera película en solitario (codirigió Sin City junto a Robert Rodríguez adaptando sus propios cómics), en un ejercicio que sigue explorando el camino iniciado en aquella para presentar un fastuoso ejercicio de fusión entre el séptimo y noveno arte: Es la historia de Denny Colt (Gabriel Macht) un detective que tras ser asesinado vuelve misteriosamente  a la vida convertido en el incansable luchador contra el crimen llamado Spirit. Un héroe con antifaz y sin poderes sobrenaturales determinado a mantener su amada ciudad, Central City, a salvo del crimen. En su misión por limpiar las calles de delincuentes busca acabar con el peor de todos, Octopus (Samuel L. Jackson), que realiza sus fechorías en la ciudad y asesina a cualquier pobre desgraciado que le ve la cara, en alianza con su diabólica compañera Silken Floss (Scarlett Johansson). A pesar de lo ocupado que le tiene esa misión, siempre encuentra tiempo para rodearse de espectaculares bellezas, como la codiciosa y sensual Sand Saref (Eva Mendes), la única mujer capaz de romperle el corazón.
   
   
   Actualmente, el uso de la tecnología, la pantalla verde y las imágenes generadas por ordenador pueden ofrecer a un cineasta las mismas posibilidades que la mano a un artista del lápiz o el pincel. Bajo este incontestable precepto, el visionario Frank Miller (junto con Alan Moore el historietista más adaptado a la pantalla grande), se autoproclama como receptor natural del espíritu artístico de Eisner para intentar una aproximación cinemática de ese laberinto radial y claustrofóbicamente urbano por donde pululan unos personajes rehenes de sus propias caricaturas, un esquematismo seguramente derivado de la pasión por una ciudad (Nueva York camuflada bajo el nombre de Central City) erigida como protagonista principal de cualquier film con un toque noir apreciable (todo esos carteles publicitarios del film con tintes expresionistas y mensajes como “Mi ciudad grita”).


    Lo que si me parece muy simplista es acusar a Miller de parecerse mucho a sí mismo por utilizar un envoltorio similar a Sin City –el uso del blanco y negro, los grises matizados y unas gotas de color como elemento neurálgico-, aunque sería inútil recordar que, además de tratarse del mismo autor, aquella fórmula funcionó, si bien en esta ocasión se echa mucho en falta el pulso de Robert Rodríguez.

      
   Cierto que en The Spirit lo que al final subyace es una obsesión estética partiendo de una relectura de los elementos icónicos que más interesan a Miller del material adaptado, cuestión que hace que el director se olvide del pulso narrativo, de la concreción de unos diálogos sugerentes y hasta de hilar una trama que brilla por su ausencia, consecuencia de un montaje torpe. Como desde Sin City no se puede hablar de originalidad en este campo visual, hay que subrayar que Frank Miller está tan verde en la dirección de actores como la pantalla que utiliza (o Gabriel Macht es muy mal intérprete  o está mal dirigido, lo mismo ocurre con las actrices de las que sólo salvamos mínimamente el trabajo de Eva Mendes, ¡y qué decir un Samuel L. Jackson metido como un histrión con calzador en todas las rarezas!). 


    Manido también el desarrollo argumental de un libreto aburrido carente de explicaciones esenciales y que resalta tópicos (el justiciero actuando como el alma de la ciudad y enfrentado a su grotesca némesis, mientras los policías parecen meros elementos decorativos). Resulta evidente que se ha cuidado el dotar de empaque a la espléndida labor de vestuario, sobre todo en los glamourosos diseños de las exuberantes mujeres, y en una fotografía que sin duda es lo mejor de la cinta, creando auténticas viñetas a partir de una conjunción alambicada de efectos especiales y portentosos planos en blanco y negro. A The Spirit, sin término medio, se la amará -elevándola a obra de culto- u odiara –tildándola de bufonada-, por lo que este crítico se queda en mosqueante  fuera de juego.

BONO REGALO: SCARLETT JOHANSSON EN "THE SPIRIT"

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