jueves, 4 de mayo de 2017

CRÍTICA: “COLOSSAL” (Nacho Vigalondo, 2016)

   

"COLOSSAL"êêêê
   
   
   Desde su debut con la original y espléndida Los cronocrímenes (2007) Nacho Vigalondo no me había dado muchos motivos para aplaudir su obra. No me sedujo nada Extraterrestre (2011) plúmbeo relato romántico de tono experimental y sin chispa de gracia. Y fallida fue también su aproximación a los abismos de internet con el thriller psicológico Open Windows (2014). La trama de Colossal sigue a Gloria (Anne Hathaway) una mujer corriente aunque dada a empinar el codo que, tras quedarse sin trabajo y sin novio, decide dejar su vida en Nueva York y regresar a su pueblo natal. Pero cuando los medios de comunicación informan sobre un monstruo gigante que está destruyendo la ciudad de Seul, Gloria se va dando cuenta poco a poco de que, a través de su mente, está conectada de forma extraña con estos acontecimientos.


     Es hora de celebrar que la nueva criatura de Nacho Vigalondo se impone como la que mejor registra sus grandes virtudes sin que se le vayan de la mano: el delirio, la creatividad, el humor y el riesgo. Es la constatación de que Vigalondo siempre nos podía ofrecer más de lo que hasta ahora nos había dado si exceptuamos su ópera prima, y sin que importe nunca lo disparatado o absurdo de la premisa. Comencemos por señalar que Anne Hathaway está sublime dando oxígeno a Gloria, una treintañera borrachina y desnortada que tras una discusión con su novio, Tim (Dan Stevens) regresa a su tranquilo pueblo natal para descubrir que está conectada con un monstruo gigante (homenaje a los Kaiju Eiga) que está asolando la ciudad de Seul, una especie de imponente minotauro que imita sus movimientos y que entra en escena aterrorizando a la población cuando nuestra protagonista pisa el arenero de un parque infantil cercano al colegio de su infancia.

      
    El regreso a su pueblo conlleva para Gloria el reencuentro con todo aquello de lo que huyó hace años; el aburrimiento de la vida rural que reduce toda su diversión  a beber como cosacos en el bar de Óscar (Jason Sudeikis) que tras mostrar su sorpresa y alegría por el regreso de Gloria le ofrece un trabajo como camarera en el bar y juntos rememoran una infancia que guarda en sus escondidos meandros momentos inquietantes. Y resulta verdaderamente sugerente el modo en que se fusionan las historias del monstruo y el robot con los entresijos oscilantes que retoman los dos personajes protagonistas, generando situaciones divertidas, fascinantes, rastreras y misteriosas.

    
    La perfecta comunión entre la bella y el monstruo comienza cuando ella se da cuenta de que la gigantesca criatura repite unos de sus característicos tics: rascarse la cabeza al modo en que lo hacen los monos, algo que será explicado en los continuos flash backs que ilustran su traumática infancia. Colossal muestra una impecable factura técnica a pesar de sus cinco millones de presupuesto, y siendo cierto que en ella late el tema del maltrato y el empoderamiento de la mujer que acaba comprendiendo que nadie la va a proteger ni cuidar como ella misma, el film se eleva ante todo como un viaje lacerante y emocional a lo más profundo de nuestros temores a través de una idea tan extravagante como genial. Y la pericia de Vigalondo logra mantener la atención del espectador hasta el final con un perfecto equilibrio entre el lado lúdico y fantástico del relato y la parte más íntima, oscura y dolorosa de los personajes. En cualquier caso, Colossal se impone como una explosiva mezcla de géneros que destila esencias sublimes. 


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