sábado, 1 de octubre de 2016

CRÍTICA: EL HOMBRE PERFECTO (Yann Gozlan, 2015)


"EL HOMME IDÉAL" ★★★★


La sombra de Chabrol es alargada


      En su segundo film tras Captifs (2010), Yann Gozlan nos narra la historia de un joven de 26 años, Mathieu (Pierre Niney) que sueña con convertirse en un gran escritor aunque todo indica que tiene escasas dotes para ello. Mientras espera que un día le llegue el reconocimiento sobrevive realizando trabajos esporádicos en la empresa de mudanzas de su tío. Un día tiene que vaciar una vivienda que ha quedado vacía tras morir su viejo y solitario inquilino. En una de las habitaciones rebosante de libros, documentos y periódicos encuentra el diario de guerra del anciano que acaba de fallecer, un veterano de la guerra de Argelia. En su desesperación y cansado de trabajar duro en trabajos precarios, Mathieu se da cuenta de que tiene entre sus manos una joya y decide publicarlo con su nombre. De la noche a la mañana se convierte en la nueva promesa de la literatura francesa y su vida toma el rumbo que siempre ha deseado. Pero no todo sale como él esperaba cuando un chantajista comienza a extorsionarle.
     
   
    Que Hitchcock ha ejercido una fascinación hipnótica sobre varias generaciones de cineastas franceses es algo ya ancestralmente contrastado, un magnetismo  que se hace extensivo a la literatura de Patricia Highsmith que ha sido adaptada en multitud de películas francesas como A pleno sol (Rene Clément, 1960), Le Meurtrier (Claude Autant-Lara, 1963), Dites-lui que je l´aime (Claude Miller, 1977), por poner unos ejemplos. No es menos cierto que Yann Gozlan realiza un exultante ejercicio de estilo bajo la inspiración de un pope de la cinematografía gala como Claude Chabrol, para quien la mentira es la más mortal arma de autodestrucción dentro de un juego de imposturas, engaños y falsedades que encierra siempre en una jaula al arribista impostor.


        Apoyándose en el excelente trabajo de Pierre Niney, Gozlan, con un guión propio que funciona como un reloj suizo, logra elevar la escalada de la tensión hasta límites enfermizos para articular un relato que define al protagonista en su fatal itinerario por intentar salir del funesto cul de sac en el que él mismo se ha metido con la intención de alcanzar el triunfo en una sociedad decadente que abraza la cultura del éxito y desprecia o excluye a los perdedores.


      Es preciso reflexionar sobre los efectos colaterales –tantas veces devastadores- de las mentiras, pues desde el mismo momento en que Mathieu se deja arrastrar hacia esa espiral adivinamos ya su suerte, su destino. Aun así empatizamos con él cuando es capaz de mostrarnos que su amor hacia Alice (deliciosa como siempre Ana Girardot) es su verdad más pura. Ella, perteneciente a una riquísima familia, será testigo de la creciente inquietud de Mathieu, lo que provoca una alerta errónea en sus sospechas. El hombre perfecto cuenta con algunos giros y retruécanos predecibles en un laberinto de sucesos excesivamente tortuoso, pero nada de esto resta interés al asfixiante microclima habitado por personajes interesantes que hacen la intriga tangible, personajes que se mueven entre la cómoda autocomplacencia y el abismo del infortunio. Gozlan, tras salir indemne del nudo gordiano, nos depara un desenlace nada apacible, y condena a Mathieu a la más lacerante y perversa pena. Un film magnífico. 

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