domingo, 15 de mayo de 2016

JOYAS DEL CINE ERÓTICO: LOS BURDELES DE PAPRIKA (1991)


PAPRIKA (Tinto Brass, 1991)
  
     La cámara obscena de Tinto Brass filmó a principios de la década de los 90 esta historia tan simple como deliciosa: En la Italia de finales de los 50, una chica de pueblo de 18 años, Mimma (Debora Caprioglio) está llena de encantos y enamorada hasta el tuétano de su novio, Nino (Luigi Laezza) un electricista muy espabilado que quiere ganar dinero fácil para montar un negocio, por lo que Mimma acepta trabajar, en secreto, un par de semanas en un prostíbulo y entregarle el dinero que necesita. En el burdel encentra su vocación y deja babeando a los hombres y mujeres que la conocen por su entrega a la profesión. Conocida a partir de entonces por el alias Paprika, que le ha impuesto la dueña del  prostíbulo, Madame Colette (Martine Brochard) comienza una nueva aventura en busca de la autodeterminación y luchando por escapar del mundo de la prostitución, en el que una y otra vez cae debido a sus ansias de sexo y el amor a los hombres, que sólo quieren su dinero y gozar de su espléndido cuerpo.


    Los burdeles de Paprika es una adaptación libérrima de las novelas fundacionales de la literatura erótica, “Fanny Hill”, y representa el último gran éxito de la carrera del erotómano irredento Tinto Brass, que con esta película rinde un sincero y nostálgico homenaje a la época dorada de los prostíbulos antes de que fueran cerrados, que para él significó la muerte del arte del erotismo, por lo que también se impone como una oda la profesión más antigua del mundo. Con el protagonismo de aquella voluptuosa derramaplaceres llamada Debora Caprioglio, que luce unas curvas vertiginosas, una pechonalidad incomparable y unos cuartos traseros mullidos (dato importante, ya que Brass siempre fue un redomado fetichista de los culos), la función avanza por un sexo fronterizo entre el  romanticismo más primario y la crudeza pornográfica, mezclando en dosis mordaces lo trágico con lo cómico, como en esa escena en la que se está muriendo una prostituta y nadie tiene que salir del local para hacerse con los servicios de un médico y un cura.

    
     Paprika abraza su nueva profesión y descubre juegos sexuales excitantes, también cae en la cuenta de que su novio es un vulgar proxeneta que la engaña, pero no será el único, ya que otros hombres también intentan sacar beneficio de ella, que triunfa allá donde va con sus enormes atributos naturales y realiza perfectamente la transición de joven pueblerina desaliñada a sofisticada prostituta de lujo. Porque Paprika, cansada del chantaje de su novio, hará una tourne por los mejores prostíbulos del país, frecuentados por gente del mundillo artístico y empresarial, alcanzando cada vez más prestigio en su profesión.

     
    Con una asombrosa cantidad de desnudos y escenas sexuales explícitas, una galería de impresionantes actrices que en aquella época renegaban del “efecto bisturí” y de los cuerpos sintéticos mostrando sus generosas carnes,  su celulitis y sus bosques púbicos sin podar, Los burdeles de Paprika es un film optimista, hedonista, colorista y erótico-festivo, que nos muestra el interior barroco y recargado de los burdeles bellamente fotografiados con un filtro de intensos azules acuosos. La exuberante protagonista conocerá, en su deambular por las casas de citas, las más extrañas y excitantes fantasías sexuales, también personas de todo tipo, como el inteligente y apuesto Franco, o el ladrón sin escrúpulos, Rocco, pero hay en ella cierta desconfianza y amargura  por la traición de Nino, que la utilizó y luego la dejó tirada. El logro de Brass no está en intentar equilibrar la insultante y sensual carnalidad de la Caprioglio con los ingredientes más sombríos del mercado de la prostitución, su interés, como casi siempre, está en levantar un enorme campamento de tiendas de campaña. Y lo consigue.

2 comentarios:

  1. ESTOS SON CUERPOS NO LOS DE AHORA QUE NO TIENEN CURVAS NINGUNA.

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  2. Las mujeres quieren estar delgadas para gustar a las demás mujeres, no para gustar a los hombres. Una tiparraca llamada Wallis Simpson, fea como un tiro en el estómago y flaca como un regaliz, dijo una vez: "Una mujer nunca es demasiado rica ni está lo suficiente delgada". Nadie la metió en la cárcel y todo se fue al carajo.

    Un abrazo.

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