domingo, 29 de mayo de 2016

CRÍTICA: "EL PAÍS DEL MIEDO" (Francisco Espada, 2015)

España, un país de cobardes
EL PAÍS DEL MIEDO êêê
Director: Francisco Espada.
Intérpretes: José Luis García Pérez, Moisés Ortega, Marina Recio, Cristina Plazas, Eduardo Velasco, Olga Lozano.
Género: Drama / España / 2015  Duración: 102 minutos.                 

      
       Lo vengo denunciando desde hace mucho tiempo: España es un país de cobardes, de miedosos, y su deplorable salud democrática amplifica esa realidad y las opresivas sensaciones que nos atenazan.  Una sociedad con miedo es una sociedad esclava y en nuestro país existen los mismos miedos que sufrieron nuestros padres en plena dictadura, sólo que ellos a pesar de tenerlo más difícil, demostraron ser mucho más valientes en la resistencia y el asco ante un régimen brutal en donde nunca faltaba trabajo a sus verdugos. Se puede alegar que en aquella época se detenía a la gente por sus ideas políticas, que estaba vigente la pena de muerte, que aún existía en el código penal una figura como la “ley de vagos y maleantes” referente a todos aquellos individuos que eran tildados como antisociales, pero todo ello no evita que, actualmente, otro tipo de sentencias de muerte igual de atroces se estén cebando con las personas excluidas socialmente: el suicidio, la depresión, la miseria... No hay salida para las personas que lo han perdido todo y se sienten abandonadas por el sistema, y sobran motivos para que este país arda por los cuatro costados y nadie mueve un dedo. Cuando Isaac Rosa escribió “El país del miedo” en 2008, las masivas matanzas terroristas habían provocado una psicosis que hizo que la sociedad se sintiera vulnerable ante la amenaza del terrorismo global, pero ya empezaba a dar sus primeros aguijonazos una crisis devastadora que poco a poco iba a ir laminando la clase media y dejando en la cuneta a millones de personas.

     
    Francisco Espada (Badajoz, 1965), productor de la premiada película Un novio para Yasmina (Irene Cardona, 2008) debuta con esta cinta que combina el thriller con el drama social para narrarnos la historia de Carlos (José Luis García Pérez), un padre de familia y un tipo tranquilo que trabaja de bibliotecario, cuya vida cambia cuando Marta (Marina Recio) se cruza en el camino de su hijo, Pablo (Moisés Ortega). Marta comienza a extorsionar primero al niño y luego al padre. Incapaz de defenderse, se ve envuelto en una espiral de situaciones angustiosas que acabarán desencadenando una serie de respuestas desproporcionadas.

  
     Carlos, el personaje al que da oxígeno de manera afectada García Pérez, sólo es el estereotipo de la siniestra realidad ambiental, del hombre corriente en el hábitat de esta inmensa ciénaga con forma de piel de toro. Toda la cultura recibida en los 40 años de dictadura y los 40 de democracia sólo ha servido para hacer más físico, más tangible, más pegajoso el miedo en un país de cobardes. El miedo forma parte indivisible de la política económica y social, la mejor herramienta al alcance de los grandes grupos empresariales y los políticos para controlarnos y manipularnos. La crisis, los eres, el paro, los recortes… sólo representan las coartadas legales para la más cruel extorsión.


    Con grandes problemas de exhibición y financiación (alrededor de un millón de euros de presupuesto) y el desprecio de esa prescindible, deficitaria y absurda inanidad llamada Canal Extremadura con la inútil Beatriz Maeso al frente (y eso que la cinta está rodada íntegramente en Badajoz), pero con el beneplácito de TVE, Canal Sur y el 20 % del presupuesto aportado por la Junta de Extremadura, Francisco Espada crea una punzante fábula sobre el acoso escolar, las aristas de la crisis, la inseguridad, la mentira y el miedo, para levantar acta sobre los fallos del sistema y su repugnante maquinaria burocrática. Lo hace, relatando la impotencia y el descenso al infierno de un padre debido al acoso que está sufriendo su pequeño hijo por parte de una insignificante niña con pinta de macarra poligonera que, como vive en un centro de acogida, goza de toda la protección del sistema. Como no acaba de controlar la situación, el conflicto se agrava, debido en parte a sus desafortunadas acciones para tratar de proteger a su familia, y en parte por el desamparo que sufre de las instituciones, por lo que la historia acabará bifurcándose por trágicos derroteros.

    
     El país del miedo se ve necesitada de una poda de 15 o 20 minutos que hubiera dotado de mayor dinamismo a la historia, sobre todo porque se emplea demasiado tiempo en el tema de la extorsión cuando con varias pinceladas hubiera quedado perfectamente subrayado sin que resultase reiterativo, y se pone poco énfasis en el desastre al que nos vemos abocados por la dictadura económica y el ignominioso papel de los políticos, de unas leyes absurdas y de la inoperancia de la justicia. Así, la función resulta más interesante por el mensaje de su denuncia; el carácter pusilánime de una generación poco comprometida, sin referentes morales ni heroicos que ha hecho de su hogar un refugio y que, bajo el paraguas de un empleo estable, siente pánico ante la posibilidad de perder todo lo que tiene cuando se enfrenta al más mínimo problema y ver que todo su mundo se derrumba; que por sus valores puramente cinematográficos, que con una pobre puesta en escena y una dirección excesivamente rígida y contenida no explora los límites para llevar la acción a situaciones extremas y verdaderamente perturbadoras, más allá del explosivo y crudo desenlace, optando por la vertiente didáctica y advirtiendo sobre las carencias y falta de control del sistema educativo, un buen sustrato para que enraícen las semillas del mal.


     Cierto que el film nos enfrenta a situaciones inverosímiles, y no parece que una mocosa de actitud chulesca por mucha cabeza rapada y ropa rapera que use pueda atemorizar hasta ese punto a un hombre maduro, ni tampoco que tenga mucho sentido ese retrato grotesco del policía gañán y desquiciado al que da vida Eduardo Velasco como cuñado del protagonista, aunque sí cumplen con su papel el matrimonio que forman García Pérez y Cristina Plazas. Carlos tiene miedo de casi todo lo que le rodea, un miedo exacerbado, enfermizo, delirante que no puede evitar. Nadie quiere problemas, pero los problemas están ahí y muchos de ellos no se resuelven con un carácter afable y una actitud conciliadora, pues para eso todas las partes deben adoptar una actitud receptiva y el mal hace pocos amigos, sino tomando las decisiones acertadas, que suelen ser siempre las más racionales y sencillas. Sin embargo, opta por una huida hacia adelante, miente, se vuelve cada vez más paranoico y peligroso en su errática táctica para atajar  un problema que crece con cada paso que da. Sabemos que algunos de los crímenes más horripilantes de la historia han sido cometidos por menores, y nuestros mediocres políticos "demócratas" no acaban de entender que el mal y la violencia nada tienen que ver con la edad, pues como dijo Einstein: “Nuestra sociedad no está en peligro por las malas personas, sino por aquellos que permiten la maldad”. Es decir, por ellos.


2 comentarios:

  1. Hola Pedro. A mí la novela de Isaac Rosa me encantó. Me pareció muy aguda su inmersión en la mentalidad del protagonista, su obsesión por la seguridad y la atmósfera febril que crea. Y ahí sí le vi sentido al gañán del cuñado del protagonista. Habrá que intentar ves la peli.

    Un abrazo.

    PD: Ya ví "La invitación" y me gustó mucho. ¿Es una impresión mía o últimamente hay muchas interesantes películas de terror dirigida por mujeres? Creo que estamos en una buena temporada para el género. Debe de ser cierto eso de que en tiempos de crisis afloran este tipo de películas. Espero como agua de mayo la próxima del gran Rob Zombie.

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  2. Creo, Pepe, que he leído toda la obra del escritor sevillano, y sigue siendo su debut literario, "El vano ayer", la obra que más me gusta, aunque todas me interesan y leí con bastante desasosiego "La habitación oscura". He sido generoso en la calificación de "El país del miedo" porque me caen muy bien tanto Espada como Rosa, pero el film es algo irregular, reiterativo y aun encontrando sentido al personaje del policía, al que da vida un buen actor como Eduardo Velasco, el retrato me resulta bastante chirriante, prototípico y burdo.

    Sí, el cine de terror suele servir siempre de termómetro para tomar el pulso a una sociedad decadente y sin horizontes. A mí siempre me ha gustado más el Festival de Sitges que el de Cannes, que se ha convertido en certamen muy político y burgués. Además, conozco las dos ciudades y me gusta más la catalana. Como escribo en mi crítica en este blog: "La Invitación", además de un espléndido y terrorífico thriller sobre los peligrosos artificios que buscan los seres humanos para refugiarse y despojarse de los traumas del pasado y las insatisfacciones de la propia existencia, se eleva también como un grito de alerta, tal vez de auxilio, de una generación desnortada que busca sensaciones con las que rellenar su vacío, vidas incapaces de disfrutar de las cosas sencillas y bellas e instaladas en el capricho y el confort como válvulas de escape de una realidad deprimente. De ahí el demoledor plano final.

    Deseo que el bueno de Zombie nos sorprenda con "31", secuela de "Los renegados del diablo", pero me llegaron noticias de que a los críticos que la habían visto no les había gustado. A mí me aburrió bastante "The Lords of Salem", pero siempre estoy dispuesto a dar todas las oportunidades a un tipo por el que siento verdadera debilidad.

    Un abrazo

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