domingo, 22 de mayo de 2016

CRÍTICA: "NIGHT FARE" (Julien Seri, 2015)

El peso de la culpa
NIGHT FARE êêê
(LA CAZA)
Director: Julien Seri.
Intérpretes: Jonathan Howard, Jonathan Demurger, Fanny Valette, Jess Liaudin, Zakariya Gouram.
Género: Thriller / Francia / 2015  Duración: 80 minutos.                 

    
      Julien Seri debutó con aquella secuela de Yamakasi (2001) titulada Yamakasi, los hijos del viento (2004) trasladando la acción a Bangkok, en donde un grupo de jóvenes que practican el parkour la lían parda. No vi y por lo tanto no puedo valorar su siguiente película, Scorpion (2007), sobre un luchador de artes marciales mixtas que tras matar a su contrincante es encarcelado y sólo a través del amor iniciará el camino a la redención. Está claro que no es un director que se prodigue mucho debido a la falta de productores que confíen en sus proyectos, y han tenido que pasar ocho años hasta el estreno de una nueva película con su firma, Night Fare, que en España sólo se ha exhibido en algún festival como el Fanter Film Festival de Cáceres, pero tenemos la suerte de poderla disfrutar ya en otros formatos.

   
    Night Fare, que en nuestro país han titulado estúpidamente La caza, un título repetido hasta la náusea, parte de una premisa simple: dos amigos, Chris y Luc (Jonathan Howard y Jonathan Demurger), uno inglés y otro francés, se reúnen de nuevo en París después de que un oscuro suceso del pasado les separara. En la estación de autobuses, a Chris le espera Ludivine (Fanny Valette) con quien mantenía una relación antes de que se marchara a Inglaterra y ahora está liada con Luc. Tras salir de una fiesta, regresan en taxi a la banlieu. Al llegar al destino, cometen el error de bajarse del taxi y salir huyendo sin pagar la carrera. Pero la jugarreta les saldrá cara: el taxista (Jess Liaudin) no dejará de perseguirlos y convertirá la noche en una pesadilla para los dos amigos.

  
      Aunque se ha querido ver en Night Fare una versión de extrarradio de El diablo sobre ruedas (Duel, Steven Spielberg, 1971) esto sólo se adivina en el primer tramo de su ajustadísimo metraje, durante el cual Seri imprime un ritmo endiablado a la persecución y nos regala unas magníficas vistas nocturnas de un París solitario, y sobre todo unos espectaculares planos aéreos de la ciudad que dotan de una atmósfera electrizante a la película, por lo que se hace necesario resaltar la maestría en la iluminación de Jacques Ballard, que envuelve la acción con un brillo de neón muy ochentero. Es posible que el aficionado encuentre en Night Fare ecos del film de Spielberg antes citado, y también de The Car (Elliot Silverstein, 1977), Christine (John Carpenter, 1983), Collateral (Michael Mann, 2004) e incluso de referencias más alejadas como Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976) y Maniac Cop (William Lustig, 1988), resonancias que se ven adaptadas a la geografía y la vida social parisina, caricaturizada con la presencia de policías corruptos y el contraste del lujo del centro comercial y burgués y la lúgubre y amenazante periferia, un territorio controlado mor mafias de traficantes.


     Night Fare tiene armazón y aspiraciones de producto de serie B sin demasiadas pretensiones, y un espíritu de cómic que eleva al tremendo taxista a la categoría de vigilante y héroe de la trama, un justiciero en la tradición guerrera, atormentado por su pasado y que expía sus culpas en sus salidas nocturnas con el taxi, otorgando auxilio a quien lo necesita y castigando a los villanos de la jungla de asfalto de manera expeditiva y brutal.  

      
      La cinta, que está en parte financiada por el sistema de Crowdfunding (así está el cine, amigos), se nos muestra como una película desinhibida y chispeante, en la onda  de muchas producciones sobre persecuciones y supervivencia de los años 80. En ningún momento Seri cuida la credibilidad de unas escenas de acción muy bien coreografiadas que no desprecian la truculencia sangrienta, como esa pelea que tiene lugar en el apartamento de unos traficantes y que el taxista, katana en mano, resuelve de manera rápida y eficaz. Aquí lo que prima es el entretenimiento, el amor por el género, elevar a la enésima potencia la figura descomunal del vigilante taxista y su imponente máquina, un Chrysler 300C, y sobre todo, elucubrar sobre las motivaciones que le empujan a hacer lo que hace. Pero claro, esto se nos revelará en un inesperado y desconcertante final... y hasta ahí no me apetece llegar. Está claro que Julien Seri no inventa la rueda, pero la función puede ser aceptada como un atractivo juego del gato y el ratón que, adivinamos, esconde un as en la manga, una vuelta de tuerca que va más allá de la persecución por parte de un taxista de dos tipos medio borrachos que no le han pagado la carrera.

   
      Como al espectador se le hace imposible simpatizar con los dos jóvenes protagonistas (realmente, dos capullos con orejas) y lo único que nos interesa de ellos es saber qué terrible acto perpetraron juntos en el pasado, nos centramos en la impresionante estampa del taxista vengador (soberbio Jess Liaudin en un ambiguo papel de héroe fascistoide y criminal psicótico), a quien siempre vemos con el rostro en penumbras y que representa tal fuerza de la naturaleza que dudamos de si no estará impulsado por una energía supraterrenal. Night Fare es un film digno y estimulante que tal vez comprime demasiadas ideas para su escasa duración, y que de manera misteriosa nos ilumina pronto con una frase escrita en los asientos traseros del taxi que parece contener la clave de toda la acción y se convertirá en el mantra de la función: “No hay plazos que no se cumplan ni deudas que no se paguen nunca”. Y así es.


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