domingo, 6 de marzo de 2016

CRÍTICA: "CIEN AÑOS DE PERDÓN"

El mundo al revés
CIEN AÑOS DE PERDÓN êêê
(Daniel Calparsoro, 2016)

   
     Desde su impactante ópera prima Salto al vacío (1995) que para este cronista sigue siendo su mejor película, Daniel Calparsoro es de los pocos directores del cine español que ha seguido fiel a su compromiso con el cine de género, una decisión que muchos aficionados agradecemos, aplaudimos y bendecimos incluso en sus recurrentes invasiones televisivas. No me han disgustado sus últimos films; Invasor (2012) a pesar del deficiente guión, es un aceptable thriller de connotaciones bélicas con buenas interpretaciones de Alberto Ammann y Antonio de la Torre; y Combustión (2013), uno de sus mayores éxitos en los últimos años, es un artefacto entretenido con un pulcro aspecto visual, secuencias adrenalínicas, tórridas escenas de sexo, carreras de coches de gama alta y una impenitente música electrónica a cargo de Carlos Jean. Tras ver Cien años de perdón, no me cabe duda de que el cineasta acaba de firmar la segunda mejor película de su carrera tras aquel ya lejano debut protagonizado por Wajwa Nimri

       
     Con la gota fría azotando sin piedad, un grupo de ladrones profesionales con máscaras y armados hasta los dientes asaltan la sede central del banco Mediterráneo en Valencia. Parece un trabajo limpio hasta que la directora del banco revela un secreto oculto en una de las cajas de seguridad. Nada puede salir ya como estaba previsto. Los dos líderes de la banda son El Argentino (Rodrigo de la Serna) y El Gallego (Luis Tosar) con un plan estudiado que tiene como objetivo robar el mayor número de cajas de seguridad y excavar un túnel que comunica el banco con una estación de metro abandonada por donde tienen pensado huir. Todo se complica  y los enmascarados no pueden huir porque la incesante lluvia ha inundado por completo el túnel del metro. Las fuerzas de seguridad nombran finalmente a un negociador duro e implacable, el coronel Mellizo (José Coronado) que tiene como mayor objetivo evitar que se conozca públicamente el contenido de la misteriosa caja.

  
     Con un libreto de Jorge Guerricaechevarría y la notable influencia de films ya clásicos como Tarde de perros (Sidney Lumet, 1975) y Plan oculto (Spike Lee, 2006) Daniel Calparsoro pone otro ladrillo en la construcción de una idea incontestable que los buenos aficionados venimos defendiendo desde hace tiempo: el mejor cine español de los últimos años se encuadra dentro de películas de género, ya sea de acción,  thriller o terror. Por eso, mi mayor indiferencia a quienes en nuestro país desdeñan estos géneros que tantas obras maestras han aportado a la historia del cine. Calparsoro, que cada año que pasa filma mejor, logra un relato atmosférico, musculoso y tenso que además de ofrecer algo tan loable como entretenimiento, capta la atención del espectador con una intriga que hunde sus raíces en la realidad social del momento (el film está rodado en Valencia, una de las imprescindibles estaciones del mapa de la corrupción en España) y armar así una corrosiva sátira sobre la rapiña política sirviéndose para ello de la horma de un thriller de atracos. El director de Guerreros rueda con pulso y oficio una historia que sirve de espejo de las miserias y vergüenzas de una clase política sin escrúpulos que verán en la cinta reflejadas sus grotescas caricaturas.

       
   Surcando con solvencia los códigos del cine de atracos y con poderosas interpretaciones de los argentinos Rodrigo de la Serna, Joaquín Furriel y un Luis Tosar rayando al buen nivel que nos tiene acostumbrados, Cien años de perdón hila una espesa trama de intereses cruzados en donde la desconfianza y la tensión dentro y fuera del bunquerizado banco pone en jaque a unos y otros, y cada cual parece guardar un as en la manga; como una partida de póker entre tramposos en la cual quien no va de farol posee alguna carta marcada. La pocilga de la corrupción política da un nuevo sentido al estado de las cosas, un mundo al revés en el que los malos son los buenos (Asfalto cantaría: ven Capitán Trueno / haz que gane el bueno / Ven Capitán Trueno / que el mundo está al revés…) y hace bueno el refrán español “quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón”. La empatía del espectador hacia los atracadores viene derivada de que ven en ellos más decencia y humanidad que en los poderes fácticos, que con sus perros guardianes como arietes quieren montar una escabechina en donde pueden morir inocentes. Buena película que nos muestra que los límites entre el bien y el mal hace tiempo que fueron dinamitados por unos criminales de cuello blanco y corbata que han subvertido todas las normas éticas y morales.


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