martes, 30 de septiembre de 2025

“DESAPARECIDA” (George Sluizer, 1988), LA PELÍCULA QUE ATERRÓ A STANLEY KUBRICK


SPOORLOOS” (George Sluizer, 1988)

   Desaparecida, dirigida por el francés, aunque nacionalizado holandés, George Sluizer se eleva como una de las obras más perturbadoras del cine europeo de finales del siglo XX. Basada en la novela corta The Golden Egg de Tim Krabbé, el film explora los límites de la obsesión, la banalidad del mal y la ineludible angustia existencial a través del relato aparentemente sencillo de una desaparición, pero formalmente impecable en su sutileza y en el rigor de un horror creíble: Rex y Saskia (Gene Bervoets y Johanna ter Steege) son una pareja de holandeses de vacaciones en Francia. En una gasolinera, Saskia desaparece sin dejar rastro.

  Según diversos testimonios, lo que aterró a Stanley Kubrick fue la forma en que Desaparecida retrata un terror despojado de artificios y ornamentos, un mal sin espectacularidad, íntimamente ligado a la cotidianidad. La desaparición de Saskia no se presenta como un acto sórdido o estilizado; por el contrario, Sluizer opta por una puesta en escena sobria, casi clínica, que subraya la normalidad de lo monstruoso. Raymond (Bernard-Pierre Donnadieu), el villano, es un ciudadano común, un padre de familia meticuloso, cuya monstruosidad radica precisamente en su trivialidad.

  La película articula un contraste inquietante entre la obsesión del protagonista masculino, Rex, el novio de Saskia, y la meticulosa planificación del secuestrador. Rex representa el duelo infinito sin hallazgo del cuerpo de su novia y la necesidad compulsiva de una verdad total por muy espeluznante que sea, mientras que Raymond, el secuestrador, encarna la lógica fría del experimento moral, en la que la crueldad no surge de la ira ni del sadismo, sino de la curiosidad científica y la autoafirmación del poder. El espectador, atrapado entre ambas subjetividades, asiste a un desenlace que rebela no sólo el destino de Saskia, también la radical impotencia de los seres humanos frente a la sorpresa y la opacidad del mal.

   Formalmente, Sluizer rompe con las convenciones del thriller: la narrativa avanza de manera lineal, sin golpes de efecto y rehúye del suspense forzado. La tensión emerge de la inexorabilidad del destino y del carácter reversible de las decisiones. El horror no proviene de lo que se ve, sino más bien de la certeza de lo que sabremos más tarde. En este sentido, Desaparecida se alinea con una tradición existencialista cercana a Michael Haneke y Chantal Ackerman, donde el interrogante central es ¿cómo vivir sin saber qué pudo ocurrir? La secuencia final -una conclusión devastadora- encarna la perfecta materialización del concepto de lo siniestro freudiano: lo familiar que de repente se vuelve irreductiblemente extraño. La claustrofobia de la revelación convierte al espectador en cómplice involuntario, incapaz de escapar del mismo destino de Rex.

   Finalmente, Desaparecida no es un thriller en el sentido comercial o purista del género y apunta hacia reflexiones filosóficas de carácter universal. El que Kubrick reconociera haber quedado profundamente aterrado por la película se entiende mejor a la luz de esta concepción del horror como algo ontológico más que narrativo. Un mal que no necesita de enredos o argucias, porque habita ya en la misma estructura de lo cotidiano.

sábado, 27 de septiembre de 2025

LAS MEJORES PELÍCULAS DE CULTO: “DE REPENTE, LA OSCURIDAD” (Robert Fuest, 1970)

 

AND SOON THE DARKNESS” (1970)      

    El director británico Robert Fuest rodó dos películas en 1970 antes de hacerse célebre por su estilo barroco con El abominable Dr. Phibes (1971). La primera fue una aceptable adaptación de la popular novela de Emily Brontë Cumbres borrascosas; y la segunda, De repente, la oscuridad, un ejemplo fascinante de cómo el cine británico de los años 70 supo hacer del minimalismo un terreno fértil para el suspense huyendo del efectismo y abrazando un realismo austero.

    De repente, la oscuridad parte de una premisa sencilla: dos jóvenes inglesas, Cathy y Jane (Pamela Franklin y Michele Dotrice) pasan sus vacaciones recorriendo en bicicleta la campiña francesa, hasta que Cathy desaparece misteriosamente cuando hacen una parada para descansar en un pequeño bosque y, tras un enfado entre ellas, Jane deja a Cathy sola tomando el sol en un claro del bosque. A partir de este enigmático suceso, todo lo cotidiano se convierte en un laberinto de sospechas, impotencia y una sensación de amenaza permanente.

    Lo más sugerente de la cinta reside en cómo Fuest transforma lo ordinario en alarmante. Los campos desnudos, las carreteras solitarias, personajes pintorescos y un itinerario de pequeños pueblos que habitualmente se asocian con el sosiego, elementos que adquieren aquí un carácter opresivo, casi claustrofóbico cortesía del director de fotografía Ian Wilson. Así, el paisaje conforma un espacio inquietante cargado de presagios. En el relato no encontramos grandes persecuciones ni las escenas están acompañadas de música estridente: la tensión se construye con pausas, con planos prolongados y primeros planos de miradas expresivas, dotando a la atmósfera de un aire de peligro latente que hace vulnerable a las protagonistas en un entorno hostil.

     Ese pulso contenido, tan propio del cine psicológico europeo, explica en parte por qué De repente, la oscuridad se ha convertido con el tiempo en una película de culto.  Su rareza radica en la negativa a ofrecer un espectáculo convencional: es un relato que exige paciencia, que atrapa lentamente, hasta que la aparente calma se rompe y nos revela la violencia latente. Al igual que los mejores ejercicios de terror atmosférico, no nos ofrece sobresaltos gratuitos, sino una sensación de desasosiego y sugestión hasta el giro final.

      Hoy, más de medio siglo después, el film conserva intacta su capacidad de perturbar. Fuest demuestra que el horror no siempre anida en lo sobrenatural, también en la desconfianza, la incomunicación y la indefensión humana ante lo desconocido. Mientras en aquella época otros thrillers europeos buscaban estilización y exceso, De repente, la oscuridad encuentra su singularidad en la contención, convirtiéndose en un raro diamante dentro del thriller británico de los setenta, una lección de minimalismo tenso que se ha ganado, con justicia, un lugar prominente entre los tesoros secretos del thriller europeo.


jueves, 25 de septiembre de 2025

RECOMENDACIÓN: "BLUE CAPRICE" (Alexandre Moors, 2013)

 

El veneno de las malas influencias

“BLUE CAPRICE”  êêê

DIRECTOR: Alexandre Moors.

INTÉRPRETES: Isaiah Washington, Tequan Richmond, Tim Blake Nelson, Joey Lauren Adams

GÉNERO: Drama psicológico / DURACIÓN: 93 minutos / PAÍS: EE.UU. / AÑO: 2013

    Debido a la buena acogida del post sobre francotiradores, me gustaría recomendar esta interesante película independiente presentada en el Festival de Sundance y basada en el caso real de los francotiradores de Washington D.C., que tuvieron lugar en 2002, Blue Caprice, título que hace referencia al automóvil Chevrolet Caprice de color azul desde el que disparaban los asesinos, representa la ópera prima del director francés Alexandre Moors, que lejos de centrarse en el sensacionalismo de los crímenes, la película opta por explorar con sobriedad la relación entre John Allen Muhammad (Isaiah Washington) y Lee Boyd Malvo (Tequan Richmond), responsables de una ola de asesinatos aleatorios que sembraron el pánico en Estados Unidos. Así, más que reconstruir el suceso histórico, la función, con un guión del propio director y R.F.I. Porto, funciona como un estudio psicológico y social que examina los mecanismos tóxicos de manipulación y dependencia que pueden derivar en violencia extrema

    La cinta, con una estética minimalista y una iluminación de tonos gélidos y encuadres estáticos, se aleja de los códigos narrativos habituales del thriller criminal para ofrecer una mirada íntima y perturbadora. No recrea con detalle los tiroteos, Moors prefiere enfocarse en cómo se construye la dinámica de poder entre los protagonistas: un hombre adulto carismático que manipula a un adolescente vulnerable, ofreciéndole un sentido de pertenencia a cambio de una obediencia absoluta. El resultado es un vínculo turbio, a medio camino entre el lazo paternofilial (Muhammad actúa como padre adoptivo), y el adoctrinamiento. Una premisa en la que se apoyó también Tony Kaye para su magnífica American History X.

   La puesta en escena refuerza esta atmósfera enrarecida. La fotografía fría y contenida transmite un sentimiento de aislamiento y extrañeza, mientras que el montaje pausado refleja la calma previa a los fríos estallidos de violencia absurda. En este sentido, la violencia no se muestra de manera explícita, espectacular o morbosa, sino como un eco distante que acentúa la sensación de amenaza inminente.

    Las interpretaciones resultan esenciales. Isaiah Washington logra encarnar con sutileza la mezcla de magnetismo y oscuridad de Muhammad, con un retrato que evita la simple caricatura y se acerca más a la mezcla de figura paterna y predicador diabólico. Por su parte, Tequan Richmond aporta la vulnerabilidad y desconcierto del joven desarraigado Malvo, cuya identidad se moldea en función del otro, convirtiéndolo en una figura trágica atrapada por el lavado de cerebro y la manipulación de Muhammad, un tipo amargado y resentido con su mujer a la que concedieron la custodia de sus hijos.

    En conjunto, Blue Caprice carece del enfoque de crónica policial para acercarse más a una reflexión sobre la debilidad humana, la soledad, la alienación, el abandono y el poder destructivo de las malas influencias que se crean bajo condiciones de sometimiento afectivo. Su mayor logro radica en mostrar cómo el terror puede gestarse no sólo en los actos tangibles de violencia, sino en las dinámicas y los vínculos íntimos que pervierten y deforman la voluntad individual.

lunes, 22 de septiembre de 2025

LAS 10 MEJORES PELÍCULAS DE FRANCOTIRADORES…


EN ACCIONES BÉLICAS    

1. Enemigo a las puertas (Jean- Jacques Annaud, 2001)

    Tal vez una de las películas más icónicas del subgénero. En plena Segunda Guerra Mundial, el film recrea el duelo en Stalingrado entre Vasili Zàitsev, francotirador soviético convertido en héroe, y un francotirador alemán de élite. Una mezcla de épica bélica, tensión psicológica y duelo de ingenio que funciona casi como una partida de ajedrez mortal

2. El francotirador (Clint Eastwood, 2014)

    Clint Eastwood narra la vida real de Chris Kyle, el francotirador más letal de la historia militar estadounidense. La película no sólo muestra la precisión en combate, sino también el precio emocional y familiar de esa vida. Bradley Cooper entrega una actuación contenida y poderosa.

3. En el corazón de la jungla. (Luis Llosa, 1993)

  Tom Berenger como francotirador veterano del ejército persiguiendo a un magnate de las drogas en Panamá. Una de las primeras películas en mostrar el trabajo del francotirador militar con realismo táctico.

4. La batalla de Sebastopol (Sergey Mokritskiy, 2015)

 Producción ucraniana sobre Lyudmila Pavlichenko, la francotiradora soviética con más muertes confirmadas de la historia. Aporta una mirada distinta: no sólo acción bélica, sino también el peso humano de ser mujer y soldado en el fragor de la Segunda Guerra Mundial.

5. The Wall (Doug Liman, 2017)

  Tensa y minimalista: dos soldados estadounidenses atrapados en un pueblo abandonado bajo la mira de un francotirador letal iraquí. Realismo en la supervivencia, en el duelo de francotiradores y una acusada presión psicológica. La película muestra la guerra como un juego cruel de paciencia y resistencia mental.

EN THRILLERS DE ACCIÓN

1. Tower (Keith Maitland, 2016)

    Un relato fascinante que revive la masacre ocurrida en la Universidad de Texas en Austin el 1 de agosto de 1966, cuando un francotirador, el exmarine de 25 años Charles Whitman, abrió fuego desde lo alto de la torre del campus abatiendo a todas las personas que asomaban por la mira telescópica de su rifle de alta precisión. Con una mezcla de animación rotoscópica, entrevistas, material de archivo y como tributo a la valentía de quienes estuvieron allí y sufrieron el horror, el director realiza un ejercicio de estilo de carácter emocional y virtuosamente esteticista. Mas que centrarse en el atacante, Maitland pone el foco en las víctimas y supervivientes, logrando una experiencia intensa y profundamente humana. 

2. El francotirador (Edward Dmytryk, 1952)

  Un clásico pionero. Un thriller psicológico sobre un francotirador urbano que dispara contra mujeres en la ciudad de San Francisco. La película explora la mente perturbada del asesino misógino y la impotencia de la policía para detenerlo. Atemporal en su tensión, influenció muchos thrillers posteriores.

3. Chacal (Fred Zinnemann, 1973)

  Thriller fundamental en la historia del cine sobre asesinos a distancia filmado con rigor y sin adornos. Un asesino a sueldo, conocido como “Chacal”, es contratado para matar al presidente francés Charles de Gaulle. La película sigue la preparación meticulosa del arma y del plan, convirtiendo al francotirador en una especie de artesano de la muerte. Sentó las bases para decenas de thrillers posteriores sobre asesinos profesionales y la tensión de “el disparo único” planeado durante la película

4. Shooter. El tirador (Antoine Fuqua, 2007)

   Mark Wahlberg interpreta a un francotirador que es traicionado por su propio gobierno y debe utilizar sus habilidades para limpiar su nombre. Acción precisa, escenas de disparos, persecuciones y explosiones técnicamente cuidadas y una atmósfera que engancha al espectador desde el principio.

5. Última llamada (Joel Schumacher, 2002)

  Otro ejercicio de tensión minimalista en este caso urbana: un agente de prensa vividor y ventajista atrapado en una cabina telefónica frente a la mira de un francotirador invisible que le pide humillarse y redimirse. Aunque la acción se concentra en un espacio reducido, la presencia constante del francotirador genera un suspense asfixiante.