Frenético viaje al fin de la noche
“LA NOCHE SIEMPRE LLEGA” êêê
(NIGHT ALWAYS COMES)
DIRECTOR: Benjamin Caron.
INTÉRPRETES: Vanessa Kirby,
Jennifer Jason Leigh, Zack Gottsagen, Stephan James, Randall Park, Julia Fox.
GÉNERO: Thiller / DURACIÓN: 108 minutos / PAÍS: Reino Unido / AÑO: 2025
En La noche siempre llega, una producción Netflix, Benjamin Caron se sumerge en un paraje distinto al que lo había dado a conocer, dejando atrás la sofisticación televisiva de The Crown y el engranaje épico de Andor para adentrarse en un thriller nocturno marcado por la desesperación. La película. Adaptación de la novela de Willy Vlautin, se presenta como un descenso a los márgenes de Portland, donde la urgencia económica y la erosión familiar adquieren una dimensión dramática.
La premisa es sencilla: una mujer, Lynette (Vanessa Kirby), debe reunir en pocas horas 25.000 dólares para salvar la casa familiar, pero Caron filma la historia como si se tratara de una tragedia griega contemporánea convirtiendo a Lynette en una heroína trágica: marcada por un pasado repleto de errores, obligada a cargar con la inestabilidad materna y la vulnerabilidad de un hermano dependiente, su itinerario nocturno se convierte en una odisea urbana en donde el relato no busca nunca el giro sorpresivo, sino la acumulación de momentos de tensión.
La fotografía del mexicano Damián García encierra a los personajes en la atmósfera de un Portland casi irreal, donde la ciudad aparece bañada en luces de neón y sombras densas. Una estilización que no responde a un capricho estético, pues funciona como un espejo del estado anímico de Lynette, atrapada en un espacio extenuante que la devora. La cámara de Caron no da respiro al espectador, prefiere seguir a Kirby de cerca, en planos que transmiten claustrofobia y urgencia, como si la misma ciudad conspirara contra ella.
Así, la película sería otra sin Vanessa Kirby, en un tour de force tan potente como escabroso que evita cualquier concesión al simple melodrama. Su rostro refleja la rabia, el miedo y la obstinación de quien sabe que se ha quedado sin alternativas. Es un trabajo físico y conmovedor que intenta seguir la estela las divas del noir fatalista, pero con un trasfondo contemporáneo, más visceral y despojado de todo glamour. Kirby convierte cada gesto en la huella de un rápido deterioro, como si todo el tiempo quedara reducido en esa única noche.
Caron y la guionista Sarah Conradt apuntan hacia una denuncia social sobre la precariedad económica (la inflación, los salarios precarios, la gentrificación) y la fragilidad de los lazos familiares en una sociedad cada vez más desigual. No obstante, esa dimensión no siempre alcanza el peso necesario y el desarrollo de la acción se dispersa resultando caprichoso: hay momentos en que el libreto sacrifica la profundidad en favor del incesante vértigo narrativo. El retrato de la madre (Jennifer Jason Leigh) y del hermano (Zack Gottsagen) abre puertas interesantes, pero finalmente sus perfiles quedan relegados a impulsos antes que a genuinos contrapuntos temáticos. Tampoco Julia Fox o el inquietante personaje que interpreta el director Eli Roth aportan mucho a la función.
El
desenlace se nos presenta a la vez como amargo y esperanzador confirmando la
naturaleza conmovedora del film. Un final que puede resultar insatisfactorio
para quienes esperan una catarsis, pero resulta coherente con la propuesta: en
la vida de Lynette la redención no es un horizonte, sino un espejismo. Tal vez la
solución esté en dejarlo todo atrás, encontrarse a sí misma y volver a empezar. Ni mucho menos estamos ante
un thriller redondo ni ante sólido alegato social, La noche siempre llega, película de ásperas
aristas, destaca más por el clima y la interpretación de Kirby que por su
entramado narrativo, un viaje al fin de la noche con un destino incierto. Si el
noir clásico hablaba de la imposibilidad de huir del destino, aquí la condena es
quedar atrapado en un sistema que degrada incluso los lazos más íntimos. Caron
entrega una película imperfecta, pero en cierto modo necesaria, donde el
suspense y la crítica social evolucionan en un cerco de tensión constante y
nada complaciente.
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