jueves, 5 de octubre de 2023

CRÍTICA: "ELS ENCANTATS" (Elena Trapé, 2023)

El desencanto del amor

“ELS ENCANTATS” êê

(LOS ENCANTADOS)

DIRECTORA: Elena Trapé.

INTÉRPRETES: Laia Costa, Daniel Pérez Prada, Pep Cruz, Aina Clotet, Ainara Elejalde, Delia Brufau.

GÉNERO: Drama / DURACIÓN: 108 minutos / PAÍS: España / AÑO: 2023

    He de reconocer que hasta la fecha no me ha interesado mucho la carrera de la directora barcelonesa Elena Trapé, que dirigió algunos capítulos de series como Élite y Rapa, pero que debutó en la gran pantalla con Blog (2010), una irregular película de tono generacional que sigue a un grupo de quinceañeras de familias acomodadas que sienten la necesidad de vivir emociones fuertes. Me convenció algo más Las distancias (2018), otro retrato generacional que nos cuenta el viaje a Berlín de un grupo de amigos para visitar a un amigo común que cumple 35 años. El recibimiento no será el esperado porque el tiempo y la distancia pueden cambiar mucho las cosas.

     Elena Trapé firma la que supone su tercera película contando con el protagonismo casi absoluto de Laia Costa, que da vida a Irene, una mujer que, tras su reciente separación, tiene que acostumbrarse a la ausencia de su hija de cuatro años, que le toca pasar unos días con su padre. Tras la despedida y en su nuevo piso, nada resulta fácil para ella, por lo que decide viajar a una pequeña aldea del Pirineo catalán, Antist, donde tiene una casa, en un intento por recuperar la estabilidad y ordenar sus pensamientos.

    No sé si incluir a Trapé dentro de la nueva generación de directoras españolas en tanto que tiene 47 años y su debut queda ya lejos, pero sí será interesante seguir sus pasos en el panorama actual en el que se ha producido una efervescencia de mujeres que se sitúan detrás de las cámaras para narrarnos historias. Para ser sincero, comienzo a estar un poco hastiado de esa corriente que tiene como eje central narrativo la ruptura de una pareja y sus consecuencias, una temática social/familiar muy trillada desde Kramen contra Kramen (Robert Benton, 1979), y que aporta poca luz a un mundo cambiante que discurre a mucha velocidad, que vive de espaldas a los pequeños dramas y donde la felicidad suele ser tan efímera. 

    Trapé se esfuerza en captar con realismo el doloroso duelo de la separación y la sensación de inseguridad de Irene, incapaz de hacerse con las riendas de la situación a pesar de que fue ella la que dio el paso. En su búsqueda de la armonía no ayuda la ausencia en esos días de su hija, con la que mantiene un fuerte lazo maternofilial y que está pasando unos días con su padre. El viaje a su casa de la aldea pirenaica, donde antes solía ir más a menudo, tampoco parece contribuir a calmar su marejada interior. El reencuentro con algunos vecinos de Antist, la visita de un amigo al que ha invitado para un desahogo fruto del resentimiento cuando se entera de que su ex ha estado allí con otra mujer, solo consigue profundizar en su vacío existencial ensanchando la herida emocional.

     El problema de Els Encantats es que la historia, que transcurre de forma lenta y contemplativa, ya nos la han contado otras veces mucho mejor, la vivimos cotidianamente y sabemos de los trastornos, de la sensación de inabarcable soledad y el poso amargo que deja una ruptura sentimental... aunque lo neguemos. Irene pasea acompañada de su amigo Eric por los senderos de los bellos parajes de la cordillera, y le enseña una grieta entre las rocas donde se esconden “Els encantats”, Los Encantados del título de la película, que forman parte de una leyenda sobre unas criaturas mágicas que salen de noche y si te atrapan te encantan provocando que te quedes allí para siempre. Una fábula infantil que actúa como metáfora del amor a los orígenes, a las raíces y el sentido de pertenencia. 

     Así, la escapada de Irene se va convirtiendo en un viaje espiritual, el kilómetro cero de una nueva etapa que tendrá que afrontar mientras la erosión íntima se restaura lentamente. Lo mejor de la función lo encontramos en el final, con la llamada de Irene a Gillem, su ex, una confesión purificadora, que es a la vez una toma de conciencia y una lacerante aceptación de la culpa, un desahogo visceral y desgarrador que pone el punto y final al itinerario que ha compartido con otra persona, y que, con sus momentos felices y amargos, ha dejado una huella indeleble en su memoria y existencia vital. Ahora, con su regreso a casa, debe encauzar su vida con una nueva perspectiva. 

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