martes, 4 de junio de 2019

"JOHN WICK: CAPÍTULO 3 - PARABELLUM" (Chad Staheslki, 2019)


Un reguero de cadáveres
JOHN WICK: CAPÍTULO 3 - PARABELLUMêêê
(Chad Stahelski, 1997)

   
  Tercera entrega de la saga John Wick que vuelve a estar dirigida por el antaño especialista reconvertido en director Chad Stahelski, firmante de las dos entregas anteriores John Wick: Otro día para matar  (2014) y John Wick: Pacto de sangre (2017). Ahora, con 14 millones como recompensa por su cabeza, John Wick (Keanu Reeves) está en plena huida. Después de haber roto la regla de matar a alguien en el Hotel Continental, Wick debería haber sido ejecutado, excomulgado y con su membresía revocada, aún dispone de una hora de ventaja para huir, a partir de ese tiempo una legión de hombres y mujeres sicarios de todo el mundo tratarán de detenerle. Eso sí, encontrará una aliada que sigue creyendo en él.

      
   Una máxima que se debe seguir escrupulosamente en este tipo de películas de acción vertiginosa es que las secuelas tienen que ofrecer a los espectadores una dosis mayor y mejor de violencia hiperbólica. Es lo que nos encontramos en John Wick: Capítulo 3 – Parabellum, que eleva el listón de todo lo que hemos visto en los anteriores capítulos. Sobre todo en la primera media hora, que deja al espectador exhausto con unas endiabladas set-pieces en las que se amontonan los cadáveres, y Wick, como siempre, no se muestra muy ortodoxo en sus métodos de aniquilación. Dejando suspendida la credibilidad, al respetable no le queda otra opción que disfrutar de la extrema y trepidante acción, tan autoparódica y desprejuiciada como autoconsciente. Es cierto que esta saga no puede presumir de hacer una reflexión introspectiva sobre el hombre y sus comportamientos, a pesar de que a veces se trata de imprimir un tono trágico característico del neo-noir, pues es fácil deducir que todo el universo está inspirado por el thriller y el cine de acción asiático.


     John Wick: Capítulo 3 – Parabellum se regodea en el exceso dotando al relato de un tono épico y por momentos, hilarante. En resumidas cuentas, crear espectáculo a partir del continuo movimiento. Keanu Reeves me cae bien aunque hay otros intérpretes con mejores dotes dramáticas, pero tal vez Stahelski se olvida del desarrollo de los personajes para construir un mínimo arco dramático, con dos pinceladas nos presenta al sicario al que da vida Mark Dacascos y a esa guerrera del desierto que encarna Halle Berry. De lo que se trata es de montar un espectáculo hiperviolento, tan parco en diálogos como coreográfico en la planificación de las peleas. Liturgia que aman los que no quieren gastar en el cine ni una sola neurona.

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