jueves, 4 de abril de 2019

CRÍTICA: "DOLOR Y GLORIA" (Pedro Almodóvar, 2019)


De lo sufrido y amado
“DOLOR Y GLORIA” êêê
DIRECTOR: PEDRO ALMODÓVAR.
INTÉRPRETES: ANTONIO BANDERAS, ASIER ETXEANDÍA, ASIER FLORES, NORA NAVAS, PENÉLOPE CRUZ, JULIETA SERRANO, RAÚL ARÉVALO
GÉNERO: DRAMA / ESPAÑA / 2019 / DURACIÓN: 108 MINUTOS.


     Sin ser ni mucho menos una obra maestra como he leído que algunos críticos la han calificado en varios medios, Dolor y Gloria es la mejor película de Pedro Almodóvar desde Volver (2006), y ya ha llovido. Ni la tediosa Los abrazos rotos (2009), ni la artificiosa La piel que habito (2011), ni la cochambrosa Los amantes pasajeros (2013), una peli que olía a glande, dejaron el más mínimo poso en mi saturada memoria cinéfila. Se podría hacer un collage grotesco con todas. El director manchego levantó un poco el vuelo (raso) con Julieta (2016) pero más allá del buen trabajo de Emma Suárez, la historia de esa madre rota y distanciada de su hija, no consiguió emocionarme.


    Dolor y Gloria narra una serie de encuentros en la vida de Salvador Mallo (Antonio Banderas), un director de cine en el ocaso de su carrera. Algunos de ellos físicos, y otros recordados, como los retazos de su infancia en los años 60, cuando emigró con sus padres a Paterna (Valencia), en busca de prosperidad, así como el primer deseo, su primer amor adulto ya en el Madrid de los 80, el dolor, la ruptura de ese amor cuando aún estaba vivo y palpitante, la escritura como única terapia para olvidar lo inolvidable, el temprano descubrimiento del cine, y el vacío ante la imposibilidad de seguir rodando. En la recuperación de su pasado, Salvador encuentra la necesidad de volver a escribir.


    Como alter ego de Almodóvar, Antonio Banderas crea una espléndida composición interpretativa. Él es Almodóvar en el espejo, con sus laceraciones físicas (múltiples dolencias y operaciones quirúrgicas) y del alma (el imborrable recuerdo de su madre en el ocaso de su vida, la herida del amor anclada en la memoria). Sin ser estrictamente un biopic, Dolor y Gloria tiene un tono testamentario, no sólo porque nos abre el corazón del director con el legado de su infancia, sino por ajustar cuentas con un pasado del que queda mucho más que las cenizas: el episodio de la Filmoteca de Madrid en donde se proyecta la película “Sabor” (que puede ser entendida como La ley del deseo) que dirigió hace ya 32 años, y que sirve de excusa para hacer las paces con el protagonista Alberto Crespo (Asier Etxeandía) (émulo de Eusebio Poncela), con quien no ha contactado desde el rodaje de aquella película. El propio Mallo expondrá las claves de ese largo distanciamiento pues la relación no acabó bien.


    Las escenas en las que Mallo recrea su infancia (las más logradas e interesantes de la película) junto a su madre, Penélope Cruz lavando la ropa en el río, la precariedad económica de su familia viviendo en una cueva, el despertar sexual, su pasión por el cine y la literatura, su mala educación en un colegio religioso, se ven alternadas con el itinerario actual en donde un Salvador Mallo casi aislado tiene unos encuentros cruciales:  primero con Cecilia Roth cuando abandona las instalaciones de una piscina, y será ella la que le ponga en contacto con Alberto Crespo, a quien no ve desde el rodaje de “Sabor”; y más tarde con un antiguo amor refractario llegado de Argentina con quien vivió una apasionada relación (Leonardo Sbaraglia), que le hace una visita tan inesperada como agradecida.


      El dolor físico y la depresión, y el anhelo de un tiempo varado en los meandros de la memoria conforman los saltos temporales de Dolor y Gloria, que se ve con facilidad e incluso con gratitud, aunque uno quede un poco saturado del calvario físico y emocional del tal Mallo, más esclavo de los recuerdos que de un presente que asume sin ilusión y sin retos, proyectando la sensación de que el esfuerzo sólo merece dedicárselo ya a lo vivido. Un esfuerzo que al menos sirve para tranquilizar su conciencia y volver sin rencor sobre los pasos perdidos.


4 comentarios:

  1. No la he visto, y después de leer y ver esto ¡no sé por qué me suena a "Volver a empezar"!

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  2. Me ha gustado. Almodóvar desnuda su alma y su estilo en este film de aroma testamentario, cuya sobriedad y profundidad -así como la interpretación de Banderas- rozan la perfección.

    un abrazo.

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    1. Estamos de acuerdo, Ricard, su mejor película en muchos años. De ahí, a ser tildada obra maestra, va un abismo ciego.

      Un abrazo.

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  3. Hombre, Unknown, la conexión es la nostalgia.

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