domingo, 14 de enero de 2018

CRÍTICA: "TRES ANUNCIOS EN LAS AFUERAS" (Martin McDonagh, 2017)


TRES ANUNCIOS EN LAS AFUERASêêêê
DIRECTOR: MARTIN MACDONAGH.
INTÉRPRETES: FRANCES MCDORMAND, SAM ROCKWELL, WOODY HARRELSON, PETER DINKLAGE, LUCAS HEDGES.
GÉNERO: THRILLER / EE.UU. / 2017 / DURACIÓN: 112 MINUTOS.


    No estuvo mal el debut en la dirección del británico Martin McDonagh, un thriller titulado Escondidos en Brujas (2008) con Colin Farrell, Brendan Gleeson y Ralph Fiennes de protagonistas que nos presenta a dos asesinos a sueldo que por orden de su jefe tienen que trasladarse a Brujas hasta que en Londres las cosas estén más tranquilas. No me convenció tanto la disparatada comedia negra Siete psicópatas (2013), segunda colaboración con Colin Farrell y primera con Sam Rockwell que tiene como eje central la desaparición del perro de un mafioso.

   
   Sin duda, su mejor trabajo hasta la fecha es la multipremiada Tres anuncios en las afueras (triunfadora en los Globos de Oro y favorita a los Oscars) que nos cuenta la historia de Mildred Hayes (Frances McDormand), una mujer de 50 años cuya hija fue violada y asesinada hace varios meses. Mildred, ante la indolencia de la policía, decide iniciar por su cuenta una guerra contra la incompetente policía local a la que ella acusa de estar más interesada en torturar a los afromericanos que en hacer justicia e investigar el asesinato de su hija.  

    
   Especialista en comedias cáusticas negrísimas, McDonagh dibuja el perfil atractivo de una heroína que en modo madre coraje decide presionar y poner contra las cuerdas a la policía de su pueblo porque han sido incapaces de resolver el asesinato de su hija. Para ello idea un plan en el que emplea tres grandes vallas publicitarias abandonadas en las afueras de la ciudad, un tramo desértico de una carretera perdida en las que, con fondo rojo, hay escritas tres frases contundentes que abren una herida en la conciencia ya de por sí castigada del Sheriff (un pluscuamperfecto Woody Harrelson) que además está enfermo de un cáncer terminal. El microcosmos está pulcramente ambientado en la América profunda, esa que en su incultura y desvarío se ha propuesto llevar hasta el hastío y la náusea a la otra América más ilustrada, tolerante y sensible.
  
   
   Tres anuncios en las afueras puede ser entendida como una fiera denuncia de esa América racista, intransigente y violenta, pero al mismo tiempo es también una expresión gráfica y visceral de la maternidad y el grito desesperado y rebelde de la feminidad siempre ultrajada. Cierto es que McDonagh (firmante también del libreto) no podía haber elegido un delirio más doloroso para crear el corpus elemental de una sociedad que se desangra mientras chapotea en el fango del fanatismo.  

   
  Es la América del perturbado, palurdo y xenófobo Trump y la legión de ciegos y salvajes supremacistas que le siguen alegres de poder pisotear todos los principios del humanismo y los derechos civiles. Y es de esa masa pringosa de donde emerge Sam Rockwell –lo mejor de la función-, un policía racista muy dado a sacar a pasear los puños pero que esconde una ternura tan triste y desolada como el paisaje circundante. Su patética vida doméstica junto a su madre naufraga en un mar de soledad, abulia, frustraciones y resentimiento.


   Inherente en el cine del director británico, el film está preñado de un humor amargo, a veces surrealista (Fargo en la memoria) y situaciones poco verosímiles (el rollo del exmarido y su jovencísima pareja), pero acierta con la vuelta de tuerca que consigue dar a los personajes mostrando briznas de una sensibilidad, una ternura y una humanidad que hasta entonces no había aflorado, es su manera de decirnos que hasta en la más negra alma es posible encontrar un halo de luz, que también hay gamas de grises, que aunque el mal no se debe relativizar, es posible hallar matices. Lo comprobará el espectador cuando poco a poco se despoje de sus costras y máscaras a unos personajes profundamente heridos. 

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