lunes, 17 de noviembre de 2014

CRÍTICA: "MATAR AL MENSAJERO"

Víctimas de las cloacas del Estado
MATAR AL MENSAJERO  êêê
DIRECTOR: MICHAEL CUESTA.
INTÉRPRETES: JEREMY RENNER, MARY ELIZABETH WINSTEAD, RAY LIOTTA, MICHAEL SHEEN, BARRY PEPPER, ANDY GARCÍA, PAZ VEGA.
GÉNERO: THRILLER /EE. UU. / 2014  DURACIÓN: 112MINUTOS.    
    

      Avanzada la década de los setenta del pasado siglo tuvo lugar el estreno de una película clave que lleva por título Todos los hombres del presidente (Alan J. Pakula, 1976), film que marcó un antes y un después en el subgénero del cine sobre periodismo de investigación en una época marcada todavía por las tensiones de la Guerra Fría y las más conspicuas teorías conspiranoicas. El mítico film narra, a raíz de un robo con escalo en el complejo Watergate, sede  electoral del Partido Demócrata, la investigación llevada a cabo por los periodistas del Washington Post Bob Woodward (Robert Redford) y Carl Bernstein (Dustin Hoffman) que acabó inculpando por espionaje político a cinco colaboradores del presidente Richard Nixon y obligando a dimitir ignominiosamente a éste. Tras ver Matar al mensajero no me cabe ninguna duda de que aquel excelente film ha servido de gran inspiración a Michael Cuesta (El fin de la inocencia) para poner en marcha un proyecto basado también en un hecho real y que tiene como eje central la desesperante historia vivida por el periodista Gary Webb, dando como resultado un aseado thriller político, una película necesaria y comprometida  que recupera una historia desconocida para muchos y olvidada por casi todos.


      El film sigue a Gary Webb (Jeremy Renner) quien trabaja para el periódico local San José Mercury News a finales de la década de los 80. Un día se cruza con Coral Baca (Paz Vega), la amante de un narcotraficante que está siendo juzgado, y que entrega a Webb un material muy comprometedor: pruebas que conectan a un tal Danilo Blandon, un capo de la droga, con la CIA. La historia es terrorífica: la CIA había creado una red de venta y tráfico de drogas en Estados Unidos con idea de financiar durante la era Reagan a la Contra nicaragüense. Webb publica un artículo que pone en alerta a la comunidad afroamericana: los barrios negros fueron inundados de crack mediante un narcotráfico destinado a abastecer de dinero y armas a la CIA. La vida de Webb se convierte a partir de entonces en un tormento en lo personal y en lo profesional.


     La veracidad de estos hechos terribles, gravísimos, absolutamente devastadores investigados y denunciados por Webb (la CIA traficando con crack y diseminando las esporas de la muerte en los barrios negros para financiar a la grupos contrarrevolucionarios nicaragüenses) fue confirmada años después por la agencia de inteligencia norteamericana en declaraciones que pasaron inadvertidas en pleno escándalo Clinton-Lewinsky. El reportero Gary Webb murió en diciembre de 2004 ¿la causa? Presuntamente se suicidó. Matar al mensajero nos narra una historia muy sucia y escabrosa urdida desde las pestilentes cloacas del Estado, y Michael Cuesta imprime un ritmo frenético acorde con lo narrado a un relato en el que Jeremy Renner pone toda la carne en el asador metido de lleno en la investigación hasta que logra sacar a la luz la verdad, momento en que tendrá que hacer frente a una serie de problemas, calumnias y amenazas que llevarán a su caída en desgracia. La película queda así dividida en dos partes relacionadas aunque bien diferenciadas cada una de ellas rodadas con un tono distinto, tratando de esta manera de marcar los pasos del calvario por el que tuvo que pasar un hombre valiente solo frente al sistema. Queda en la retina la imagen magnética del periodista honrado, heroico e insobornable que hace mucho tiempo, para desgracia de nuestra sociedad, ha pasado a mejor vida.



      Cuesta logra que mantengamos el interés durante las casi dos horas de metraje, algo en lo que tiene mucho que ver un magnífico Jeremy Renner en una interpretación portentosa rebosante de recursos de buen actor y llena de matices que dota de intensidad e identidad a un personaje asistido por el coraje, las dudas, la ambigüedad, el instinto, la vulnerabilidad, la determinación y la soledad que adquiere una dolorosa dimensión cuando pierde el apoyo de su periódico, momento en que gozará de la empatía total del espectador entregado ya hasta ese final triste, hiriente y descorazonador que nos hace rememorar todo lo vivido e imaginar  lo que jamás veremos. Matar al mensajero es un film amargo que proyecta una visión pesimista sobre los designios del poder y la condición humana, que al mismo tiempo despide destellos esperanzadores sobre el espíritu indómito de esos escasos hombres que se lo juegan todo en la búsqueda de la justicia y la verdad. Enfangados como estamos en esta ciénaga de miserias y podredumbres, la cinta puede servir como toque de atención a esa parte ingenua de la sociedad que todavía cree a ciegas en las instituciones como garantes de su defensa y la legalidad, cuando en realidad sólo atienden a sus propios intereses bastardos: el juego de la sucia política y las incontables víctimas inocentes que deja a su paso. 

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