sábado, 5 de julio de 2014

CRÍTICA DE: "HERMOSA JUVENTUD"

El paro, un puñal en el corazón de los débiles
HERMOSA JUVENTUD êêêê
DIRECTOR: JAIME ROSALES.
INTÉRPRETES: INGRID GRACÍA JONSSON, CARLOS RODRÍGUEZ, JUANMA CALDERÓN, INMA NIETO, PATRICIA MENDY.
GÉNERO: DRAMA / ESPAÑA / 2012  DURACIÓN: 100 MINUTOS.   

           
     Jaime Rosales (Barcelona, 1970) se está labrando una de las carreras más rabiosamente personales de la cinematografía española, un autor insobornable que aunque no siempre acierta con sus apuestas (Tiro en la cabeza y Sueño y silencio resultaron para este cronista dos películas fallidas), siempre trata de explorar nuevos caminos apartándose de convencionalismos y ofreciéndonos un toque peculiar que identifica claramente su estilo y los constantes de un universo propio. Aún recuerdo con especial deleitación aquel osado ejercicio  de estilo que supuso su ópera prima Las horas del día (2003), película de sobriedad tan aplastante que produce vértigo;  algo parecido me ocurrió con la turbadora La Soledad (2007), en la que llevó al límite su experimentación con el lenguaje narrativo para ampliar el hastío de la rutina a una dimensión excepcional.


      En su nueva propuesta, HERMOSA JUVENTUD, Rosales se muestra más cercano con una puesta en escena más clásica, presentándonos una historia que busca la empatía con un público más amplio, y lo hace con una fluidez y claridad narrativa al alcance de muy pocos: Natalia y Carlos (Ingrid García Jonsson y Carlos Rodríguez) forman una pareja de jóvenes enamorados que luchan por sobrevivir en la España de la actual crisis. Sus recursos limitados les impiden  satisfacer sus deseos, no tienen grandes ambiciones porque no albergan grandes esperanzas, pero tienen una hija a la que mantener. De ahí su decisión de rodar una película porno amateur para ganar algún dinero.


      El film debería servir como espejo para la vergüenza de los sistemas neocapitalistas y su desalmada clase política, las corporaciones financieras y empresariales que han aprovechado la crisis de la que ellos son las máximos responsables para crear mano de obra esclava y arrastrar a una parte importante de la población a un callejón sin salida. Aunque se siente imantado por esa hermosa juventud, la mirada de Rosales es pesimista y descorazonadora en su incontenible deseo de explicar una tragedia sobre la que viven de espaldas la clase política, sus tecnócratas y burócratas dentro de una Europa insolidaria y deshumanizada. HERMOSA JUVENTUD resulta creíble desde el abismo de emoción y tristeza en la mirada de sus dos jóvenes protagonistas que son conscientes de que nada, tal vez ni siquiera el amor, está ya en sus manos, hasta las mínimas situaciones cotidianas que pueden empujarte al abandono y la exasperación.


 Con escalofriante naturalidad y sobriedad y haciendo uso de de los recursos que te brindan las nuevas formas de comunicación (chat, whatsapp, skipe) que actúan a modo de estimulante elipsis cinematográfica, el director catalán transita con soltura por los espinosos senderos urbanos (el barrio, los polígonos, el parque)  con su jerga de arrabal, en donde son tangibles los fracasos cotidianos, el abatimiento y los sinsabores de una generación desplazada que ha desistido de cualquier forma de progreso o sueño de prosperidad.



       En ese día a día uno pierde aliento y como consecuencia vida, España no es país para jóvenes (tampoco para viejos, no se crean) de ahí que el título de la cinta se nos antoje tan irónico como demoledor. HERMOSA JUVENTUD, que se eleva como el film más ambicioso de su autor, es a la vez una obra intimista y de atronador eco social, a Rosales, como buen observador,  no se le escapa ningún detalle de los gestos, las ocurrencias que te arrancan una sonrisa, las broncas más viscerales, las riñas callejeras, los celos, las briznas de ilusiones rotas que te hunden en la más amarga depresión. Postales de un país que se desangra, destellos de una puta mierda de vida a la que te aferras porque no tienes otra cosa, pero que siendo lúcido y pragmático, no vale la pena sostener si no es para alimentar el ego y la vanidad de los que han convertido un paraíso de infinitos recursos naturales en un infierno de proporciones dantescas. Moderno ejercicio de inspiración neorrealista en donde este cineasta de referencia ha recuperado el pulso para mostrarnos los efectos devastadores de un modelo de desarrollo fracasado que siempre se ha cebado con los más débiles, esos habitantes de los entornos marginales de las grandes ciudades, y así levantar acta sobre el drama íntimo del paro y sus desastrosas consecuencias, utilizando la cámara como escaparate de la cruda realidad  y la hiriente visión del vacío.

2 comentarios:

  1. Me gusta el director pero también me alegro de que su propuesta más reciente -que tengo muchas ganas de ver- sea más accesible. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Pues yo, Ricard, estaba con la mosca detrás de la oreja por la decepción que me habían causado sus dos últimas películas, pero lo cierto es que ha vuelto a recuperar el pulso y nos entrega una obra muy pensada y necesaria que relata las vidas de nadie, a eso es a lo que ha quedado reducida una gran parte de la población en un mundo que vive de espaldas a las pequeñas -y grandes- tragedias. Te gustará.

    Un abrazo

    ResponderEliminar