jueves, 31 de julio de 2014

RESCATANDO OBRAS MAESTRAS DEL OLVIDO


EL LARGO VIERNES SANTO (1980)
      Elegida por la Academia de Cine Británica como una de las cien mejores películas británicas de la historia, EL LARGO VIERNES SANTO  (John Mackenzie, 1980), es una de esos films que merece ser rescatado por los aficionados más jóvenes que estén interesados por descubrir lo mejor de cinematografía europea. Con guión del dramaturgo Barry Keffe y rechazada por varias productoras por su obscena carga de violencia y peligroso mensaje político, su estreno fue todo un éxito que encumbró la carrera del recientemente fallecido Bob Hoskins (menos a Helen Mirren, que en su juventud no pasó del estatus de actriz florero) y representó el debut en la gran pantalla de un jovencísimo actor irlandés llamado Pierce Brosnan ¿les suena? La cinta nos narra la historia de Harold Shand (Bob Hoskins), un gangster londinense bien establecido que está a punto de cerrar un lucrativo negocio con la mafia estadounidense. Todo se va al traste cuando una serie de bombas estallan en distintas partes de la ciudad, matando a amigos y miembros de su banda. La relativa paz de los últimos diez años salta por los aires y para llegar a la verdad, Harold tendrá que enfrentarse a una poderosa organización dejando un copioso rastro de sangre.



      De la irregular carrera de John Mackenzie (que posteriormente insistiría mucho en la fórmula)  sólo salvo dos películas; El Cuarto Protocolo (1987), basada en el best seller homónimo de Frederick Forsyth y en la que vuelve a contar con Pierce Brosnan, esta vez de protagonista muy bien acompañado por Michael Caine; y el film que nos ocupa, sin duda su mejor obra. Hoskins encarna a la perfección el retrato de gangster hortera y orgulloso que tras una vida de crímenes se quiere labrar un perfil de empresario honorable y en vías de llevar a cabo el negocio de su vida, un negocio consistente en comprar unos terrenos a precio de ganga que multiplicarán hasta el infinito su valor cuando Londres sea designada la sede para acoger los Juegos Olímpicos de 1980. Lo que Mackenzie nos muestra es una ciudad deprimida tras la crisis económica que asoló a la nación en la década de los setenta, un entorno urbano gris y herrumbroso donde se respira la corrupción política, la traición y el IRA se ha convertido en un sindicato en la sombra que quiere llevarse su parte del pastel de cada operación inmobiliaria, sobre todo si se hace de forma  sucia con terrenos abusivamente recalificados.
                                      

      
      Con eficaz pulso narrativo y una carga de violencia visceral, EL LARGO VIERNES SANTO  es una obra maestra incontestable en donde todo funciona como el engranaje de un reloj suizo: un guión de hierro que apenas te da un momento de respiro una vez que los personajes nos han sido presentados; la magnífica actuación de Bob Hoskins descubriéndonos por primera (aunque no por última vez, recuerden Monalisa o El viaje de Felicia) su enorme talento y amplísimo abanico de recursos; una Helen Mirren demostrando lo desaprovechada que estuvo en su juventud pues sólo ha sido reconocida en la madurez de su carrera; unos actores británicos de lujo entre los que podemos citar a Dave King, Kevin McNally, Paul Freeman y Billy Nighy, sin olvidarnos de la presencia incombustible de Eddie Constantine; y la sensación hiperrealista (no exenta de un humor negrísimo) de que todo lo que sucede en la pantalla es verídico, toda esa podredumbre política y sus intereses bastardos con la mafia sirve de sustrato para la estruendosa caída de un gangster déspota a quien el destino le tiene preparado un final terriblemente irónico. Magistral


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