domingo, 24 de febrero de 2013

CRÍTICA DE "GANGSTER SQUAD"

Un revival tan preciosista como mediocre y manierista
GÁNGSTER SQUAD (BRIGADA DE ÉLITE) êê
DIRECTOR: RUBEN FLEISCHER.
INTÉRPRETES: JOSH BROLIN, RYAN GOSLING, SEAN PENN, EMMA STONE, NICK NOLTE.
GÉNERO: CINE NEGRO / EE. UU. / 2013  DURACIÓN: 113 MINUTOS.   
       
     Este crítico tenía ganas de ver una peli clásica de gángsteres a la vieja usanza sin tener que recurrir a las grandes obras maestras que reposan en las baldas de mi atestada  dvdeteca. Con lo que me encuentro es con un vulgar sampleado que homenajea a las magníficas Los Intocables de Elliot Ness y Mulholland Falls, la Brigada del Sombrero (si en la primera estaba Andy García, aquí está Michael Peña; si en la segunda estaba Nick Nolte, aquí está Nick Nolte), películas sin duda deudoras de esta GANGSTER SQUAD que tiene en la desmesura y  ramplonería su mayor defecto.

      No creo que Ruben Fleischer fuera el director idóneo para hacerse cargo del ya de por sí flojo guión firmado por el autómata Will Beall, que hace un mediocre trabajo de adaptación del excelente texto de Paul Lieberman, aunque la peor tara de sus responsables es no haber sabido sacar todo el jugo posible a un reparto de auténtico lujo, meros estereotipos dentro de una fórmula demasiado gastada.
     
      La acción nos sitúa en la ciudad de Los Ángeles de 1949. El despiadado capo de la mafia y ex boxeador nativo de Broocklyn Mickey Cohen (Sean Penn) es el director de orquesta en la ciudad del oropel y las bambalinas, recogiendo los sucios beneficios del tráfico de drogas y armas, de la prostitución y todas las apuestas que se hacen al oeste de Chicago. No sólo le protegen sus matones, también la policía y los políticos, a los que tiene comiendo de su mano. Cohen intimida a todos menos a un pequeño grupo secreto adjunto al Departamento de Policía de Los Ángeles que está liderado por el sargento John O´Mara (Josh Brolin) y Jerry Wooters (Ryan Gosling), que unen sus fuerzas para acabar con los asesinatos, chantajes y negocios delictivos de Cohen.   

      A Fleischer le interesa poco el dibujo de los personajes sobre los que no realiza una mínima introspección, le basta con unos simples brochazos para distinguir a los buenos y los malos (poli bueno, poli guapo, villano y femme fatale) sin detenerse en matices y dando por descontado que el público cinéfilo se nutrirá de aromas y ecos para sumergirse en una atmósfera y una estética reconocibles y unos escenarios tremendamente icónicos.

      Justo será reconocer que si la función peca de hiperbólica e histriónica, el ritmo también resulta endiablado con unas set-pieces rodadas con pulso enérgico sin hacer asco a la profusión de sangre y la violencia histérica. El esmerado diseño de producción sobre el que se elevan las volutas de cine noir, recrea unos años 40 locos, peligrosos y glamourosos; amor, esplendor y balas, pero el dilema interno del relato, que se mueve entre la historieta y el realismo histórico, deriva en unas situaciones poco creíbles y en unos personajes poco sólidos, con un Sean Penn sobreactuado, tan caricaturesco como su enorme y postiza nariz, una desquiciada interpretación que vacía a su personaje de toda ambición y maldad.
     
      GANGSTER SQUAD se nos muestra como una película impersonal, sin apenas carácter, rodada con el piloto automático por un director que no se toma en serio el invento y que nos sirve una vacuidad preciosista sin ánimo de perdurar en la retina del espectador, algo así como Los Intocables de Brian De Palma pasada por el modo slapsticks, que se apropia de toda la parafernalia gangsteril (sombreros y trajes cruzados, coches clásicos de época, metralletas Thompson, grandes templos del baile, whisky, cigarrillos sin filtro, luces de neón) para proyectar una vistosa y elegante bufonada.

      Pero ese regalo para los ojos  se diluye pronto sin un trasfondo que aporte cierta originalidad y se eleve más allá del mediocre revival de otros films del género, sin que todo resulte tan predecible, sin que los perfiles de los prototipos se revelen tan manidos y grotescos y sin que el clímax final del asalto al hotel nos remita a una espléndida secuencia crucial de El precio del poder (este tipo parece tener obsesión con De Palma) desatando una fijación por la pose y la estética excesivamente manierista. Película para ver y olvidar, poco quedará de ella en la memoria. Lástima, otra ocasión perdida.  

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