viernes, 14 de julio de 2017

MIS PELÍCULAS FAVORITAS: "CIUDADANO KANE" (1941)


CITIZEN KANE
Drama - USA, 1941 - 119 Minutos - Blanco y Negro.
DIRECTOR: ORSON WELLES.
INTÉRPRETES: ORSON WELLES, JOSEPH COTTEN, DOROTHY COMINGORE, EVERETT SLOANE, RAY COLLYNS.


   Orson Welles (Kenosha, 1915 - Los Ángeles, 1985) está considerado el más grande revolucionario del lenguaje fílmico. Buen actor y genial director, Welles fue un niño prodigio que a los cinco años ya recitaba a Shakespeare y a los quince se inició en el teatro. Dos años más tarde fundó el Mercury Teatre de Nueva York, consagrándose como un notable intérprete y magnífico realizador de obras shakesperianas, tales como Macbeth o Julio César, por el montaje escénico de esta última ganó el premio de la asociación dramática de Chicago. Alcanzó una impresionante popularidad por su emisiones radiofónicas de teatro clásico, y sobre todo, por su aterradora e impactante versión de La guerra de los mundos (emisión de 1938) que por su realismo causó un auténtico ataque de histeria y pánico entre los radioyentes. A raíz de la fama y el éxito de este trabajo se le abren las puertas de  Hollywood, y dirige para la R. K. O. la más descomunal ópera prima de todos los tiempos, Citizen Kane, todo un clásico que el enorme cineasta rodó con sólo 25 años, un film situado en todas las listas y clasificaciones entre los tres mejores de la historia del cine, algo que agiganta más la figura de su autor, manteniendo su interés intacto y siendo objeto de incesantes estudios y revisiones. Entre lo major de su filmografía como director podemos citar los siguientes títulos: El cuarto mandamiento (1942), La dama de Shanghai (1947), Macbeth (1948), Mr. Arkadin (1955), Sed de mal (1957), El proceso (1962), Campanadas a medianoche (1966).


    Innovadora, estimulante, perturbadora, Ciudadano Kane marca un nuevo horizonte entre el viejo cine y el moderno, aportando un sinfín de elementos novedosos: el empleo permanente de objetivos de distancia focal muy corta, perspectivas visuales y encuadres revolucionarios conseguidos mediante sorprendentes angulaciones de cámara, el uso cuidadoso de la profundidad de campo y la movilidad de la cámara para la experimentación del plano-secuencia, al simbolismo elocuente a través de la grúa, la original utilización del flash-back... Elementos que sitúan a esta obra como una pieza fundamental para entender la evolución del cine moderno.



    Ciudadano Kane narra la historia de Charles Foster Kane (Orson Welles) poderoso magnate de la prensa norteamericana, un retrato apenas camuflado del potentado William Randolph Hearst, tanto es así que éste intentó por todos los medios evitar el estreno del film. La figura de este multimillonario le sirve a Welles para realizar un severo estudio de sobre el ansia de poder y la ambición, condiciones necesarias para escalar las simas de la abundancia, la respetabilidad y el prestigio al frente de los mandos de control, atalaya desde donde uno puede divisar el humo de las ruinas y las columnas de cadáveres que ha tenido que dejar a su paso para conseguirlo. 


    Crítica feroz sobre el ultracapitalismo ciego, Welles recrea como nadie esa antropofagia, y también el aislamiento, la soledad que envuelve a Charles F. Kane cuando, cercano el momento de expirar, su mente vuela lejos para refugiarse en la infancia, en aquel trineo con el que solía jugar cuando era un niño, en la inocencia de aquellos momentos conservados tan puros en la memoria. Un giro freudiano como interpretación psicológica para captar la nostalgia en medio de la soledad y la decadencia. 


   La película, que fue un fracaso económico, consagró a su autor extendiendo su sombra en el tiempo, y más allá de sus innovaciones técnicas, de los originales recursos visuales y la configuración dramática derivada de un montaje caótico y rompedor, es una colosal obra maestra por su ímpetu subversivo, porque supone una quiebra del orden cinematográfico establecido hasta entonces -un clasicismo algo añejo para los nuevos tiempos-,  por la frescura narrativa que acoge un nuevo verbalismo insurrecto, y establece los nuevos cánones para un panorama de expectativas más dinámicas y vigorosas. A destacar la magnífica fotografía de Gregg Toland en blanco y negro y la música de Bernard Herrmann.
   
     
   Es curioso que según la rumorología hollywoodiense, “Rusebud”, palabra engañosamente clave del film y una de las más mágicas de la historia del cine, parece sacarla Welles del influyente William R.Hearst, pues ese era el apelativo mimosín y cariñoso que el magnate utilizaba en la intimidad para referirse al aterciopelado felpudito de su amante, Marion Davies, una actriz fracasada.

2 comentarios:

  1. Toda una lección de cine. Una película monumental.

    Un abrazo.

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  2. Y lo mejor es que el tiempo no la ha penalizado y sigue manteniendo intacta su frescura y su punzante y corrosiva denuncia.

    Un abrazo.

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