lunes, 14 de septiembre de 2015

CRÍTICA: "SOUTHPAW"

Nueva lección magistral de un actor magnífico
SOUTHPAW êêêê
DIRECTOR: ANTOINE FUQUA.
INTÉRPRETES: JAKE GYLLENHAAL, RACHEL MCADAMS, OONA LAWRENCE, FOREST WHITAKER, 50 CENT, VÍCTOR ORTÍZ.
GÉNERO: DRAMA / EE.UU / 2015  DURACIÓN: 123 MINUTOS.   
                   
      
       En múltiples ocasiones he escrito que una película con un guión apenas resultón  puede brillar con la luz que irradia la colosal interpretación de su protagonista. El caso de Southpaw es paradigmático de esta afirmación aunque se pueden citar infinidad de ejemplos en la historia del cine. Alguno de ellos tan reciente como Locke (Steven Knight, 2013), film en donde ese portento de actor británico llamado Tom Hardy nos ofrece una magistral lección interpretativa siendo él el único personaje físico de la cinta y modulando registros al alcance de muy pocos. Y si existe alguien capaz de hacer sombra a Hardy ese es Jake Gyllenhaal. El actor californiano nos regala otra muestra de su inagotable talento esculpiendo con naturalidad, garra y matices otro personaje inolvidable, el del afligido, atormentado e impulsivo boxeador Billy Hope, figura central de este drama en tres actos (ascensión, caída y redención) dirigido por Antoine Fuqua (Día de entrenamiento) con un guión escrito por Kurt Sutter.


      Y tal vez sea el libreto (que no es desdeñable aunque pueda ser tildado de esquemático y convencional) lo más débil de un film que nos narra la historia de un boxeador, el citado Billy Hope (Jake Gyllenhaal) que pese a que ha gozado de la gloria y de los títulos en el pasado, ha caído en desgracia. Sin embargo, no se ha rendido y ha tomado la decisión de reverdecer viejos laureles y mejorar su imagen por el bien de su mujer, Maureen (Rachel McAdams) y de su hija, Leila (Oona Lawrence). Pero la tragedia hará que todo se derrumbe cuando su ira le juega una mala pasada entrando al trapo de una provocación que tendrá consecuencias fatales para su mujer haciendo que se derrumbe toda su existencia y la de su familia.
     

     
      Si se tratara de valorar la portentosa labor de Jake Gyllenhaal, calificaría la función de magistral sin pensármelo dos veces. Como de lo que se trata es de calificar la película en su conjunto, no me voy a atrever a tanto pero tampoco sentiría satisfecho si me alejase demasiado porque Southpaw es un maravilloso vehículo para el lucimiento de su fulgurante estrella, que nos ofrece un contundente y magnético tour de forcé interpretativo que eleva a la categoría de sublime una actuación que sólo puedo calificar de aleccionadora. Todos estaremos de acuerdo en que el argumento sobre el ascenso, caída y redención de un ídolo deportivo está ya muy trillado tanto en la literatura como en el cine, y el film de Fuqua transita todos los lugares comunes utilizando los clichés de la fórmula tradicional de temática boxística: la historia de un boxeador que llega a la cima, lo pierde todo, momento en el que le abandonan las sanguijuelas que le estaban chupando la sangre, se reinventa con la ayuda de un entrenador honesto e inspirador y víctima de la carcoma de la nostalgia, vuelve a saborear las mieles del éxito y a recuperar a su familia, es una trama que no sorprenderá a nadie por su originalidad. Pero hay que ver a Gyllenhaal comiéndose la pantalla tanto en su particular descenso a los infiernos como entablando sobre la lona del cuadrilátero una lucha feroz y sangrienta en planos de imponente verosimilitud y perfectamente coreografiados, dando oxígeno a un alma torturada por una pérdida de la que se siente culpable y en un proceso de expiación para el que sólo le mueve el amor por su hija.   


       Cierto que el cine de Antoine Fuqua tiene una viscosa tendencia a la exaltación de estereotipos viriles y la violencia volcánica, que le fascina retratar las ciénagas nauseabundas de una sociedad en donde van quedando muy pocos inocentes. Tributando honores a films clásicos del género (Marcado por el odio, Rocky, Toro salvaje), Southpaw le ha exigido a Gyllenhaal el esfuerzo de una formidable transformación física para ganar peso y masa muscular, haciendo así más creíble su personaje de púgil iracundo y poco reflexivo. Dando réplica al actor angelino nos encontramos con la cada vez más solicitada Rachel McAdams, en la piel de esposa y musa encargada de poner orden y cordura en la desbocada vida del potro de su marido; una Oona Lawrence que toca la fibra sensible de los espectadores en el papel de hija que ve que todos su mundo se ha venido abajo por la mala cabeza de su padre; y un Forest Whitaker que encarna a un entrenador con sentido del humor, docto en la materia pero que proyecta una corrosiva tristeza. A pesar de lo manido de la historia que nos cuenta, Southpaw es un espléndido film porque Jake Gyllenhaal desborda la ficción del personaje echándose la película a sus espaldas para convertirla en una dolorosa y cercana tragedia que necesita ser vivida.  

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