martes, 2 de junio de 2015

CRÍTICA: "TOMORROWLAND: EL MUNDO DEL MAÑANA"

TOMORROWLAND: EL MUNDO DEL MAÑANA êêê
DIRECTOR: BRAD BIRD.
INTÉRPRETES: GEORGE CLOONEY, BRITT ROBERTSON, HUGH LAURIE, RAFFEY CASSIDY, JUDY GREER.
GÉNERO: CIENCIA FICCIÓN / EE. UU. / 2015  DURACIÓN: 130 MINUTOS.   

      Tomorrowland fue una de las últimas áreas (también conocidas por Tierras) construidas por Disney Imagineering de las cinco que tenía el parque temático de Disneyland en su inauguración en 1955. Su temática es la tecnología y el mundo futuro. Así, los viajes espaciales, los progresos en el ámbito científico y tecnológico son los elementos básicos de atracciones como la montaña rusa Space Mountain, cuyo recorrido está ambientado en un viaje espacial. Con un presupuesto de 190 millones de dólares, la productora Disney confía en Brad Bird (El Gigante de Hierro, Los Increíbles, Ratatouille, Misión Imposible: Protocolo Fantasma) para situarse detrás de las cámaras de un proyecto cuyo guión está firmado por Damon Lindelof, Jeff Jensen y el propio director y cuyo equipo de rodaje se trasladó a Valencia para rodar algunas escenas en la Ciudad de las Ciencias.
     

      
     Tomorroland: El Mundo del Mañana gira en torno a Frank (Thomas Robinson de niño y George Clooney de adulto) un tipo desencantado que de niño fue un soñador, uno de esos niños prodigio con un cerebro privilegiado para la ciencia. Tras asistir con uno de sus inventos a la Feria Mundial de 1964, Frank viaja a un lugar que parece el mejor del universo y está convencido de que el mundo será mejor gracias a ese descubrimiento. Pronto se dará cuenta de lo equivocado que estaba y se convierte en un ser cínico, por lo que se aísla en una granja de su familia para pasar allí el resto de su vida. Se tendrá que enfrentar a su pasado cuando conoce a la joven Casey (Britt Robertson) que dará con la localización de Tomorroland, una sociedad paralela que se ha ido desarrollando de manera distinta al resto del mundo y donde los inventos y los progresos científicos y tecnológicos parecen haber sido creados por los mayores genios de la humanidad. Pero Tomorrowland es ahora un mundo decadente debido a tipos como David Nix (Hugh Laurie) con un sentido errático de la investigación que lleva camino de destruir a la Humanidad.
       
      
      El proyecto largamente acariciado por Pixar y publicitado como la primera película no animada del estudio se evaporó hace mucho tiempo como las señales de humo de alguna reserva india, siendo ahora presentado por Disney como una producción de coste elevado e irregulares resultados. Un primer tramo que promete, en donde la aventura infantil nos retrotrae a la magia del cine ochentero y donde son visibles los universos con sello spilbergianos, una atmósfera fascinante que impregna el relato con el esplendor y la fantasía de películas míticas como Exploradores, Los Goonies e incluso Regreso al futuro. Un toque nostálgico y naif para un film de ritmo acelerado que aunque transita senderos ya trillados está rodada con gusto y sentido del espectáculo, y que si no es una obra mayor es debido a lo innecesario de su extenso metraje, un guión enredado, el plano perfil de algunos personajes y unas subtramas que se me antojan excesivas. Un impecable diseño de producción y unos resultones efectos especiales no son suficientes para lograr el estatus de excelencia para un film cuya amalgama de referencias y citas (entre la autopía y la distopía) acaban creando un magma confuso que Bird quiere remediar con una cansina verborrea explicativa.


       La búsqueda de un mundo mejor, más habitable y luminoso, el optimismo ancestral de la era espacial, es un anhelo inherente a la ciencia ficción y que en demasiadas ocasiones nos ha deparado la sombría visión del desencanto, de un futuro apocalíptico. La mayor parte del film no sucede en la Tierra del futuro sino aquí y ahora, un presente asaltado por androides de aspecto muy humano y aviesas intenciones, pero Tomorrowland: El Mundo del Mañana nos presenta una alternativa distinta al oscuro y amargo concepto del apocalipsis, desarrollando un juego de ingenios entre el niño prodigio de aquellos años sesenta caído en desgracia cuando es adulto (George Clooney con el piloto automático) y una adolescente que le iguala en talento y que de forma providencial activará la chispa de la aventura al toparse con un viejo pin conmemorativo. Insisto, el ritmo de la función resulta trepidante y el gran problema de Bird es el no haber sabido cohesionar todas las piezas de un libreto desmadejado que contiene aciertos considerables (toda la secuencia de la torre Eiffel utilizada de lanzadera), abocando al espectador, esta vez sí, a un final esperanzador en el que el esfuerzo, el trabajo y la fe serán recompensados con una armonía vital muy cercana a la felicidad.
        

2 comentarios:

  1. Supongo que tendré que verla. Brad Bird es un director excelente.

    Un abrazo.

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  2. Siempre veo todo el cine que puedo. Pero hay algo que no puedo obviar: la actualidad. Como supongo que a ti te pasa lo mismo, también estoy seguro de que acabarás viendo esta película. Además, aunque no está a la altura de Los Increíbles o Ratatouille, no es un film desdeñable.

    Un abrazo.

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