sábado, 27 de octubre de 2012

FOTOGRAMAS EN LA RETINA: "ACUSADOS"



      Por la película ACUSADOS (Jonathan Kaplan, 1988), la actriz Jodie Foster consiguió su primer Oscar a la Mejor Actriz, pero muchos aficionados ignoran que la preferida por Kaplan para interpretar ese papel era Kim Basinger, pues temía de que Jodie no resultase demasiado sexy y atractiva. Basinger declinó la oferta de uno más de los grandes errores que jalonan su muy irregular carrera cinematográfica. Acusados está rodada en un formato casi de telefilm que gracias a sus intérpretes se convierte en un potente y estremecedor drama que nos cuenta la historia de Sarah Tobias (Jodie Foster), una joven solitaria que acumula fracasos en sus relaciones sentimentales, frustraciones que ahoga tomando cervezas en la barra de un bar. Precisamente en los billares de uno de esos garitos se topa con un grupo de chicos que la asaltan, agreden y violan repetidamente sobre una máquina de pinball. Conmocionada y ultrajada acude a pedir justicia, pero todos piensan que ha sido ella quien ha provocado la violación. Sarah emprende una dolorosa odisea que le lleva a enfrentarse a todo un sistema judicial con la única ayuda de su abogada, Kathryn Murphy (Kelly McGillis), en pos de conseguir que la justicia condene a los criminales y a los que permitieron pasivamente que pudieran cometer su crimen

   
      Como curiosidad contaré que Kelly McGillis, que da oxígeno a la abogada que sirve de apoyo moral y ariete judicial a Foster y que se haría famosa formando pareja con Tom Cruise en Top Gun, fue víctima de una violación cuando en 1982, con 20 años, fue agredida en su casa después de regresar del trabajo. El criminal, un tal Leroy Johnson, de 15 años, fue condenado en 2010 a 50 años de cárcel por otros delitos. En Acusados Jodie Foster demuestra que su talento para la interpretación –en ocasiones también para la dirección- es excepcional. La Basinger no hubiese podido mejorar los registros de una interpretación muy convincente hasta en el ambiguo preludio del crimen, ese inocente coqueteo que jamás, repito, jamás, puede justificar una agresión sexual. Su desesperación, sus gestos, su forma de hablar, conforman el retrato medido de una mujer de clase baja perdida en la soledad de su  aflicción post-traumática. Kaplan, como buen artesano, crea una ambientación inquietante con la angustia in crescendo en ese club de carretera, y finalmente, el farragoso itinerario para que se haga justicia y la joven pueda sentirse respetada y limpia.


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