martes, 19 de junio de 2012

FOTOGRAMAS EN LA RETINA: LUNAS DE HIEL


       
       En el año 1992 el cineasta franco-polaco Roman Polanski nos sorprendió con una interesante película titulada LUNAS DE HIEL, una cinta sobre la degradación del amor que supone una honesta y desasosegante disección quirúrgica sobre las relaciones de pareja y las sacrosantas convicciones amorosas. En un crucero de placer para celebrar su séptimo aniversario de boda, el aburrido matrimonio formado por Nigel y Fiona (Hugh Grant y Kristin Scott-Thomas), conocerán a Mimi (Emmanuelle Seigner), una pasajera a la que acompañarán a su camarote porque se encuentra indispuesta. Allí también conocerán a su marido, Oscar (Peter Coyote), que está inválido en una silla de ruedas. Nigel no tarda en sentirse atraído por Mimi, Oscar lo percibe rápidamente y le propone seducirla, pero antes le cuenta cómo eran sus experiencias sexuales con ella antes de sufrir el fatal accidente que le dejó paralítico.

       Lo que más me atrae de Lunas de hiel es la forma impía, feroz, cruel, que el genial Polanski idea para bucear por la degeneración de la vida conyugal buscando la manera de quebrar la monotonía en el deseo y la práctica sexual a través de estímulos externos, alicientes e impulsos para no dejarlo morir del todo. En cierta forma, se trata de deshumanizar el acto sexual enfatizando la parte irreflexiva y automática del coito, que ya no les dice nada. Así, la relación que entablan Mimi y Oscar, repleta de momentos tórridos y de alto voltaje, desembocará en tragedia, como no podía ser de otro modo dentro del universo lúgubre del más inspirado Polanski. Me gusta especialmente la alucinante y sensual coreografía de esa danza de infarto que Mimi/Emmanuelle Seigner (a la sazón esposa del director), le dedica a Oscar a la luz de las velas; y, sobre todo, esa escena en que la pareja se encuentra desayunando y Mimi con las tetas al descubierto derrama por ellas una especie de yogurt líquido, acariciándoselas mientras de fondo suena el famoso tema Faith de George Michael. Oscar, totalmente salido, saca a pasear su larga y húmeda lengua para lamer el lácteo derramado por la suave y sagrada piel de la musa francesa, que viciosa y sumisa le acabará haciendo una espléndida felación. La lujuria, amigos, que nos convierte en esclavos, los placeres carnales que nos arrastran a la perdición y alegremente nos convierten en animales. Como diría un amigo mío mejicano: somos lo que hay.

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