lunes, 28 de mayo de 2012

FOTOGRAMAS EN LA RETINA: ILSA, LA LOBA DE LAS SS


    
      Recuerdo bien aquellas sesiones dobles en los cines de barrio durante mi ya lejana adolescencia. Una época en la que había semanas que veía de ocho a diez películas. En una de esas inolvidables sesiones frikis recuerdo haber visto ILSA, LA LOBA DE LAS SS (Don Edmonds, 1975), film encuadrado en lo que se ha dado en llamar BDSM (siglas empleadas para designar una serie de prácticas y aficiones sexuales relacionadas entre sí y vinculadas a lo que se denomina sexualidad extrema). Ser menor de edad (la vi a finales de los 70), nunca fue un inconveniente para acceder a las salas X y sesiones golfas, uno siempre cuenta con sus contactos. El film nos narra las perversiones y atrocidades cometidas por la sádica y lasciva comandante de un campo de concentración, Ilsa (Dyanne Thorne), que tortura a los prisioneros para demostrar que las mujeres son capaces de soportar más sufrimiento que los hombres. Del mismo modo, usa a los reclutas para acostarse con ellos y después castrarlos. Convertida en película de culto (se rodaron dos secuelas oficiales más), su mezcla de gore, violencia y erotismo bizarro escandalizó a una sociedad gazmoña y anestesiada que nunca ha acabado de despertarse. Con una dirección tosca, un guión desastroso y unas actuaciones mediocres, la película nos ha dejado para el recuerdo escenas impagables como esa de Ilsa coiteando con un leproso, o esa otra en que una bomba introducida en una mujer debe estallar cuando alcance el orgasmo.

      Ilsa, la loba de las SS se basa en la historia de la siniestra Ilse Koch (aunque también hay quien argumenta que está inspirada en Irma Grese, supervisora de los campos de Auschwitz, Berger-Belsen y Ravensbrück), esposa de Karl Koch, comandante del campo de concentración de Buchenwald (uno de los primeros y más grandes), entre 1937 y 1941, y Majdanek hasta 1943. Por su fama de sádica era conocida como “la bruja de Buchenwald” o “la perra de Buchenwald”, debido a los crueles castigos y torturas a los que sometía a sus víctimas en unas investigaciones médicas que incluían esterilizaciones sin anestesia, experimentaciones con nuevas drogas e inoculaciones de enfermedades letales. Tanto es así que, aunque en los juicios de Dachau el cargo fue desestimado por falta de pruebas, fue acusada de fabricar objetos con la piel de los prisioneros, y durante el juicio el fiscal dijo de ella: “Fue uno de los elementos más sádicos del grupo de delincuentes nazis. Si en el mundo se oyó un grito fue el de los inocentes torturados que murieron en sus manos”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario