lunes, 22 de diciembre de 2025

MIS PELÍCULAS FAVORITAS: “BUEN TRABAJO” (Claire Denis, 1999)

 

Beau Travail, una obra maestra de Claire Denis 

    Buen trabajo, se eleva como una de las exploraciones más rigurosas y sensoriales del cine moderno sobre el cuerpo, la disciplina y el deseo reprimido. Inspirada libremente en Billy Budd de Herman Melville, la película traslada el conflicto moral del texto original al contexto de la Legión Extranjera Francesa en Yibuti (África Oriental), desplazando el énfasis narrativo hacia una poética del gesto, el ritmo y la mirada.  

    El relato se articula desde la subjetividad de Galoup (Denis Lavant), un suboficial cuya voz en off retrospectiva introduce una memoria fragmentada y profundamente sesgada. Esta elección narrativa subvierte la expectativa de objetividad militar y sitúa el film en el terreno de la introspección melancólica. Galoup no es tanto un narrador fiable como un cuerpo en ruinas, corroído por los celos y la imposibilidad de reconocer su deseo hacia Sentain (Grégoire Colin), joven legionario cuya belleza y naturalidad desestabilizan la rígida jerarquía castrense y la gradual deriva de la atracción y el deseo hasta el odio que siente el sargento por el joven y bello legionario.

   Denis prescinde deliberadamente de una progresión dramática convencional. En su lugar, se decanta por dar sentido a la repetición coreográfica de los entrenamientos militares, filmados como rituales casi abstractos. El cuerpo masculino se convierte en superficie de inscripción política y afectiva: disciplinado, vigilado y, a la vez, erotizado. La cámara de Agnès Godard enfatiza músculos, sudor y respiración, despojando a la masculinidad de su pretendida neutralidad para revelarla como un constructo frágil, sostenido por la represión y la violencia simbólica.

   El paisaje desértico de Yibuti actúa como una extensión del estado de Galoup: vasto, árido y aparentemente inmóvil, pero cargado de tensiones latentes. Así mismo, la presencia colonial francesa es tratada de forma transversal pero incisiva; Denis evita el discurso explícito para mostrar, a través del encuadre y la distancia entre cuerpos, la existencia de una lógica imperial anacrónica y vaciada de sentido.

     El célebre plano final -Galoup danzando frenéticamente en una discoteca- condensa la radicalidad estética y ética del film. La danza, en contraste con la rigidez militar previa, emerge como una explosión tardía de subjetividad: un gesto de liberación ambigua que oscila entre la catarsis y el colapso. Así, Buen trabajo se confirma como una obra clave del cine contemporáneo, donde la narración sensorial y el análisis y del poder se inscribe, de manera endeble, en la carne misma de los personajes. CINE con mayúsculas.

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