jueves, 15 de junio de 2017

MADONNA EN “JUEGO PELIGROSO” (Abel Ferrara, 1993)

  

"DANGEROUS GAME" (1993)  


  Tras realizar varios cortos, Abel Ferrara debutó en 1979 con el largometraje El asesino del taladro, un film de serie B del que es también protagonista y que trata sobre un tipo que recorre los callejones de Nueva York armado con un taladro siempre dispuesto a hundirlo en la carne de algunos desgraciados. Fue un par de años más tarde cuando firmó el film de culto Ángel de venganza (M.S. 45, 1981) que narra la historia de una chica sordomuda que es violada dos veces el mismo día y se acaba convirtiendo en una especie de vengadora feminista. Las tres mejores películas de Ferrara según mi criterio son: El rey de Nueva York (1990) un violento y magnífico film de gángsters protagonizado por Chirstopher Walken y que trata sobre un traficante que quiere recuperar el territorio perdido tras años de prisión; Teniente corrupto (1992) brutal película sobre la corrupción policial con un Hervey Keitel en una interpretación memorable; y El funeral (1996) una cinta espléndida sobre clanes mafiosos en los años 30 que cuenta con un gran reparto.


    Juego peligroso sigue al director de cine Eddie Israel (Harvey Keitel) que recrea en una serie de televisión titulada “La reina de los espejos” la vida de un matrimonio en crisis al que da vida la modelo Sarah Jennings (Madonna) y el actor experimentado Frank Burns (James Russo) que han llevado una vida de excesos sexuales y de drogas. La violencia de los personajes se refleja en la vida real, pues el director está obsesionado por convertir el film en parte de su vida, y presiona a sus actores hasta llevarlos a extremos emocionales más allá de la ficción.


       
    Cine dentro del cine en un relato en el que Keitel da oxígeno a un director obsesivo, puntilloso y sin cargos de conciencia a la hora de explorar los sentimientos de los actores y presionarlos para aportar más realismo a la obra. Juego peligroso capta esa atmósfera opresiva y perversa que se adueña de todos los que participan en la creación. El ritmo de la función es pausado y las secuencias están rodadas con tanto desgarro como sobriedad, emociones latentes incluso en las escenas tórridas que Nicolas St. James mima en su guión para que resulten crudas y creíbles. En este aspecto sobresale Madonna, que nos regala el mejor papel de su irregular carrera y que no desentona al lado de un magnífico actor como Keitel y de un eficaz secundario como Russo.


  Como siempre en el cine de Ferrara, la historia tiene un tono moralista y religioso, de ahí que los que detestamos lo políticamente correcto necesitamos que el nudo corredizo oprima más el cuello y que ese personaje egocéntrico y alucinado al que da vida el gran Harvey Keitel se queme en el fuego con el que juega. Un fuego que arde hasta las cenizas de la pasión convirtiendo en humo la arrogancia y el desprecio de unos personajes que se mueven entre el narcisismo y la decadencia.


     Será verdad que estamos otra vez ante una fábula que intenta definir el bien y el mal, el cielo y el infierno, reflexión a la que nos invita el film con Sarah Jennings en busca de la redención espiritual y que encuentra su némesis en Frank, que no quiere seguirla por ese camino y prefiere continuar por la senda del hedonismo autodestructivo… Y todos sabemos que no se viaja con el alma limpia si no hay resistencia, y que ésta requiere una lucha feroz.  

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