jueves, 25 de febrero de 2016

16 CALLES, ESPLÉNDIDO THRILLER QUE INCOMPRENSIBLEMENTE PASÓ DESAPERCIBIDO

16 CALLES (2006)
(16 blocks)
DIRECTOR: RICHARD DONNER.


     Siempre se debe ser consecuente con uno mismo. Preparado para la incomprensión y el rechazo, decir/escribir lo que realmente se piensa. Por ejemplo: tengo debilidad por el republicano Bruce Willis, siento por él la misma admiración -y mucha más afinidad- que por otras estrellas de la colonia fílmica tan liberales -y anacrónicas- como Susan Sarandon, Tim Robbins, Frances McDormand o Sean Penn.  No presté demasiada atención a aquella inocentona -dicen que divertida- serie televisiva titulada Luz de luna que le convirtió junto a mi venerada Cybill Sepherd en uno de los rostros más conocidos de la pequeña pantalla (entre otras razones porque no me gustan los seriales ni la televisión me emociona, aparato que mantengo para hacer útil el DVD) pero sí he tenido la oportunidad de seguir su irregular carrera cinematográfica prácticamente desde sus inicios. Bruce Willis nació en Alemania en 1955, hijo de padre norteamericano que cumplía el servicio militar en ese país y de madre alemana. Desde muy joven tuvo que desarrollar trabajos puramente alimenticios (guarda jurado, camarero, guardaespaldas) que alternaba con las clases de interpretación, y aunque a principios y mediados de los ochenta trabaja para directores del prestigio de Sidney Lumet (El príncipe de la ciudad, Veredicto final) y Blake Edwards (Cita a ciegas, Asesinato en Beverly Hills) no será hasta la serie de películas de La jungla de cristal que se convierta en una de las estrellas más aclamadas del cine de artificio, pirotecnia y explosiones. Puede que todo eso no le interese a mucha gente, a mí...  no demasiado, empero, su presencia colosal en la magistral Pulp Fiction (Q. Tarantino,1994), en las magníficas El sexto sentido (M. N. Shyamalan, 1999), El Protegido (M. N. Shyamalan, 2001) y en la excelente Sin City (R. Rodríguez, 2005) le han hecho ganarse un sitio en mi saturado disco duro cerebral, en muchas enciclopedias temáticas y en el anhelo de incontables féminas. Richard Donner (Superman, La Profecía,  la saga de Arma Letal) director surgido de la televisión y especialista en bombas comerciales, ha confiado en el ex de Demi Moore para crear un artefacto tan sólido y entretenido como esta 16 blocks.
      
    
     A la vieja usanza, un sólido y nostálgico thriller

    Lo que el veterano Richard Donner nos propone es una odisea urbana en clave de buddy movie (película de compinches) a costa de Jack Mosley (Bruce Willis) un policía cincuentón decadente, alcohólico y con mala conciencia desde que un día traspasó una línea que no debía cruzar. Ahora busca rehacerse a sí mismo, la oportunidad le llega cuando tiene que cumplir la -aparentemente- sencilla misión de trasladar y proteger a un delincuente de poca monta, Eddie Bunker (Mos Def) desde la celda de la comisaría hasta el tribunal, donde tiene que declarar como testigo. Para tal cometido tendrán que atravesar 16 calles en 118 minutos en hora punta de la mañana... Pero no todo será tan sencillo; el itinerario se tornará infernal cuando, acechado por el detective y antiguo compañero Frank Nugent (David Morse) y su tribu de policías corruptos y sin escrúpulos, intenten impedir que ejecute la misión con éxito.



        Dos popes del cine de acción, Donner y Willis, han facturado un buen ejemplo de cine de género, entretenido y de calidad, que bebe de la inagotable fuente del thriller urbano y crepuscular de los setenta: el siempre recurrente personaje del policía alcohólico y trastornado por su pasado, la corrupción en la policía como mensaje de pseudodenuncia tan presente en el cine norteamericano y algunas espectaculares escenas de acción plagiadas con la segura intención de rendirles homenaje. Códigos y estética (fotografía granulosa y decolorada, cámara en mano y encuadres complicados, diálogos parcos y aguzado sentido del humor, la gran urbe presentada como la jungla más peligrosa... ) que nos ofrecen una sugestiva mixtura para recordar clásicos del cine policíaco como Serpico (Sidney Lumet, 1973) o la homenajeada en la secuencia del autobús Ruta Suicida (Clint Eastwood, 1977) el buen cine de palomitas, adulto e incluso intelectual, que nos regaló Hollywood en una época dorada. El correcto guión de Richard Wenk, que alterna el  humor ácido y desenfadado del malhechor charlatán afroamericano, espléndidamente interpretado por el cantante de hip-hop Mos Def, en su relación con el hombre de azul, con el tono dramático, la mirada asqueada y afligida que asiste al cansado antihéroe que busca la redención, encarnado  con excelencia por un Willis con ojeras,  barrigón y cojo, nos lleva a pensar que el propósito de sus responsables no ha sido crear un film para ver y olvidar, pues el ajustado dibujo de los personajes se impone a la espectacularidad de sus acciones, logrando retratos perdurables más allá de lo escasa originalidad de su argumento.
     

       16 calles exuda clasicismo por todos sus poros, desde la fría y apagada fotografía a cargo de Glen McPherson, hasta la ausencia total de efectos digitales o infográficos, con el aliciente de que la acción transcurre casi en tiempo real, los 118 minutos de que dispone el agente Mosley para llevar al reo hasta el juzgado. Elementos que unidos al elevado grado de simbiosis que a medida que avanza el metraje alcanza la pareja protagonista y al subrayado mensaje sobre la expiación de culpas, el proceso de liberación de esos personajes que acaban convenciéndose mutuamente de que siempre es hora de cambiar, aunque para ello tengan que pagar un precio muy alto, dotan de una férrea estructura, congruencia y verosimilitud a un relato ideado bajo los resortes de la tradicional intriga criminal. Donner, sobrado de oficio y, pese a su edad, con pulso firme, no descuida el ritmo (por momentos febril) ni las pautas narrativas, y si pese a su amarga reflexión el film deriva en un estudiado/complaciente happy end (tras dos años de cárcel, nos encontramos a Mosley celebrando su cumpleaños en familia con una tarta que le ha enviado Bunker) somos muchos los que añoramos un tiempo de paz para el (anti)héroe... Antes de la primera noche de la quietud (bonita frase en honor y encendido homenaje al gran Valerio Zurlini, Prima notte di quiete,1972). 

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