lunes, 13 de abril de 2015

CRÍTICA: "EL CAPITAL HUMANO"

O eres dinero o no eres nada
EL CAPITAL HUMANO  êêêê
DIRECTOR: PAOLO VIRZÌ.
INTÉRPRETES: VELERIA BRUNI TEDESCHI, FABRIZIO BENTIVOGLIO, VALERIA GOLINO, FABRIZIO GIFUNI, LUIGI LO CASCIO, GIOVANNI ANZALDO, MATILDE GIOLI.
GÉNERO: DRAMA / ITALIA / 2014  DURACIÓN: 109 MINUTOS.   
        

      El director italiano Paolo Virzì (Livorno, 1964) debutó en 1994 con la comedia La bella vitta, un relato sobre la problemática relación de un matrimonio en una pequeña ciudad italiana. Tras una carrera que comprende una docena de títulos integrados en el mismo género, adapta muy libremente la exitosa novela homónima del escritor y crítico de cine Stephen Amidon para construir una crítica social sobre las causas y las consecuencias de la crisis financiera, dando forma así a una de las mejores películas italianas de los últimos años. “El capital humano” es el nombre que se da a los distintos elementos a tener en cuenta por las compañías aseguradoras y que, basándose en ciertos parámetros, sirven para calcular lo que esas compañías tienen que pagar  a sus clientes  para saldar su póliza de seguro de vida. El desguace de la sociedad del bienestar y la extinción de la clase media durante la actual crisis económica que estalló de forma patente en 2008 pero que venía gestándose desde mucho tiempo antes, trituró los sueños y aspiraciones de millones de personas abocando sus vidas a la más denigrante precariedad: o eres dinero o no eres nada.
     

        En la víspera de Navidad, un ciclista es arrollado por un todoterreno que se da a la fuga. El desgraciado accidente cambiará el destino de las tres familias que se ven involucradas: la del millonario Giovanni Bernaschi (Fabrizio Gifuni), un especulador que ha creado un fondo opaco que ofrece un 40 por ciento de interés anual atrayendo y esquilmando a los ingenuos inversores; la de Dino Ossola (Fabrizio Bentivoglio), un ambicioso agente inmobiliario cuya empresa está al borde de la quiebra y que tiene aspiraciones de ascender en la escala social al precio que sea, y Luca Ambrosini (Giovanni Anzaldo), un joven huérfano que tras pasar un tiempo en el reformatorio vive con su irresponsable tío.


        Se me hace imposible comentar El capital humano sin rememorar aquella desoladora obra maestra escrita y dirigida en 1955 por Juan Antonio Bardem titulada Muerte de un ciclista. Cruda crónica sobre la corrompida clase burguesa de la época, sobre su culpa y remordimientos manchados por los lodos de la pasada guerra, y la esperanza de una nueva generación que comenzaba a mirar el futuro sin odio, sin mirar al retrovisor y dispuestos a luchar por las injusticias sociales. Si en el film de Bardem  la víctima es un obrero ciclista que es atropellado camino del trabajo por una pareja de amantes burgueses, aquí es un camarero que se dirige en bicicleta a su casa para descansar tras una fatigosa jornada de trabajo. 


       No obstante, en las dos películas, el atropello sirve de detonante para levantar acta sobre el estado de las cosas. Paolo Virzì toma como escenario las ciudades de Varese y Como (que tienen el PIB más alto de Italia y cuyos orgullosos habitantes se enfadaron mucho con el rodaje) para recrear la obscena cotidianidad de esa clase riquísima que vive aislada en una burbuja ajena a la ruina del país y sus diarias miserias, y través de la cual se puede desmontar esa falacia de que la muerte nos iguala a todos, pues la muerte tendrá el mismo valor que tu capital en el banco. Así, la función cumple el objetivo de enervar al espectador por el enfoque tan realista como hiriente del carácter miserable de esa clase adinerada y señalarla como la máxima responsable de la deriva económica de un país y a la que sólo le importa mantener su envidiable estatus.


      El espectador cinéfilo también algunas similitudes argumentales con uno de los episodios de Relatos salvajes (2014), el aclamado film del argentino Damián Szifrón donde también una serie de personajes se ven relacionados a causa de un atropello. De narración fragmentada en capítulos que encajan como piezas de un puzle perfecto, El capital humano no sólo resulta eficaz en su retrato de los sucios juegos del poder, de una sociedad podrida  por los desmanes de tiburones financieros sin escrúpulos y trepas de insaciable codicia, pues de igual modo se impone como reveladora de ese dolor agudo e íntimo que te hace ver que la balanza de la derrota se inclina siempre para el mismo sitio, apuntando a los parias del nuevo siglo, a los que la justicia poética sólo regala la fugaz luz del amor para sobrellevar sus desdichas. 


     Y Sí, dentro de esa burguesía degenerada hasta los extremos más perversos de la hipocresía, también es posible encontrar algún alma sufriente condenada a convivir con sus frustraciones en una jaula de oro. Como ese personaje al que da vida maravillosamente Valeria Bruni Tedeschi, que rodeada de un lujo asiático se afana en camuflar su fracaso matrimonial sin poder realizar su gran sueño: rehabilitar un viejo teatro para dar rienda suelta a sus ínfulas de actriz. En una última conversación con su marido (un Fabrizio Gifuni colosal dando oxígeno a un tiburón financiero) y como preámbulo de una fiesta en su mansión, le dice:
-Si a tus invitados les dieras comida para perros te admirarían igual. Mira qué contentos están.
-¿Deberían estar tristes?
- No, claro que no. Las cosas les van tan bien. Apostaron por la ruina de este país y ganaron.
  


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