domingo, 12 de abril de 2015

CONTROL: IAN CURTIS IN MEMORY

Oda al ídolo roto
CONTROL êêêê
DIRECTOR: ANTON CORBIJN.
INTÉRPRETES: SAM RILEY, SAMANTHA MORTON, ALEXANDRA MARIA LARA, JOE ANDERSON, JAMES ANTHONY PEARSON.
GÉNERO: BIOPIC / REINO UNIDO / 2007  DURACIÓN: 122 MINUTOS.        


      
      “La belleza de nuestra angustia, lo sublime de lo horrible
                                         (Joy Division)
     
      A su manera pidió ayuda, pero nadie supo interpretar sus desangelados, dolorosos y crípticos mensajes. El 18 de mayo de 1980, tras ver una de sus películas favoritas, “Stroszek”, de Werner Herzog (film en el que un artista atormentado se suicida), Ian Curtis, el torturado vocalista, letrista y líder del grupo post-punk Joy Division (alumbrados inicialmente bajo el nombre de Warsaw), acabó con su vida ahorcándose con una cuerda de tender la ropa en la cocina de su casa de Manchester, mientras en el tocadiscos daba vueltas “The Iditot” de Iggy Pop. Tenía sólo 23 años y su temprana muerte acrecentó la leyenda  de uno de los más grandes poetas malditos del rock, convirtiéndole en mártir y héroe de una generación que comenzaba a escribir las crónicas de sus propios fracasos. Con la excusa del estreno de CONTROL, film con el que debutó en la dirección de largos el fotógrafo holandés Anton Corbijn, fan incondicional de la banda que filmó el clip póstumo del grupo, “Atmosphere”, y responsable de la concepción visual de bandas como Depeche Mode y U2, tengo que incidir en algo por lo que muchos jóvenes lectores de estas páginas me preguntan constantemente y que tiene que ver con el epígrafe de cabecera de mi tribuna en el Semanario Vegas Altas y la Serena en donde desde hace más de 15 años escribo sumergiéndome en la actualidad cinematográfica: el título de esta sección, Interzone, nace de dos influencias fundamentales en mi vida, la literatura de William Burroughs y su espléndida obra “El almuerzo desnudo”, y la música del grupo británico Joy División, que con su canción “Interzone” rindieron tributo a ese reputado representante de la llamada Generación Beat. Aclarado.     
     

      
      Tomando como base el libro “Touchin from a distance” escrito por la viuda de Ian, Deborah Curtis, y estrenada en nuestro país con dos años de retraso, CONTROL es un poderoso biopic que sigue la vida de Ian Curtis (encarnado magistralmente por Sam Riley) desde que era un adolescente e iba al colegio, la creación de Joy Division en 1976 y el encuentro con su futura esposa, Deborah (Samantha Morton), matrimonio del que nació su única hija, Natalie. A medida que el relato avanza somos testigos de los incontrolables ataques de epilepsia que sufre el ídolo musical, de su paulatino abandono personal y la desintegración de su familia tras iniciar un romance con la periodista belga Annick Honoré (Alexandra Maria Lara), todo lo cual precipitó su suicidio, en vísperas de la primera gira norteamericana de la banda que iba a ser clave para su repercusión internacional.
       
      
        Pioneros de la música Dark neogótica, Joy División cultivaban una puesta en escena con ecos expresionistas y un estilo gélido, oscuro, depresivo e ideológicamente ambiguo, lo que hacía que a sus conciertos acudiera un público heterogéneo entre los que se mezclaban por igual punkis, neogóticos, jóvenes de estética New Wave y cabezas rapadas neonazis (de hecho, su nombre, “División del placer”, hace referencia al grupo de mujeres usadas como esclavas sexuales en los campos de concentración nazis), cuestión que les llevó a ser tildados estúpidamente de neofascistas por algún periodista. Con sólo dos álbumes en su haber, el clásico de la escena post-punk “Unknown pleasures” (1979), y el póstumo y hechizante “Closer” (1980), sus inicios, la vida, la enfermedad y la muerte de Ian Curtis ya habían sido tratados de forma intrascendente en la por otra parte divertida 24 hour party people, crónica efervescente de la escena musical del Manchester de la segunda mitad de los 70 y principio de los 80 que filmó Michael Winterbotton en un tono fiestero que molestó al propio Corbijn y mosqueo a los fanáticos seguidores de la banda. A la contra, Anton Corbijn filma en un impecable y tétrico blanco y negro que desbroza las tinieblas del personaje para mostrar las entrañas de un ser reflexivo, autodestructivo y muy dado a la poesía tenebrista, intentando descifrar su convulso mundo interior, seguir las huellas de su frágil existencia. Tras el preámbulo de los años adolescentes de Curtis, CONTROL deriva en un relato denso e intimista donde los intérpretes se muestran siempre contenidos sin caer en la parodia bufa ni en el mimetismo de los personajes que les sirven de referente.
     

      
      Los espectadores quedan hipnotizados al ver a un inmenso Sam Riley modular una funesta, sinuosa y profunda voz pegando los labios al micrófono, bailar con movimientos espasmódicos en señal reminiscente de los ataques de epilepsia que sufría el magnético Curtis, incluso en los escenarios. Riley da oxígeno al mito, le hace resucitar en una actuación concisa y angustiosa que nos deja boquiabiertos y le abre camino a un brillante futuro. Nos dicen que son los intérpretes los que cantan e interpretan los temas musicales, lo que no deja de resultar prodigioso, pero me gustaría hacer una mención especial a la arrebatadora Samantha Morton que junto a Alexandra Maria Lara es la más conocida del elenco, su sobria y cada vez más sufriente actuación no pasa desapercibida a pesar de la grisura del segundo plano. 

        El film discurre con un ritmo medido apoyado en un guión hermético y si fisuras, impelido por el respeto y la fidelidad necrófila de Corbijn hacia el mito (ha financiado la mitad del proyecto con su dinero), manteniendo el pulso firme sin perder la perspectiva de que Curtis, aun siendo un tipo enigmático y fascinante, sólo era un hombre con graves problemas que poco a poco fue cayendo en una espiral obsesiva/depresiva, con la percepción de haber fracasado como padre y esposo, enredado en una relación al margen de su matrimonio y perturbado por el erróneo tratamiento de la epilepsia que padecía. Incapaz de hacer frente a esos escollos, atrapado en una vía muerta llena de insatisfacciones, no sintiéndose preparado para superar las exigencias emocionales que implicaban a su familia ni las expectativas artísticas de su banda, sucumbió víctima de una desgarradora soledad y decidió culminar su proceso de decadencia suicidándose de manera tosca y nada impulsiva.
     

      
       El realizador holandés logra transmitir los sentimientos, la encrucijada vital, la aflicción y la dimensión poética que ambiciona, cada fotograma está revestido de un aura deslumbrante, de un lirismo decadente, penetrante y exquisito, no sólo por el acertado tratamiento visual, la soberbia fotografía y la exuberante configuración de los encuadres, pues del mismo modo nos atenaza la recreación de los momentos más descarnados, desoladores e intensos de uno de los iconos imperecederos de la música inglesa y su fatal caída a los negros abismos de la depresión, de la desesperanza. Más tarde, ante la imposibilidad de restañar la herida, el resto de la banda se refundó con éxito bajo el nombre de New Order… pero eso es otra historia.

      

2 comentarios:

  1. Vaya. No sabía que te gustaban Joy Division. "Decades" es, para mí, uno de los mejores finales de disco jamás escrito. A mí sí me gusta mucho la de Winterbottom, es la otra cara de una escena musical apabullante.

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  2. Pues fíjate si me gustan que guardo desde hace treinta años una camiseta con el logo de "Unknown pleasures" y sus dos discos en vinilo, aunque también los tengo en CD en el coche. No sólo me gusta, Ian Crtis es el artista musical con el que más me he identificado a lo largo de mi vida, y titulé "Interzone" a mi sección de cine en el periódico como homenaje a ellos y a William Burroughs. Por supuesto, te recomiendo el libro "Touchin from a distance" y el magnífico documental de Gran Gee.

    Sí, a mí también me gusta mucho ese final, una delicia el derroche de virtuosismo de ese bajista llamado Peter Hook.

    Un abrazo.

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