domingo, 11 de mayo de 2014

CRÍTICA DE: "IDA"

Visión dolorosa sobre los desolados parajes del alma
IDA êêêêê
DIRECTOR: PAWEL PAWLIKOWSKI
INTÉRPRETES: AGATA TRZBUCHOWSKA, AGATA KULESZA, JOANNA KULIG, DAVID OGRODNIK.
GÉNERO: DRAMA / POLONIA /2013 / DURACIÓN: 80 MINUTOS.


      Comencemos por la sinopsis de esta espléndida película: Polonia, 1962. Anna (Agata Trzbuchowska) es una guapa jovencita de 18 años que se prepara para convertirse en monja en el convento donde ha vivido desde que quedó huérfana siendo una niña, pero pronto descubre que tiene una pariente viva a quien tiene que visitar  antes de tomar los votos, la hermana de su madre, Wanda (Agata Kulesza). Ambas se embarcan en un viaje de descubrimiento sobre ellas mismas  y de su pasado en común. Anna descubre que su tía no sólo es una antigua abogada del Estado comunista conocida por sentenciar a muerte a sacerdotes y otras personas, sino que además es judía y que su verdadero nombre es Ida. Esta revelación hace que Anna inicie un viaje para descubrir sus raíces y enfrentarse así a la realidad sobre su familia. Ida debe elegir entre su identidad natal  y la religión que la salvó de las masacres de la ocupación nazi de Polonia. Y Wanda debe enfrentarse al peso de su conciencia por las decisiones que tomó durante la guerra, cuando eligió la fidelidad a la causa antes que la familia.


      Dirigida por Pawel Pawlikowski en formato 4:3, en portentoso blanco y negro y con clara influencia del esteticismo expresionista de Dreyer, IDA es uno de esos milagros  que el cine nos regala  de vez en cuando, proveniente, además, de una cinematografía no muy dada a regalarnos joyas en las últimas décadas. Con sentimiento, inteligencia y una pericia desbordante, Pawlikowski nos sumerge en una época, la Polonia de la década de los 60, sin inútiles subrayados musicales y narrativos, para concentrar en sólo 80 minutos de puro cine un relato lacerante y trágico sobre la responsabilidad de nuestras decisiones, la culpa, el remordimiento y la erosión de la conciencia de la que es imposible huir y sólo la muerte te ofrece un remanso para la expiación. Ida se enterará por las revelaciones de su tía que es judía e irá atando cabos hasta llegar a conocer atroz verdad sobre la desaparición de sus padres y de su hermano, un horror indescriptible, pues aunque el holocausto fue ideado y ejecutado por los nazis, estos encontraron grandes cómplices en las naciones ocupadas, arrastrados por la codicia y el miedo.



        El espectador se sentirá cautivado por esta exquisita pieza de cámara rebosante de imágenes memorables sin que ni un solo plano resulte gratuito: la bruma en el bosque, el convento con un manto de nieve, las decadentes calles de la ciudad, el prodigioso juego de sombras y espacios que enmarcan el hiriente itinerario  de dos personajes magnéticos que irán dejando sus huellas en la blanca nieve en un ejercicio de regresión a la noche más oscura de los tiempos. Y si la bellísima Agata Trzebuchowska nos roba el corazón dando oxígeno  a esa novicia que desde que tiene conciencia ha vivido en el convento ajena a lo que sucedía en el exterior, la interpretación de Agata Kulesza se me antoja superlativa en el rol de una antigua fiscal del Estado que condenó a muerte a muchas personas desafectas al régimen y que intenta ahogar los demonios en alcohol y practicando sexo de forma compulsiva. IDA no sólo es una obra maestra que nos hace recuperar las sensaciones de un cine perdido proyectando un volcán de emociones y un amplio abanico de matices, también una visión sutil y dolorosa sobre los desolados parajes del alma, la imposibilidad del olvido y el error de transitar por el presente sin tener en cuenta el pasado.

2 comentarios:

  1. Buenas tardes, Pedro. No conocía esta película y, según cuentas, merece mucho la pena. Por las muestras que dejas en tu artículo, visualmente es exquisita.

    Un abrazo.

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  2. Sí, amigo José, junto con "La vida de Adéle", es la mejor película que he visto en el último año, y estoy seguro de que la veré muchas veces más, un fastuoso ejercicio de estilo que te hace amar el cine en su dimensión más primigenia y pura.

    Un abrazo

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