lunes, 17 de diciembre de 2012

LA POLÉMICA LLEGÓ CON "KLIP" (CLIP)


        Como supondrán mis avispados lectores, la controversia viene motivada principalmente por las escenas de sexo explícito, no tanto por la cruda realidad que la película pone de manifiesto y denuncia. Es decir, estamos en lo de siempre. Veamos: KLIP está ambientada en un barrio decrépito de una ciudad cualquiera de Serbia y gira en torno a las vivencias de una adolescente, Jasna (Isadora Simijonovic) que vive con su familia en los umbrales de la pobreza y que tiene a su padre gravemente enfermo. La situación deprimente de su hogar, con su madre esclavizada cuidando de su marido y sus dos hijas y liada con las tareas de la casa, empuja a Jasna, asqueada, a experimentar con el sexo sin control, las drogas y las juergas salvajes.

      Dirigida por la serbia Maja Milos, lo primero que hay que aclarar es que (como bien se encargan de remarcar al final de la cinta sus responsables) en ningún momento se utilizaron a menores para rodar las escenas de sexo y desnudos.  Hecha esta importante puntualización, tampoco voy a comulgar con lo que me temo será una corriente de opinión generalizada tratando de buscar paralelismos entre A serbian film, aquella película escándalo tras su exhibición en Sitges, para terminar afirmando que esta nueva apuesta, proveniente de dicho país, está en la misma onda buscando sólo la simple provocación por el hecho de relatar historias hirientes, socialmente incómodas e incluso terroríficas.

      Otra cosa será la calidad de las propuestas, que en el caso de la película de Milos me parece muy aceptable. Que la función se podía haber rodado sin la necesidad de la rotunda explicitud de las escenas de sexo, sí claro, también en películas magistrales como Uno de los nuestros, con escenas brutales de una violencia descarnada, Martin Scorsese podía haber optado por la sugerencia, el espacio en “off” o fuera de campo, pero estaremos de acuerdo en que ya no sería la misma película sino otra distinta. Sigo pensando, como Tarantino, que en el cine el sexo y la violencia son insustituibles y resultan bellos. Bueno, el sexo también fuera del cine.

     Prohibida en Rusia, ganadora del Tiger Award en el Festival de Rotterdam y presentada en la sección Zabaltegi del pasado Festival de San Sebastián, KLIP profundiza en una dolorosa problemática que puede servir como modelo para el estudio de los códigos de conducta de la vida de los adolescentes. Por supuesto, siempre resulta injusto generalizar, pero la acción o desarrollo del film, perfecto en su simpleza, me resulta muy creíble como documento de esa desorientada juventud con adicción al móvil y a la que nada le interesa los estudios ni la cultura ni el arte y le trae al pairo la familia porque no admiten ningún deber ni responsabilidad, viviendo sólo para las juegas interminables regadas con alcohol, drogas y practicando el sexo de forma mecánica sin protección.

      Milos, sin concesiones, filma con punzante hiperrealismo la desoladora y alocada cotidianidad de un grupo de adolescentes que huye de su entorno mísero sumergiéndose en una espiral autodestructiva y para los que el móvil se ha convertido en la prótesis necesaria para hacer más manejable su desordenada existencia (a través del móvil se citan, graban sus hazañas sexuales, sus patéticas borracheras, sus salvajes peleas e insufribles naderías).

      Jasna es una víctima más colgada de su macho alfa, que la folla y desprecia cuando le viene en gana: A ver, “si estás deprimida, una rayita de coca te levantará el ánimo”, “No eres nadie si no me haces bien una mamada”, “Ahora me apetece metértela por el culo. Vale, pero ve despacio”, “Si me la lías, te reviento la cabeza con mis botas”. La cuestión es: ¿puede todo lo expuesto servir de alarma para las inútiles asociaciones de padres, sociólogos, psicólogos y demás estudiosos de la antropología juvenil? 




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