viernes, 7 de diciembre de 2012

CRÍTICA DE "SIN TREGUA" (END OF WATCH)

Lírica sobre el valor y el sacrificio
SIN TREGUA êêêêê
DIRECTOR: DAVID AYER.
INTÉRPRETES: JAKE GYLLENHAAL, MICHAEL PEÑA, ANNA KENDRICK, FRANK GRILLO, AMÉRICA FERRARA, NATALIE MARTÍNEZ.
GÉNERO: THRILLER / EE. UU. / 2012  DURACIÓN: 109 MINUTOS.   
         
           David Ayer (1968) nació en Illinois pero llevó una vida nómada junto a sus padres hasta su adolescencia, etapa en la que fue expulsado de su casa por sus padres. Fue a partir de entonces que fijó su residencia en el South Central de Los Ángeles, en donde un primo suyo le dio acogida. Fueron sus experiencias en este conflictivo barrio las que les sirvieron de inspiración para sus películas, casi todas como guionista (Día de entrenamiento, Dark Blue, S.W.A.T.) y todas como director (Hars Times, Dueños de la calle, Sin Tregua) dentro del género policíaco, una temática que domina a la perfección y que le ha convertido en el mejor especialista. Hasta ahora, cuando alguien me preguntaba mi película favorita sobre policías, invariablemente siempre contestaba: Los nuevos centuriones, magnífico film de 1972 dirigido por Richard Fleisher basado en la novela del especialista Joseph Wambaugh (Campo de cebollas), y que contando con el protagonismo de George C. Scott y Stacey Keach sigue el día a día de una pareja de policías, uno veterano a punto de jubilarse y otro joven que lleva su profesión en las venas y arriesga continuamente su vida. Una película que contiene uno de los finales más tristes que este crítico ha visto a lo largo de su vida.

      Si la pregunta me la hicieran ahora no dudaría en contestar: SIN TREGUA, esta es la mejor película sobre la labor policial que he visto hasta la fecha, un film donde se saborea el peligro, la sangre y la muerte. Esto es así porque David Ayer ha conseguido su obra maestra narrando las experiencias de dos jóvenes policías de Los Ángeles, Brian Taylor (Jake Gyllenhaal) y Mike Zavala (Michael Peña), que tras haberse formado juntos en la Academia han forjado una sólida amistad. Ambos trabajan como patrulleros en los barrios más conflictivos de Los Ángeles bajo la atenta mirada de su sargento, un trabajo policial que les obliga a enfrentarse a bandas y criminales de todo tipo. Zavala está casado con su novia de toda la vida, Gabi (Natalie Martínez), que está a punto de dar a luz su primer hijo, y Taylor ha comenzado a salir con Janet (Anna Kendrick). La relación entre ambos es muy íntima y sana, se confiesan mutuamente conectando así su vida  personal con la profesional. El día en que sus investigaciones comienzan a molestar a un importante cártel de la droga, sus vidas son situadas en el centro de una diana.
     
      Rodada en formato found footage (rodaje cámara en mano narrado en primera persona y realizado con los personajes principales actuando delante de la cámara o a menudo fuera de la pantalla, con movimientos rápidos e inestables para darle un mayor realismo), SIN TREGUA es un épico y emocionante relato que nos invita a seguir la rutina policial de dos jóvenes agentes en su lucha contra el crimen por la peligrosa y amenazadora jungla de asfalto. Esto, que puede servir como escueta sinopsis para un sinfín de películas policiales, Ayer lo dinamita y subvierte en su estructura escénica, estética y estilística para convertir la función en un ejercicio hiperrealista tan doloroso en su crudeza como conmovedor en su tratamiento de la amistad y la camaradería. 

      De ahí que, sin tregua, el espectador sienta una enorme empatía al comprobar la exquisita química existente entre la pareja de guardianes que ponen en riesgo sus vidas con acciones al límite, y son capaces de recuperar el aliento para regalarnos escenas íntimas donde la familiaridad y la cercanía sirven de bálsamo para la tensión acumulada. Visceral, musculosa, adranalínica y salvaje, en la película no importa tanto la originalidad de la propuesta (opción buddy movie) como el tratamiento de una historia que lejos de resultar maniquea o panfletaria sirve de alerta sobre uno de los trabajos más peligrosos que existen: la originalidad está en su escalofriante narrativa, en la tremenda fisicidad de la acción sin una trama definida, los objetivos surgen de forma espontánea y la muerte acecha en cualquier esquina.    
     
      Así, refutaré cada comentario sobre la originalidad o manierismo en la dirección y armadura de un film que encuentra su mayor virtud en su carácter de documento y el nulo interés por sentar cátedra. De nuevo existe una línea muy nítida que separa a los buenos y a los malos, el registro documental áspero de la cinta pone énfasis en esa frontera en un intento por humanizar a los Hombres de Azul desde su vertiginoso comienzo: “Detrás de mi placa hay un corazón como el tuyo. Sangro, pienso y amo como lo haces tú”. 

      Unos pluscuamperfectos Jake Gyllenhaal y Michael Peña te hacen sentir esa humanidad en su vigilancia por un barrio donde las drogas, el alto índice de analfabetismo derivado de la desestructuración familiar, el desempleo, la miseria y la marginalidad lo han convertido en una zona de guerra permanente, un pudridero humano donde los dos bandos (policías y criminales) tienen los rasgos distintivos bien definidos. Por un lado, los posos nauseabundos que va dejando una sociedad cruel e injusta (esa escena de los espaldas mojadas hacinados como bestias); y por otra parte, los encargados de recoger la basura y solucionar los problemas en un territorio tan fiero como inabarcable (los policías salvando a unos niños encerrados en un armario por una pareja de drogadictos y poniendo en serio peligro sus vidas para salvar a otros niños de una casa en llamas).


      Pero lo que logra mi comunión definitiva con esta magistral apuesta es que, en el núcleo de esa espiral de conflictos existenciales y acontecimientos subyugantes, de violencia brutal y sorpresiva (la búsqueda de una anciana desaparecida te puede llevar a descubrir un importante alijo de drogas y un montón de cadáveres a medio enterrar) es el fluir de una lírica del sacrificio como base para la aceptación de una misión y un destino, no hablo de resignación, es el valor, la generosidad en la entrega y la satisfacción por el deber cumplido. Aunque pocos te lo reconozcan, aunque la vida se te escape a borbotones.

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