domingo, 25 de noviembre de 2012

CRÍTICA DE "FIN"


El MacGuffin como elemento totalizador
FIN êê
DIRECTOR: JORGE TORREGROSSA.
INTÉRPRETES: MARIBEL VERDÚ, DANIEL GRAO, CLARA LAGO, BLANCA ROMERO, ANTONIO GARRIDO, CRAMEN RUÍZ, MIQUEL FERNÁNDEZ, ANDRÉS VELENCOSO.
GÉNERO: INTRIGA / ESPAÑA / 2012  
DURACIÓN: 90 MINUTOS.   
           
     Parece evidente que el cine español busca nuevos caminos surcando el cine de género, una apuesta por evaporar los hedores de la comedia bufa, el cine de carácter social y el drama guerracivilista, que han sido las corrientes generalistas de la mayoría de las producciones en las últimas décadas. El cambio de tendencia resulta muy estimulante para este crítico, cansado de sacudirse la caspa y el pelo de la dehesa cada vez que el cine patrio asaltaba la pantalla grande con algunos de sus mediocres enredos. FIN, basada en la novela de David Monteagudo, supone el debut del cortometrajista Jorge Torregrossa en el largometraje bajo el paraguas de la productora Apache, una propuesta irregular  que se apunta al cine de tono apocalíptico tan de moda.
     
      Veamos: Tras dos décadas sin verse, un grupo de amigos se reúne en una aislada casa en la montaña un fin de semana. Algunos van con pareja y otros solos, pero falta uno de ellos, Ángel, al que llamaban El Profeta, precisamente el que más interés tenía en que se celebrase la reunión. Parece que nada haya cambiado entre ellos, pero pronto aparecen las tensiones debido a un turbio suceso del pasado que les sigue atormentando. De repente, un extraño relámpago ilumina el cielo, el incidente corta la electricidad, los teléfonos no funcionan y tampoco el encendido del motor de los coches. Así, el grupo se  queda aislado y sin posibilidad de comunicación con el exterior. Deciden buscar ayuda e ir caminando al pueblo más próximo, pero el grupo se va desintegrando y algunos componentes desaparecen sin explicación. Parece que un nuevo orden natural se impone entre sus atónitos ojos, una situación anómala en la que no hay rastro de otras personas

      A medio camino entre el cine apocalíptico y el thriller psicológico, FIN está filmada de manera aseada, con una aceptable puesta en  escena y un tramo inicial dinámico en el que asistimos a la reunión del grupo con sus recuerdos, anécdotas, envidias, recelos y tensiones, y Torregrosa mueve hábilmente los hilos para dotar de matices a un elenco coral que desprende pocas simpatías. 

     El gran problema de esta cinta es su molesta indefinición, las constantes variables de una epopeya que no se sabe bien qué persigue, dando bandazos para salirse de la línea recta que marca su aplastante esquematismo. La función cuenta con una imponente luz creada por José David Montero, que baña los impresionantes paisajes pirenaicos, también el apartado técnico resulta moderadamente eficaz (perfecta planificación de esa escena de la estampida de los carneros por el sendero de la montaña), pero el conjunto se ve castigado por el corpus estructural de un libreto endeble, muy poco trabajado y que elimina piezas de un puzzle que quedará para siempre incompleto, como el coitus interruptus de una metáfora.
     
      Si lo que lo que perseguía Jorge Torregrossa es rodar una alegoría aliñada con vagas reflexiones sobre el destino del hombre y el fin de la humanidad, lo que en realidad ha parido es el retrato movido de un grupo de amigos detestables aventurándose hacia la nada en desafinada sintonía y sin apenas profundidad psicológica. Poco se podía exprimir la cargante novela de David Monteagudo, en la que se adivinan ecos de El Incidente (M. Night Shyamalan, 2008), un film, por otra parte, nada original que dejó muy poco poso, aunque no recuerdo que aquella irregular propuesta incluyera los enormes agujeros que el avispado cinéfilo podrá apreciar en FIN: perros desesperadamente hambrientos cuando sólo ha pasado un día desde el desastre y que no habían sido capaces de localizar los alimentos hasta que el grupo da con ellos; la compostura y reacción tibia del grupo cuando se produce la primera desaparición; la ilógica reflexión sobre el cadáver de un tipo, esencial para la trama, del que se deduce que ha muerto en accidente antes de que se produjera la catástrofe porque su reloj se ha parado a una hora distinta. 

     Grietas que ahondan en la deslavazada narrativa de un guión que juega con el misterio y las incógnitas, cuando es fácil adivinar que el enigma sobre la extraña situación solo actúa como MacGuffin de una aventura que lo fía todo a la imaginación –y paciencia- del espectador, un espectador que también tendrá que encargarse de ponerle fin al relato cuando desaparezca tras las brumas.

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