domingo, 5 de febrero de 2012

LA SAGA CREPÚSCULO: AMANECER 1ª PARTE


LA SAGA CREPÚSCULO: AMANECER 1ª PARTE ê
DIRECTOR: BILL CONDON.
INTÉRPRETES: KRISTEN STEWART, ROBERT PATTINSON, TAYLOR LAUTNER, ASHLEY GREENE, ANA KENDRICK, PETER FACINELLI.
GÉNERO: FANTÁSTICO / EE. UU. / 2011  DURACIÓN: 117 MINUTOS.   
SALA DE EXHIBICIÓN: CINES VICTORIA (Don Benito).    
     
   El éxito de esta infumable saga titulada Crepúsculo es algo que se escapa a las entendederas del responsable de esta sección. El aficionado purista del fantaterror se sonrojará ante este ejercicio rosa e inane de unos mitos domeñados para el consumo fast-food de un público adolescente ávido de banalidades románticas que encuentra en los templos de la moda y en esa basura de la MTV el oasis perfecto para el eco de sus profundos suspiros. Tal vez se trate del supuesto atractivo de sus protagonistas, pero Kristen Stewart no sería seleccionada por este cronista en una lista de mil actrices (contando con las del cine porno) con las que me apetecería darme un revolcón. Y aunque no me fijo especialmente en la belleza masculina, el tal Robert Pattinson (alias “Cara aplastada”), queda abismalmente lejos del arrebatador atractivo de clásicos como Alain Delon, Paul Newman o los contemporáneos Brad Pitt, Hugh Jackman o George Clooney. Pattinson es un tipo feo, lo cual no sería ni bueno ni malo si sus dotes interpretativas fueran un aliciente para pasar por taquilla, pero resulta evidente que tampoco es el caso.
      
      La serie de apestosas novelas engendradas por la mormona Stephenie Meyer han resultado un filón ilimitado para la industria del cine, en esta primera parte de AMANECER nos encontramos a Bella Swan (Kristen Stewart), en los preparativos de su boda con Edward Cullen (Robert Pattinson), una boda que, por cierto, ocupa el momento estelar del primer acto de la cinta, con Jacob Black (Taylor Lautner), que sólo se pasa por allí porque está dolido al no ser él quien se casa con ella. Una luna de miel exótica en Brasil sirve para que los enamorados consumen el amor y Bella pierda así su virginidad. Fruto de ese apasionado momento nacerá Renesmee, que por el cruce pseudohumano de sus dos progenitores (mitad humano, mitad vampiro), hace insoportable el embarazo de Bella, llevándola casi a las puertas de la muerte. Es entonces cuando Edward decide intervenir para salvar su vida.
      
      Como pueden suponer mis avispados lectores, la calidad del producto es nula, algo que para su público exponencial carece de importancia; todas esas quinceañeras de ojos brillantes y braguitas húmedas babeando ante la pírrica y almibarada ceremonia nupcial y las miradas de corderitos degollados de la pareja protagonista, en una de las películas más cursis y grimosamente románticas que este crítico recuerda. Un auténtico pastelazo que nos ofrece más de lo mismo, por lo que huelga decir que el autor de estas líneas no siente ninguna empatía hacia esa riada núbil que acude en tropel para gozar de lo lindo ante semejante estupidez, entre otras cosas porque mi formación cinéfila  se consolidó cuando tenía su edad viendo títulos como Deliverance, La Naranja Mecánica, Taxi Driver, Chinatown, El último tango en París o El Padrino. Al en otro tiempo reputado Bill Condon (Dioses y Monstruos), poco le importa el resultado final de un film que no le va a aportar un ápice de prestigio pero que tiene el éxito de taquilla más que asegurado. Así, se vale del astroso libreto firmado por Melissa Rosenberg para filmar un artefacto que incluye una boda hortera y una luna de miel ñoña con el acto anticlimático de fundir los deseos de los atormentados tortolitos (jamás un polvo supuestamente salvaje ha resultado tan soso).

      Ante la falta de precauciones, la cándida Bella queda preñada (Oh, ¡Qué sorpresa!), y la delirante narración se convierte en un paseo por el vacío y la nada, un relato totalmente carente de emoción y tensión dramática. Por si fuera poco, los tres tristes que  se asoman al póster nos ofrecen las interpretaciones más cochambrosas de todas las entregas de la franquicia, con la estreñida y demacrada Kristen Stewart y su nauseabundo muestrario de mohines, el pétreo Robert Pattinson, con la cara maquillada con polvo de arroz, en su acostumbrado rol de columna de parking, y  un enfurruñado Taylor Lautner que en su primera aparición no tarda ni cinco segundos en quitarse la camiseta, enredado en ese proceso homoerótico de hacerle guiños al entrecot y la sardina. Si a esto le unimos los birriosos efectos especiales que cualquier niño de 12 años mejoraría con un programa Autodesk en su ordenador personal, secundarios que no pintan nada y cuyo perfil está cada vez más desdibujado, lo que nos queda es un culebrón de argumento aburrido, insufrible, sin apenas escenas de acción y muy pobre en su aspecto técnico. Esa demencial premisa que nos muestra esa comunión entre los heavys hombres-lobos y los góticos dandys chupasangre (con esa ridícula escena en que se pone nombre al bebé no nato), siempre la consideré una paja mental de la reaccionaria Meyer, y que esto sea lo que hace suspirar a nuestras hormonadas adolescentes sólo demuestra que pertenecen a la generación más rancia y retrógrada que jamás ha existido.    

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