Estrenada en 1972, La semana del asesino se ha convertido con el paso del tiempo en una auténtica película de culto dentro del cine español e internacional. Dirigida por Eloy de la Iglesia, uno de los cineastas más provocadores y comprometidos de su generación, la cinta combina el thriller psicológico, el drama social y una feroz crítica a la hipocresía moral de la España franquista.
La historia sigue a Marcos (Vicente Parra) un carnicero que trabaja en un matadero y que, tras una acalorada discusión, mata accidentalmente a un taxista. Cuando su novia, Paula (Emma Cohen) le intenta convencer para que avise a la policía, se ve obligado a matarla, iniciando así una espiral de asesinatos contra todos aquellos que suponen para él una amenaza y que parecen liberarlo de la opresión cotidiana.
A medida que Marcos intenta ocultar sus crímenes, descubre un inesperado sentimiento de poder y autonomía, en contraste con la represión y el miedo que dominan su entorno. La película se convierte así en una alegoría de la violencia latente en una sociedad asfixiada por la censura y la doble moral. Eloy de la Iglesia, que había debutado en 1966 y contaba ya con cuatro largometrajes en su filmografía, nos ofrece aquí su mirada más lúcida y transgresora.
Con una puesta en escena austera, casi claustrofóbica, y un tono que mezcla el realismo social con el horror psicológico, el director nacido en Zarautz retrata la alienación del individuo bajo un régimen autoritario. La censura de la época mutiló severamente a obra, pero incluso en su versión recortada conserva su poder subversivo y una intensidad perturbadora.
Me gustaría que mis lectores fijaran su mirada en dos personajes secundarios: Néstor, a quien da vida el recientemente fallecido Eusebio Poncela como el joven vecino y amigo del protagonista. Su personaje es clave porque introduce una ambigüedad afectiva que sugiere una posible atracción homoerótica entre ambos -tema arriesgado para la época-. Néstor representa la juventud rebelde y marginal, en contraste con el conformismo de Marcos, y su relación sirve para subrayar la tensión entre el deseo reprimido y la violencia contenida que atraviesa toda la película.
El otro personaje es Paula, a quien da oxígeno Emma Cohen, que simboliza la normalidad social y sexual que la larga etapa franquista imponía como ideal. Su relación con Marcos, marcada por la incomunicación y el deseo de escapar de una vida monótona, refleja el trasfondo opresivo de la función. Cohen aporta al personaje una mezcla de sensualidad y vulnerabilidad que contrasta con la brutalidad del protagonista, acentuando el componente trágico de la historia.
El tiempo ha situado a La semana del asesino en el pedestal que siempre se había merecido, no sólo como una rareza del cine español de los setenta, sino como retrato adelantado de su tiempo sobre la marginalidad, la represión sexual y la violencia de clase. Su atmósfera malsana, su audacia formal y el oscuro magnetismo de Vicente Parra la han convertido en una obra clave del cine de Eloy de la Iglesia y en una ambrosía del cine de culto europeo apreciada por cinéfilos con paladares exquisitos.
El film rebosa humor negro, con detalles tan divertidos como la bolsa de deportes en que oculta los restos de sus víctimas y luce la inscripción "Contamos contigo", muy de la época por otra parte.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tienes razón, y la piscina, esa tensión homoerótica en la piscina censurada en su época y que pude ver por primera vez en un DVD británico.
ResponderEliminarUna abraçada.