lunes, 22 de mayo de 2023

CRÍTICA: "MISÁNTROPO" (Damián Szifron, 2023)

 

Pulsión de una sociedad enferma

“MISÁNTROPO”  êêê

(TO CATCH A KILLER)

DIRECTOR: Damián Szifron.

INTÉRPRETES: Shailene Woodley, Ben Mendelsohn, Ralph Ineson, Jovan Adepo, Dusan Dukic, Mark Camacho, Nick Walter, Sean Tucker.

GÉNERO: Thriller / DURACIÓN: 119 minutos / PAÍS: EE.UU. / AÑO: 2023

    El director argentino Damián Szifron no tiene una larga carrera cinematográfica, pero seguro que los buenos aficionados que hayan seguido su evolución nunca olvidarán títulos tan notables como Los simuladores (2002), Tiempo de valientes (2005) y Relatos salvajes (2014). Será imposible porque esas tres obras forman parte de lo más granado de la cinematografía de ese país en las dos últimas décadas, de lo que se puede deducir que es uno de los mejores directores de cine argentinos del siglo XXI.

     Han pasado nueve años desde el estreno de Relatos salvajes, y ahora, con un libreto firmado por el propio realizador y Jonathan Wakeham, nos presenta este thriller con producción estadounidense titulado Misántropo, un título más acertado y original que el que se ha utilizado para su distribución internacional, To Catch a Killer, que se nos antoja tan trillado como vulgar. La acción nos sitúa en Baltimore la noche de año nuevo. Un feroz ataque de un francotirador, que aprovecha el estruendo de los fuegos artificiales, deja un reguero de 29 muertos y ni una sola pista. Eleanor Falco (Shailene Woodley), una retraida aunque perspicaz mujer policía de bajo rango es reclutada por el agente especial del FBI Geoffrey Lammark (Ben Mendelsohn), que la integra en su equipo, destinado a la identificación y captura del asesino.

     En la actualidad resulta complicado realizar una película policíaca procedimental sin que encontremos ecos referenciales, y, Misántropo no se libra de ello, aunque me asalta una gran pereza tratando de citar sus fuentes de inspiración. Misántropo no es la mejor película de Szifron, y aún así se impone como un intenso e interesante thriller con una escena de apertura absolutamente magistral, en la cual vemos a los ciudadanos de Baltimore festejando con alegría el fin de año en las calles, hoteles, balcones y terrazas mientras el cielo se ilumina con los colores y estallidos de los fuegos artificiales. Sin embargo, en medio de esa euforia de celebración generalizada, vemos como algunas personas caen abatidas por disparos tremendamente precisos de un tirador desde algún lugar lejano. El pánico se extiende y nadie parece estar a salvo.


     Para este cronista, esa escena, que me recuerda los métodos de Scorpio en Harry el sucio, define a la perfección el significado, el contenido y el continente del título y desarrolla un espeluznante ambiente partiendo de una premisa tan simple como reconocible. Es lo mejor, pero no lo único destacable. Tenemos la sugerente presentación de los personajes en la que vemos a la agente de policía Eleanor Falco patrullar las calles para resolver en una cafetería un asunto banal. De repente recibe el mensaje de emergencia y se une al equipo de rescate de víctimas que, además, intentan localizar al asesino nada selectivo. Szifron nos presenta a Eleanor como una persona abatida, solitaria, dueña de una amargura insondable. Tal vez con los esquemas mentales y la profundidad psicológica perfecta para descifrar la mente del asesino misántropo y descubrir su identidad. Es lo que piensa el metódico agente especial del FBI Lammark cuando escucha sus agudas deducciones.

    Misántropo se abre a muchas lecturas como thriller procedimental, relato de introspección psicológica sobre los personajes y sus crisis existenciales, los intereses políticos de la investigación, el terror latente que suponen los grupos armados de extrema derecha (que da lugar a una escena tensa de violencia seca) y la alienación y desesperanza de los sistemas hipercapitalistas que generan outsiders que sólo quieren ver el mundo arder, individuos que se han quedado fuera del brillante espejismo construido sobre el sacrificio de mucha gente y sólo piensan en combatirlo, ya sea por una cuestión ideológica, por algún trauma severo o por su propia situación de marginalidad, y que cobra especial relevancia en el brutal tiroteo en un centro comercial, como símbolo de la sociedad de consumo. La agente Eleanor Falco parece identificarse más con el asesino (o al menos entenderlo mejor), que con sus propios mandos, empatía y conexión que sí siente por el agente del FBI Lammark, en quien confía. Un tipo con una gran dosis de seguridad y autoconfianza que nos es presentado, como corresponde con el espíritu de los nuevos tiempos, como una persona homosexual que goza de una vida plena y estable con su marido. Lammark tiene fe en Eleanor, confía en su inteligencia y metodología, tal vez porque su carácter depresivo y desolado puede arrojar luz sobre lo que pasa por la cabeza del asesino misántropo. Tras el trágico y sórdido clímax final, todos comprendemos que el círculo de violencia y muerte continuará, es el precio a pagar por sobrevivir dentro de un sistema tóxico y una sociedad enferma que nos consume y empuja a la locura.

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