sábado, 31 de marzo de 2012

CRÍTICA DE "REDENCIÓN"


Del pecado, la salvación, el amor y otras angustias
REDENCIÓN
DIRECTOR: PADDY CONSIDINE.
INTÉRPRETES: PETER MULLAN, OLIVIA COLMAN, EDDIE MARSAN, NED DENNEHY, SALLY CARMAN.
GÉNERO: DRAMA / GRAN BRETAÑA / 2011  DURACIÓN: 91 MINUTOS.  
    
      Me ha convencido la ópera prima del conocido actor Paddy Considine, no sólo a mí, la película se ha alzado merecidamente con un puñado de premios en los más conocidos festivales de cine independiente. Considine, al que hemos visto en multitud de cintas como un actor secundario muy competente (El ultimátum de Bourne), nos sorprende gratamente con este virulento drama que nos presenta a un viudo alcohólico dominado por la rabia y la violencia, Joseph (Peter Mullan), que encuentra el consuelo y la posible redención en Hannah (Olivia Colman), una trabajadora de la caridad cristiana. Inicialmente Joseph, se burla de su fe y lo que cree una idílica existencia, pero pronto descubrirá que la vida de Hannah no tiene nada de envidiable, sometida por un marido que la maltrata y agrede sexualmente. A pesar del dolor, la soledad  y el caos que invade la vida de ambos, según avanza su relación, se darán cuenta de que la amistad y el amor pueden surgir hasta en los lugares más sombríos.

      
      REDENCIÓN es una película notable aunque difícil de digerir por el tremendismo y crudeza de algunas de sus más impactantes escenas, como esa inicial en la que el personaje de Joseph –interpretado de manera sobria por Mullan- sale de un pub borracho y maldiciendo descarga toda su ira contra su perro, al que adora, hasta matarlo a patadas. El carácter violento y autodestructivo de ese viejo tiranosaurio (título original mucho más eficaz y menos explícito que el elegido para su estreno en España), es la consecuencia de una mente atormentada por la culpa, el aislamiento y la melancolía que no encuentra el camino hacia la expiación por los excesos y pecados cometidos. En la línea del tradicional y descarnado drama social británico, Considine logra algo inaudito cuando tras la presentación de nuestro antihéroe a través de una concatenación de impulsos brutales, hace gala de una pericia extraordinaria para revertir el asco y la repulsión que siente el espectador en un sentimiento de empatía que se irá forjando durante su lacerante camino a la redención, inmerso siempre en una debacle de desesperación y desamparo. En ese tortuoso viaje iniciático tendrá una importancia vital Hannah, devota creyente maltratada física y emocionalmente por un marido agresivo y celoso (un magistral y siniestro Eddie Marsan en esa bestial escena en que llega borracho y orina encima de su mujer mientras duerme), que pasa las horas en un establecimiento de ropa para los más desfavorecidos.


      Dos almas perdidas, dos corazones en llamas, cuyo encuentro fortuito en ese singular espacio abrirá una puerta a la esperanza, la amistad sincera y el amor. Una excelente Olivia Colman calma el dolor y el desagravio con su  mirada piadosa y dulce verbo, ella se convertirá en el bálsamo que atenúe la rabia del irascible cascarrabias arrastrando sus propias miserias y mostrándole sin reservas su apoyo moral.


      Tomando como escenario los suburbios marginales de Leeds vemos entrar y salir de pantalla una galería de personajes atravesados por la tragedia y la angustia, nadie se salva, y en ese friso descorazonador de vidas ruinosas surcadas por una tremenda intensidad dramática, emerge el refugio espiritual para dar sentido a unos seres necesitados de aliento y afecto verdadero. Muéstrense, mis queridos lectores, absolutamente incapacitados para abordar esta película, pues no hay mecanismos de defensa ante la verdad desnuda, ante el sucio realismo policromático de su cercana fisicidad, el latido perturbador del sufrimiento y la férrea voluntad de cambiar el aciago destino. Con un intencionado estilo feista, REDENCIÓN nace de un corto del propio director del que se sirve como piloto para pergeñar un guión prodigioso vertebrado por transiciones perfectas y en donde todo el elenco trabaja sin redes de seguridad, y la historia, narrada en carne viva de manera visceral, deja a la imaginación trazos de un pasado oscuro como germen del irracional comportamiento de algunos personajes, su estremecedor proceder, el sustrato en donde fermentan sus traumas y desventuras. Como perros apaleados, nuestra pareja protagonista encontrará un resquicio para la esperanza, de ahí su simbólico y atípico final. La mirada de Joseph se ha dulcificado, no hay moraleja, sólo las huellas de lo vivido, en un sórdido marco social donde ya es hora de que los perdedores reivindiquen su épica y un aura que brilla con una luz especial.

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