martes, 4 de noviembre de 2025

MIS PELICULAS FAVORITAS: “EL FUEGO FATUO” (Louis Malle, 1963)

       

    Louis Malle, con su incontestable obra maestra El fuego fatuo ofrece una de las exploraciones más incisivas y sobrias sobre la alienación existencial en la Europa de posguerra. Adaptación de la novela homónima de Pierre Drieu La Rochelle, la película narra las ultimas veinticuatro horas en la vida de Alain Leroy (Maurice Ronet), un hombre que, tras su estancia en un sanatorio para curar su alcoholismo, decide suicidarse. A través de una puesta en escena austera y una estructura temporal contenida, Malle crea un estudio sobre la imposibilidad de reconciliar el deseo de autenticidad con el vacío espiritual de la modernidad.

    Desde su inicio, la película establece un tono de introspección fúnebre. La cámara, manejada con una sobriedad casi documental, sigue los movimientos de Alain por los espacios cerrados del sanatorio y, posteriormente, por las calles y apartamentos parisinos que visita. Esta movilidad física contrasta con la parálisis interior del personaje, que parece incapaz de reintegrarse en la vida social. En este sentido, El fuego fatuo funciona como una radiografía del desencanto: cada encuentro con un viejo amigo o una amante se convierte en un espejo que refleja el deterioro moral y emocional del protagonista, un hombre que ya se está despidiendo y que no puede creer ni en sí mismo ni en los demás.

  La interpretación de Maurice Ronet es crucial para el vigor del relato. Con una economía gestual y una voz pausada, Ronet encarna la fatiga existencial de un sujeto que percibe su entorno como irremediablemente ajeno. Su rostro, constantemente en penumbra, actúa como superficie de proyección de un malestar colectivo: el arquetipo de individuo burgués atrapado entre el hedonismo y la desesperanza. Malle evita todo sentimentalismo, optando por un registro ponderado que refuerza la autenticidad del drama. De hecho, el suicidio de Alain no aparece representado como un gesto heroico ni un acto de locura, por el contrario, es la consecuencia lógica de una lucidez que no encuentra amparo.

   La dimensión estética del film es su inseparable temática. La fotografía en blanco y negro de Ghislain Cloquet confiere a las imágenes una cualidad casi ascética, eliminando cualquier distracción cromática para concentrar la atención en los matices de luz y sombra. La elección de este estilo, en plena década de los sesenta -época de expansión del color en el cine europeo-, revela la voluntad de Malle de situarse en un registro moral y no meramente narrativo. La composición de los encuadres y el uso del fuera de campo contribuyen a generar una sensación de clausura, como si el mundo entero se estrechara en torno al protagonista. Así mismo, la música de Erik Satie, utilizada con discreción, amplifica el tono melancólico sin caer en la manipulación emocional.

  Desde una perspectiva temática, El fuego fatuo dialoga con las preocupaciones existencialistas de la posguerra francesa. Del film se extrae una meditación sobre la pérdida de sentido de una sociedad que ha sustituido las convicciones por el consumo y la experiencia por la apariencia. Malle convierte el itinerario urbano de Alain en una alegoría del desarraigo moderno: París, lejos de representar el paisaje urbano de la vitalidad o la redención, aparece como un laberinto de superficies vacías. La imposibilidad de comunicación entre los personajes refleja el fracaso de una generación que, habiendo padecido y sobrevivido a la guerra, se enfrenta al vacío moral más desolador.

   El fuego fatuo se puede entender como una reflexión sobre la conciencia del fin y un grito de asfixia vital. La decisión de Alain no se presenta como un gesto de derrota, mas bien como una afirmación radical de una subjetividad que se niega a seguir viviendo una falsedad. Malle no moraliza ni justifica: observa con la precisión de un cirujano el momento en que la lucidez se vuelve insoportable. La película, por tanto, trasciende su argumento para convertirse en una meditación sobre la condición humana, sobre la soledad y la imposibilidad de reconciliarse con un mundo carente de trascendencia.

    En su rigor formal y su intensidad moral, El fuego fatuo se erige como una de las obras más puras y devastadoras del cine francés de los sesenta. Louis Malle logra transformar el silencio y la desesperanza en materia tangible, ofreciendo una experiencia estética y ética de una profundidad abisal.


No hay comentarios:

Publicar un comentario