domingo, 23 de febrero de 2025

CRÍTICA: "THE BRUTALIST" (Brady Corbet, 2024)

 

Arte, dominación y sacrificio


“THE BRUTALIST” êêêê

DIRECTOR: Brady Corbet.

INTÉRPRETES: Adrien Brody, Felicity Jones, Guy Pearce, Joe Alwin, Raffey, Stacey Martin.

GÉNERO: Drama / DURACIÓN: 215 minutos / PAÍS: EE.UU. / AÑO: 2024.

    El actor y director Brady Corbet debutó con sólo 11 años en la película de temática teen Thirteen (Catherine Hardwicke), y dio un paso adelante en su carrera al protagonizar el remake americano de Funny Games en 2007 que el mismo Michael Haneke se encargó de dirigir. Alcanzó su máximo esplendor en su faceta como actor en el drama psicológico Simon Killer (Antonio Campos, 2012), un relato sobre el viaje iniciático de un psicópata. De su corta filmografía como director, sólo tres largometrajes, cabe destacar La infancia de un líder (2015), sobre los totalitarismos, el partido nazi y los orígenes del Mal.

     En su tercer largo, The Brutalist, (título que proviene del estilo arquitectónico llamado Brutalismo), nos traslada a la Europa de la posguerra para presentarnos al visionario arquitecto Lászlo Tóth (Adrien Brody), que emigra a los Estados Unidos acogido por su primo para tratar de reconstruir su vida, su obra y su matrimonio con su esposa Erzsébet (Felicity Jones), tras haberse visto separados durante la guerra a causa de los cambios de fronteras y regímenes. Sólo y en un país desconocido, Lászlo se establece en Pensilvania, donde el potentado empresario Harrison Lee Van Buren (Guy Pearce), recurre a su talento para la arquitectura. Conocerá entonces las dificultades y el precio de abrirte camino en un sistema capitalista sin conciencia.

     The Brutalist se nos presenta en formato de falso biopic para seguir las vicisitudes del arquitecto húngaro-judío Lászlo Tóth, que tras sobrevivir a la Segunda Guerra Mundial y los campos de concentración emigra a los Estados Unidos, país convertido en la fantasía del progreso económico y la sociedad del bienestar en donde abunda una clase media acomodada. Contratado por el magnate de los negocios Harrison Lee Van Buren, Lászlo diseña un centro conmemorativo en memoria de la madre de Harrison, para el que ya había diseñado una biblioteca.

    Lászlo, separado de su mujer y con el currículum de una obra original en su país de origen y abrumado por los traumas de su pasado reciente, comienza a trabajar para hacerse un nombre y obtener un reconocimiento artístico, pero pronto se convertirá en víctima de las dinámicas de poder en una sociedad sumida en un hipercapitalismo salvaje. El espectacular diseño de producción y la excelente escenografía que Brady Corbet confiere a la función nos hace creer que estamos ante una superproducción, nada más alejado de la realidad. The Brutalist apenas costó 10 millones de dólares y 34 días de rodaje. Una muestra más de que en el cine, si hay talento, se puede hacer milagros.

     Todo en The Brutalist, hasta la iluminación mortecina, tiene un tono sombrío, Lászlo se verá rodeado de personajes con un reverso siniestro y los espectadores somos incapaces de descubrir los derroteros que tomará su compleja trama, con situaciones surgidas de los abismos más negros del alma. Así, vemos desarrollarse una turbia batalla entre el arquitecto judío, firme en sus decisiones, confiado en su ingenio y celoso de su integridad artística, y el millonario empresario que sabe que su poder reside en su fortuna, que doblega voluntades, pero que envidia la inteligencia de Lászlo. El enfrentamiento entre los dos se convertirá en una lucha de poder agitada por una marejada subterránea de celos y desconfianza, que alcanzará su fiera apoteosis en una agresión bestial en las canteras de mármoles de Carrara en Italia. Cruel metáfora del sometimiento de la inteligencia, el arte e incluso la humanidad, al poder del dinero

       Lászlo se reencuentra con su mujer, muy enferma de osteoporosis a casusa de la hambruna, y con su sobrina, que apenas habla y que sueña con vivir en Israel. Y será su mujer, Erzsébet, quien sirva de detonante para la trágica venganza, el derrumbe del sueño americano y la ilusión de huir a la tierra prometida. Un final acelerado que es lo que menos me convence la de la función y que deja algunos cabos sueltos. Hasta el final, Erzsébet muestra su apoyo a Lászlo en una relación complicada llena de objeciones y sacrificios mutuos. The Brutalist se clausura con el epílogo de una Bienal en Venecia en homenaje a la obra de Lászlo Tóth, en donde se explica que los interiores del centro comunitario están inspirados en los campos de concentración, que el arquitecto ha canalizado su sufrimiento a través de su obra, que perdurará como elemento físico de su dolor. Otra cosa es si ese sacrificio, finalmente, ha valido la pena.

domingo, 16 de febrero de 2025

 

 La huella de una heroína

“LA INFILTRADA”  êêê

DIRECTORA: Arantxa Echevarría.

INTÉRPRETES: Carolina Yuste, Luis Tosar, Íñigo Gastesi, Diego Anido, Víctor Clavijo, Nausicaá Bannín.

GÉNERO: Thriller / DURACIÓN: 118 minutos / PAÍS: España / AÑO: 2024

     La organización terrorista ETA prometió una Euskal Herría libre y finalmente sólo entregó muerte, dolor y desolación. Infausto legado. Culpable fue también gran parte de aquella cobarde sociedad vasca que bien porque tenían miedo (y guardaban silencio mirando para otro lado); bien porque eran cómplices (y ayudaban a la banda criminal informando, ofreciendo refugio y cobertura), no se rebeló y colaboró en que los bestiales atentados de una lucha armada que dejó 850 muertos y que estaba condenada al fracaso desde sus inicios, se alargaran durante 59 años. La mayoría de esos sangrientos asesinatos cometidos con una España ya en plena democracia, y en donde se podían sostener todas las batallas políticas, ideológicas y reivindicaciones en un marco legal pacífico. ETA, derrotada, dejó las armas en 2011, las secuelas de sus atroces actos no desaparecerán nunca de la memoria colectiva de las personas decentes. 

     La Infiltrada, película dirigida por Arantxa Echevarría con un guión propio y de Amelia Mora, nos narra las vicisitudes reales por las que pasó Aranzazu Berradre Marín, pseudónimo de una agente de la Policía Nacional que se infiltró durante ocho años en la banda terrorista ETA y que en la película aparece con el nombre de Arantxa, a quien da vida Carolina Yuste. Se infiltró con 20 años consiguiendo adentrarse en la izquierda abertzale de San Sebastián, conviviendo en un piso con dos terroristas, Kepa Etxebarría y Sergio Polo. Durante su labor de infiltración cortó lazos con sus familiares en Logroño, todo para poder desarticular el sanguinario comando Donosti en un momento crucial en el que la banda declaró una falsa tregua. Su peligrosa y valiente misión estaba supervisada por el inspector jefe Ángel, alias “el Inhumano” (Luis Tosar), que confió en ella y cambió su vida para salvar la vida de otros.

       Una temática similar ya había sido llevada al cine en la irregular película de Miguel Courtois, Lobo, con las hazañas del infiltrado Mikel Lejarza, alias “Lobo”. No nos engañemos, tampoco La Infiltrada es una obra maestra, pero sí es buen cine de género, un cine creado para un público masivo que ofrece lo que promete, un thriller cargado de tensión, sospechas y emociones. Un éxito que se debe, sobre todo, a la superlativa interpretación de la extremeña Carolina Yuste, que despliega un amplio abanico de recursos y matices. La primera parte de la función es para este cronista la menos atractiva.

      Vemos a Arantxa introducirse en el mundillo descerebrado de Jarrai, los movimientos antisistema y antimilitaristas, trabajar en una Herriko Taberna, estudiar euskera, ganarse la confianza del entorno extremista, pegar carteles por la parte vieja de San Sebastián, haciendo méritos para que, llegado el caso, puedan encomendarle labores de más sustancia y contactos de más altura. Pegando carteles se encuentra cuando ve al más cobarde y sanguinario de los asesinos etarras del Comando Donosti, Txapote, entrar en el restaurante La Cepa para descerrajarle un tiro en la cabeza a Gregorio Ordóñez, tal vez el político más valiente de nuestra historia democrática. Durante ese primer tramo asistimos a las horas de soledad y desasosiego de Arantxa, observamos sus dotes de simulación para salir airosa de situaciones difíciles y a sus contactos en cafeterías de hospitales con su jefe. Todo correcto, pero ni micho menos deslumbrante.

      La película toma vuelo cuando la infiltrada toma contacto con el primer terrorista, el liberado Kepa Etxebarría, un novato que busca el aprecio de la cúpula de ETA, un peón más desechable para los que manejan el cotarro, y con el que Arantxa compartirá piso, escarceos románticos y cama. La cosa se complica con la aparición del psicópata salvaje Sergio Polo Escobés. El tercer ocupante del piso, un tipo impulsivo y cerril, machista, imprevisible, arrogante y siempre bestial que no se separa nunca de su pistola. Desde que la infiltrada comenzara a moverse por entorno abertzale hasta el momento en que hace de correo y conductora para los etarras, Arantxa ha recorrido ya un itinerario pavoroso surfeando el miedo, el odio y la violencia, y en la loca espiral de esa pesadilla ha logrado sobrevivir y salvar muchas vidas.

     Ya nada será lo mismo para ella y ninguna recompensa será suficiente. El asesinato de Miguel Ángel Blanco en 1997 supuso un punto de inflexión, un momento de debilitamiento social de apoyo a la banda terrorista y de toma de conciencia sobre la inutilidad de la carnicería que habían cometido. Con una fotografía de tono apagado, La Infiltrada pasa de puntillas por las torturas del cuartel de Intxaurrondo, el lavado de cerebro de una juventud desnortada, el machismo en la policía y en ETA, las torpes competencias entre la Policía y la Guardia Civil… pero es Carolina Yuste la estrella que brilla siempre con una luz especial, el coraje de esa heroína llamada Arantxa dejará una huella indeleble en nuestra memoria cinéfila.